Por Claudia Korol
La cronista compartió una clase con seis campesinos víctimas de prisión política. El lunes se dictará sentencia contra los imputados por la masacre de Curuguaty. Aquí el relato del encuentro.
El domingo 3 de julio, asistí a una clase en la Escuela de Formación Política Soledad Barret. Ya había participado el 25 de mayo de su fundación.
El territorio en el que realizamos las clases es complejo. Mucho dolor dando vueltas. Mucho olvido. Mucha precariedad. Distintas canciones suenan fuerte y simultáneamente en rudimentarios equipos, que aturden y confunden. Nuestra rondita se va apretando para poder escucharnos y concentrarnos en lo que vamos hablando. Quienes quieren tomar la palabra, levantan la mano. Nadie interrumpe a nadie. Hay respeto y cuidado en el encuentro. El tereré va girando en un tejido invisible de afectos.
Lxs estudiantes hemos llegado a la cita, después de pasar la requisa, y dejar en la entrada nuestros documentos. Nos sellan la piel como si fuésemos ganado. Las mujeres, para poder entrar, tenemos que disfrazarnos de mujeres. No podemos hacerlo si no es con polleras.
Simeón nos da la bienvenida. Cada quien se presenta. Los profes son los seis campesinos, que llevan diez años de injusta prisión política, primero en Argentina y luego en Paraguay. Lxs estudiantes somos compas solidarixs de acá y de allá.
La Escuela de Formación Política Soledad Barret toma hoy el tema del juicio a los campesinos y campesinas que están siendo juzgados como responsables de la Masacre de Curuguaty. Agustín analiza la sucesión de aberraciones legales e ilegales realizadas desde el poder político, militar y judicial. Todo se ha preparado minuciosamente para condenar a los campesinos y campesinas con penas ejemplares. La fiscalía ha pedido que su condena la cumplan en Tacumbú.
En otros momentos, aun antes de formar la escuela, los seis campesinos daban clase en el sótano que en los primeros días de junio fue parte de la zona incendiada, y quedó hecho cenizas. En el incendio murieron cinco presos, que eran parte de los alumnos de la escuela. Ahí se destruyeron sus instrumentos de trabajo. Más de 20 máquinas del taller textil, en el que realizaban trabajos para sostener a sus familias. El sótano tiene historia. En el tiempo de la dictadura de Stroessner, fue lugar de tortura de los presos políticos. El incendio era del todo previsible. El penal está sobrepasado en su estructura (4000 presos amontonados en un lugar con capacidad para 1200). Distintos informes de organismos de derechos humanos nacionales e internacionales lo habían alertado.
La clase sigue con un repaso de temas de la situación internacional, de las luchas de los pueblos, de los aprendizajes. Preguntas y respuestas sobre Argentina, sobre Colombia, sobre Brasil, sobre Venezuela. El avance de las derechas. Las posibilidades de resistencia. Los aprendizajes de estas experiencias.
Un muchacho pregunta por qué eligieron el nombre de Soledad Barret para la escuela. Le cuenta Arístides que Soledad era una joven paraguaya internacionalista, una luchadora revolucionaria, que estuvo activando en Uruguay, que estudió en Cuba, que fue asesinada en Brasil. Cuenta que fue traicionada y entregada a la policía por quien era su pareja. Soledad fue brutalmente torturada antes de ser matada. Dice Arístides, que lo peor en los seres humanos es la traición.
La clase atraviesa los temas de la memoria, de la ética, de la política. Es una clase de dignidad, realizada entre las ruinas de la humanidad. Es una clase de libertad, realizada en el encierro. Es una clase de integridad, realizada bajo la presión de diez años de tortura física y psicológica, con la que pretendieron desintegrarlos.
Me acompañan dos compañeras de CONAMURI, que además de ser estudiantes en esta oportunidad, han realizado talleres con los seis campesinos presos sobre feminismo. Los presos campesinos me piden libros de feminismo. Alguno llevo siempre bajo la pollera. Ya se sabe los muchos usos que pueden tener esas prendas.
Duele la despedida. Los maestros nos dan tarea para el hogar. Escribir un texto para difundir lo que aprendimos. En este mismo momento, lo estoy terminando, mientras un grupo de mujeres se encadena en las puertas del Palacio de Justicia, para pedir la absolución de sus familiares, juzgados por la masacre de Curuguaty.
La criminalización de las luchas campesinas, es el modo de acción sistemático de la injusticia colonial paraguaya, que trabaja para el poder narcosojero. Los golpistas, que hicieron la masacre, esperan quedar en las sombras del relato oficial, y condenan a las víctimas, una y otra vez.
Me voy con rabia. Las clases continúan. Quiénes estén interesados en asistir, visiten a los presos campesinos …
Entre el ruido fuerte y ensordecedor de la música, puede ser que sientan sobrevolar el espíritu libre de Soledad Barrett. Saltando los muros de las prisiones, y de todas las muertes posibles. Soledad, siempre.
Claudia Korol. 4 de julio, 2016