Por Cabro – Ilustración por Alejandra Andreone
Unos ojos encendidos tras el trapo,
naranjas y amarillos y azules.
Y nublados.
Nublados por el humo
y encendidos,
alucinados.
Unos ojos encendidos tras remeras
gastadas ,agujereadas
y curtido oscuro todo el cuero,
por la calle y los golpes y los días.
¡Y los días!
Regalando al sol la sonrisa
cansada,
despreocupada
y sin tres dientes.
Mientras las banderas flamean
nuestros corazones.
El olor a goma quemada
es a veces el olor de la alegría.
De la dignidad.
Me llené la camisa de humo.
Tus manos se lastimaron de nuevo.
El aroma a pan casero se mezclaba
con el gusto a caucho ardiente de febrero.
El cornebé no me gusta, soy sincero.
Te vi entre el humo,
escuché tu risotada tras bocinas.
La adrenalina te marcó los pezones en la remera
y tus tetas se bamboleaban en la corrida.
Me viste torpe con el garrote y te reíste.
“Si no sabes usarlo déjaselo a otro”, te burlaste.
¡Te me burlaste!
Una olla popular,
una asamblea,
una pintada en la estación a las corridas.
Te vi los ojos rojos y felices
tras el humo.
Escuché tu risotada
y puteaste.
Y tu vida fue un canto a la alegría
y tu sonrisa era bandera que flameaba.
Una bandera así nomás, sucia de hollín y desteñida.
Y unos ojos enormes y felices.
Y unos ojos enormes y felices.
Y unos ojos enormes y felices.
Y unos ojos enormes y felices.
Felices, de piquete todo el día.