Por Patricio Klimezuk y Diego Pérez Roig. Un análisis de los cacerolazos realizados el jueves pasado en todo el país. De qué la juega la tan mentada “clase media” y cómo el kirchnerismo responde a este fenómeno en el marco de su “misión histórica” como proyecto político.
Luego de las promocionadas movilizaciones del jueves 13, quedaron flotando varios interrogantes: ¿qué y quién representa a ese caudal de manifestantes? ¿Fueron muchos o pocos? ¿Puede determinarse una extracción social homogénea? ¿Cuáles fueron sus consignas centrales? ¿Por qué tanto fastidio? ¿Cómo se explica que a menos de un año de un triunfo arrasador como el conseguido por CFK, puedan producirse fenómenos de semejante magnitud? Queremos señalar una serie de elementos que, esperamos, aporten a dar respuestas a estas preguntas.
Más allá de las torpezas en el diseño, implementación y comunicación de determinadas medidas –y de su pertinencia y efectiva progresividad– hay un tema que no puede estar ausente en los análisis: la existencia de una mayor regulación macro y micro económica, que en definitiva se traduce en una creciente “presencia” del Estado –entendido este en un sentido amplio que va más allá de su objetivación en instituciones– en la vida cotidiana.
Entre 1976 y la crisis de 2001-2002 fue hegemónico un discurso que, vulgarmente y en los hechos, se tradujo en un denuesto permanente y estigmatizante de la configuración asumida por el Estado en el período de industrialización por sustitución de importaciones, y en una alabanza de las “virtudes” de las fuerzas del mercado. Decimos vulgarmente ya que el Estado nunca “desapareció” ni se retiró del proceso social, sino que reorientó su accionar, conforme a la nueva correlación de fuerzas entre clases y fracciones de clase, hacia funciones eminentemente represivas y compatibles con el nuevo modo de acumulación de capital. Del mismo modo, el Estado nunca fue (ni es) una suerte de “tercer actor”, árbitro neutral de los antagonismos de clase, sino que su accionar, irremediablemente y por contradictorio que parezca, reproduce la sociedad capitalista.
Si bien la reconfiguración de las relaciones de fuerza luego de 2001/2002 ha requerido una presencia más activa del Estado, ¿en qué medida se ha superado cultural e ideológicamente el legado del período neoliberal en este punto? Creemos que aquí debe buscarse una de las razones profundas de la manifestación del jueves.
Hubo relativo acuerdo entre analistas de diverso signo en que fue la decidida presencia de la “clase media” la que permitió superar la marginalidad con la que se venían desarrollando las últimas protestas opositoras convocadas desde las redes sociales. Compartimos la caracterización, por lo que nos enfocaremos en este sector desequilibrante.
La “clase media”, tan difícil de aprehender para el análisis sociológico, encuentra a sus miembros distribuidos entre trabajadores asalariados privados y estatales de mediana y alta calificación, profesionales independientes, cuentapropistas y pequeños propietarios. Salvo pocas excepciones, se trata de sectores favorecidos directa e indirectamente por diversas características “del modelo”: protección del empleo, creciente sindicalización, incrementos salariales y de ingresos por encima de la inflación, fortalecimiento del mercado interno y estímulos al consumo. Es decir, todas políticas que hacen a la presencia efectiva del Estado en la economía.
Las medidas vinculadas a la compra de dólares, las restricciones a las importaciones y el cobro de impuestos que, fundamentalmente, han generado tanto fastidio en este sector, son coherentes en realidad con lo que podría postularse como la “misión histórica” del kirchnerismo: una recomposición y reproducción del régimen económico y político de dominación capitalista luego de la debacle de 2001/2002, que evite volver a caer en crisis que amenacen seriamente dicha reproducción. Lógicamente, esta no se da en condiciones como las de los países centrales, sino en el marco de las infranqueables limitaciones que debe enfrentar el desarrollo capitalista en un país periférico, como la falta de divisas para sostener el ciclo económico y el pago de la deuda externa. En este sentido, cualquier alternativa “por derecha” al kirchnerismo es incapaz de asegurar dicha reproducción, sin caer más temprano que tarde en un nuevo 19 y 20 de diciembre. Las consecuencias, en este caso, serían desastrosas para los sectores populares… ¡y para la propia clase media!
No obstante, la irritación por la “cadena nacional”, la “re-reelección”, la “corrupción”, el “voto a los 16 años”, y toda la enmarañada serie de reclamos que se articularon el jueves, orbita en torno a una preocupación central del “núcleo duro” de los sectores medios urbanos: el consumo y la acumulación individual de riquezas no admiten retrocesos, regulaciones, ni menguas de ningún tipo.
Ahora bien, las generalizaciones son caprichosas, y va de suyo que no puede ubicarse a toda la “clase media” en las mismas coordenadas político-ideológicas (esta abstracción se desmiente fácilmente con sólo tener en cuenta que una parte considerable de los cuadros de organizaciones políticas del amplísimo espectro que va desde la centro-izquierda, hasta la izquierda más tradicional, se reclutan de este mismo sector social). Más concretamente, entendemos que no todos los clasemedieros “fastidiados” en general con el Gobierno Nacional –ni siquiera todos los que se manifestaron el jueves–, son decididamente “de derecha”, sino que mantienen un movimiento pendular en sus preferencias políticas que es tributario de las propias contradicciones del sentido común.
Probablemente este no sea el sector mayoritario. Sin embargo, tiene un peso específico fundamental en la confrontación política: es el que permite dotar de carnadura y legitimidad social a las inconfesables aspiraciones de la derecha –de clase media y alta– más rancia, inclinando el fiel de la balanza en favor de esta última. El razonamiento no aplica únicamente a las limitadas ambiciones del proyecto kirchnerista, sino que también debe hacerse extensivo a aquellos procesos que colocan por delante el objetivo de una transformación radical de las estructuras sociales. Son ejemplificadores al respecto los largos pasajes que Hugo Chávez viene dedicando en sus últimos discursos de campaña a seducir a los votantes de clase media –o, por lo menos, a desalentarnos a optar por Capriles Radonski.
Aquí, un sector del kirchnerismo parece haber enfocado la cuestión en este sentido, como reflexiona Eduardo Blaustein en la última edición de Miradas al Sur: “Las marchas del jueves merecen lecturas y respuestas cuidadosas […] La necesidad del kirchnerismo de ampliar la relación con sectores de las clases medias que no son gorilas ni brutales” (A ver si podemos ser amables). Sin embargo, ¿puede lograrse esto simplemente limitando la aparición de Cristina en cadenas nacionales? ¿O la solución únicamente pasa por políticas de mayor corte redistributivo –como una profunda reforma tributaria– que parecen estar más allá de la “misión histórica” del proyecto que encarna el Gobierno Nacional?
Por otro lado, la idea de algunos grupos oficialistas de realizar una contra-movilización es, en este sentido, un error estratégico que será tomado como la confirmación de que “estamos frente a un gobierno autoritario” que quiere “imponerse por la fuerza”. No obstante, tomando en cuenta los antecedentes históricos –sobre todo el mayor de ellos, la disputa con las patronales agrarias en 2008–, parece estar en el ADN del kirchnerismo salir a confrontar y encerrarse en sí mismo.
El kirchnerismo mostró su “inteligencia” y “osadía” para fugar hacia adelante sobre todo en momentos de derrota: la legislativa del proyecto de retenciones móviles, y en las urnas, con Néstor Kirchner como cabeza de lista, en las elecciones de medio término de 2009. El problema ahora es que la volatilidad del escenario político puede esfumar el famoso “54 por ciento” en 2013, e imposibilitar cualquier intento de reforma constitucional. Para entonces, las limitaciones a la re-relección, y la ausencia de un claro delfín a la vista, harán que sea demasiado tarde para continuar “profundizando el modelo”.