Por Tomas Eliaschev – @TomasEliaschev / Foto: Marcelo Somma
La Marcha Mundial de la Marihuana fue masiva. A la cabeza estuvieron las mamás que cultivan marihuana para hacer el aceite que sana a sus hijos con epilepsia.
La marea verde que inundó la Plaza de Mayo y todo el camino hasta el Congreso fue contundente. No existe otra movilización de masas de similares características. Excepto el aniversario del golpe cívico militar, no hay otra fecha donde tanta gente se movilice, todos los años. También se la puede comparar con el 1ero de mayo, ya que la marcha tiene lugar en muchísimos lugares del planeta a la vez. Los organizadores calcularon 150 mil personas en Buenos Aires y otros 20 mil en las 19 ciudades del país donde se replicó. Estamos hablando de la Marcha Mundial de la Marihuana, que tuvo lugar pasado sábado 7 de mayo. La Metropolitana tuvo que admitir que hubo 70 mil marchando por el centro porteño.
Más allá de lo impactante de los números, este año la jornada tuvo una relevancia excepcional. Un nuevo actor llegó para abrirse paso en el debate. Y nadie puede hacerse el distraído. Al frente de la movilización estaban madres, padres, abuelos, hermanos. Son los familiares de niñas y niños con epilepsia refractaria que gracias al aceite de cannabis salvaron sus vidas. Son el nuevo actor en la pelea contra el prohibicionismo. Son quienes van a terminar de derrumbar la absurda “guerra contra las drogas”. Son las víctimas de los daños colaterales de la persecución absurda contra una planta milenaria y sanadora.
Marcharon con sus hijas e hijas, muchos en sillas de ruedas. Las acompañó una verdadera multitud. La conciencia del autocultivo ya no es más un hobby de minorías. La impresionante labor de difusión realizada pese a la persecución por los cultivadores y medios especializados, como la revista THC, dio sus frutos. “Yo no soy un delincuente, yo no soy un criminal, yo cultivo marihuana, no más presos por plantar”, cantaban los manifestantes.
“A ver quién se anima a decirle que no a estas madres”, arengó Matias Faray, de la Asociación de Cannabicultores del Oeste, a cargo de presentar a los oradores que hablaron con el Congreso vacío a sus espaldas. Los presentes estallaron en aplausos. Con sus remeras negras y verde subieron al escenario las integrantes de Mamá Cultiva Argentina. Se conformaron hace dos meses, tomando el ejemplo de sus compañeras en Chile, que ya lograron que 20 municipios en el hermano país ya estén plantando marihuana para uso medicinal.
Hace uso de la palabra Valeria Salech, presidenta de la asociación. Sus palabras emocionan. Vale la pena detenerse en su discurso: resume con mucha potencia todo un movimiento. “Nosotras cultivamos marihuana para nuestros hijos. El aceite de vida nos cambió la vida. Nos contentábamos con frenar las convulsiones. Resulta que el aceite les devolvió la vida. Teníamos hijos babeándose, mirando la nada. Hoy tenemos hijos que se ríen mirando la Pantera rosa, Nosotras somos mamás del Garraham, somos mamás del pueblo. Queremos cultivar el aceite con nuestras propias manos”, explicó.
El planteo es claro. Pese al avance que implicó que el ANMAT permitiera la importación de aceite de cannabis estadounidense, estás mamás quieren poder producir ellas mismas la medicina que le salvó la vida a sus hijos. Los miles y miles de pesos que cuesta la batería de medicamentos legales que les recetan a sus hijos han hecho que quieran cortar con el mundo de las farmacéuticas. Los efectos adversos de esos medicamentos son devastadores.
“Es oro en polvo ese aceite. No nos interesa nada la plata, queremos plantar, queremos la planta. Queremos medicina para nuestros hijos. La única forma que funciona es el autocultivo colectivo y comunitario”, continuó la referente. De esta forma se garantizan tener las variedades que sus hijos pueden llegar a necesitar, con distintas proporciones de THC y CBD, los dos compuestos principales de la planta. “No podemos entregar ese poder a las importaciones, a un laboratorio. La marihuana es algo que nos regaló la tierra. Nace en cualquier lado”.
Finalizó con una convocatoria: “Lleven este mensajea sus compañeros de facultad, al barrio. No se trata de pibes fumones que piden una pavada. Estamos pidiendo medicina. Explíquenselo a todas las personas que conocen, a sus padres. No están desinformados están mal informados. Porque alguien hizo que la gente crea que esto es algo malo. No hay cosas buenas y malas: hay conciencia e inconciencia. Apuntamos a la conciencia, al corazón de la gente: la marihuana nos hace bien, nos llena de risa. Estamos como estúpidas mirando como nuestros hijos hacen a los 9 años lo que tendrían que hacer al año. Vamos por la legalización y de la regulación. El Estado tiene que tomar cartas en el asunto. No lo va a hacer si notros no empujamos para que pase”.
Antes de hablar con la multitud presente, Valeria contó su historia a Marcha. “Gracias al aceite de cannabis vi renacer a mi hijo. Lo empezó a tomar cuando tenía 9 años, ahora tienen 10. Hizo que se frenaran las convulsiones. Además logre conexión con él, logré que esté conectado con nosotros, que pueda hablarnos, que tenga interés en salir de su autismo”, detalló. Hace dos meses conformaron Mamá Cultiva, que junto a Cannabis Medicinal de Argentina (CAMEDA), estuvieron en la cabecera de la marcha.
“Estamos creciendo muy rápido porque hay una necesidad enorme, hay muchos chicos convulsionando en este momento, de forma innecesaria. Hay 400 mil epilépticos, el 30 por ciento es refractario”, calcula Valeria. “Esto es por la salud de nuestros hijos y de un montón de gente. No podemos seguir esperando. Necesitamos ya que se legalice y se regule el cannabis”.
Aquí, video de la intervención de Valeria Salech en la Plaza.