Por Cezary Novek.Reseña del libro de relatos de Rodolfo Santullo Perro come perro, reeditado después de casi una década por Llanto de Mudo.
Ocho años pasaron de la primera edición del libro de relatos Perro come perro, a cargo de Artefacto. Quince desde la escritura del relato más viejo, que abre el libro. Once desde el más reciente. Hace unos meses, la editorial cordobesa Llanto de Mudo volvió a lanzar a las calles este breve y contundente conjunto de relatos de policiales a los que el paso del tiempo no les ha hecho ni cosquilla.
La experiencia de lectura -que puede durar unas dos horas de reloj- obliga a no apartar la vista hasta la llegada de los créditos de impresión. Así de vertiginosa es la narrativa de lo que se podría llamar un “Santullo temprano”, que se desenvuelve con comodidad en una prosa simple pero irascible, plagada de violencia y crueldad desde la primera hasta la última página.
Las comparaciones con el cine -por odiosas que sean siempre- son obvias pero necesarias: Guy Ritchie, por el ritmo narrativo que no deja respiro; Tarantino, porque hay situaciones, diálogos y guiños al estilo; y Sam Peckinpah, por la brutalidad con las que se resuelven muchas historias, el humor negro y el paisaje estéril del desierto (la ambientación de los cuentos siempre termina dando sed, no en vano el texto de la contraportada firmado por Alejandro Farías define su voz como “seca y descriptiva”), en el cual la única salida es a los tiros y nunca termina bien. Se puede decir sin exagerar que es un cóctel de explosivos de diferente procedencia. Santullo es cualquier cosa menos amable con sus personajes. Por el contrario, pareciera que fuese un demiurgo con ganas de complicarles la vida hasta más allá de la desesperación sin perder la verosimilitud.
Volviendo a la mención de Bloody Sam, el protagonista del primer cuento recuerda un poco al Bennie que encarnó Warren Oates en Tráiganme la cabeza de Alfredo García (1974), porque es un perdedor que hasta el último momento es incapaz de disimular su naturaleza sensible y caballeresca. El cuento llamado “La cuarta tumba” también contiene un guiño acerca del cuerpo que se pasea de un lado al otro y por el recurso del McGuffin. Pero no es una versión en prosa de Peckinpah. Santullo tiene una voz sencilla pero propia, que borda con naturalidad historias colmadas de traiciones, venganzas, ambiciones peligrosas y, sobre todo, sed. De sangre, por supuesto. Especialmente sangriento es el último relato del libro -que se llama igual que el conjunto, “Perro come perro”- en el que un periodista es invitado a presenciar una riña de perros en la estancia de un poderoso Don que piensa resolver cuestiones pendientes con un par. Es inútil contar más sin caer en el spoiler. Aunque por momentos -insignificantes- uno cae en la cuenta que es una obra primeriza o que muchas veces, en alguno de los cuentos (especialmente, el primero) se cae en la comparación constante o en algún que otro cliché, es un libro que probablemente se vuelva a editar dentro de diez años porque tiene ese curioso equilibrio entre energía y solidez que caracteriza a los clásicos.
Merece ser destacada la ilustración de portada -a cargo del dibujante oficial de Llanto de Mudo, Nicolás Sánchez Brondo- que muestra a un Rottweiler dispuesto a atacar sobre un fondo rojo que puede llamar la atención a media cuadra de distancia. El gesto carnicero y despiadado del can representa a la perfección la voz narrativa de Santullo en estos relatos breves.
Rodolfo Santullo es un escritor, periodista y guionista uruguayo nacido en México en 1979. Fue editor de historietas (está al frente de Grupo Belerofonte), ha ganado premios y distinciones de diferente índole. Resumir su currículum es difícil, ya que es un autor de los más prolíficos que hay en actividad. Ha publicado la novela Las otras caras del verano(Amuleto, 2008, en colaboración con Martín Bentancor, que ganó la mención de honor en el Concurso Literario Municipal 2002); el libro de cuentos Perro come perro (Artefacto, 2006), la novela Cementero Norte (Trilce, 2009, ganadora en los Fondos Concursables para la Cultura 2008), la novela Sobres Papel Manila (Estuario, 2010, Segundo Premio en el Premio Anual de Literatura del MEC 2009), la novela Aquel Viejo Tango (Estuario 2011, en colaboración con Martín Bentancor), El último adiós (Ediciones de la Banda Oriental, 2013) y Matufia (Estuario, 2014) Colabora como periodista en diferentes medios gráficos. Desde 2010 es colaborador de revista Fierro. Ha publicado las novelas gráficas Los últimos días del Graf Spee, Cena con Amigos y Acto de Guerra.
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