Por Gabriela Gurvich. Primera de una serie de dos notas sobre un cine en busca de una ideología y de una identidad propias, en una situación en la que todo está siendo removido desde sus cimientos, donde nada permanece y todo lo sólido se desvanece en el aire.
Los jóvenes de América se ponen la camisa al codo, hunden las manos en la masa, y la levantan
con la levadura del sudor. Entienden que se imita demasiado, y que la salvación está en crear.
Crear es la palabra de pase de esta generación.
José Martí
La revolución del 59 encontró a los cubanos sedientos de una nueva cultura, de una expresión propia del pueblo. No puede pensarse la construcción de la revolución sólo en la esfera política y económica sino que también es intrínseca a ella la revolución en la esfera cultural. En palabras del propio Fidel Castro: “Nosotros hemos sido agentes de esta Revolución, de la revolución económico-social que está teniendo lugar en Cuba. A su vez, esa revolución económica y social tiene que producir inevitablemente también una revolución cultural en nuestro país.” [1]
Esta preocupación por la recreación de la cultura responde a una característica distintiva de la revolución cubana. El campo ideológico es estratégico para los revolucionarios, que ven allí el terreno indispensable por donde debe avanzar. La revolución se afianzará allí y a través de la cultura y de la ideología se construirá al hombre nuevo y, junto con él, la nueva sociedad. Esto se hace visible ya en los primeros meses de la llegada de los barbudos al poder. El 26 de Julio de 1959 Ernesto Che Guevara le escribe a Alfredo Guevara [2]: “Mi estimado Alfredo, apenas recibí tu carta me puse en contacto con una compañía e hice por mi cuenta el siguiente ofrecimiento: instalación, por parte de Japón, de un estudio con todo el equipamiento para tres películas mensuales, pago en azúcar. (…) Te envío con el portador un libro que tal vez pueda servirte, no se su valor porque no hablo ingles ni entiendo de cine. Che”.
Que los dos principales dirigentes de la revolución irrumpan también en el plano cultural dice mucho acerca de ella y deja en claro que ambos supieron entender que sus bases no sólo están en lo económico sino que se hace imprescindible construirse sobre bases culturales, ideológicas, morales, éticas y humanas.
En aquellos años, Cuba no contaba con una gran infraestructura pero sí con algunos cineastas formados en Italia bajo la influencia del Neorrealismo. Y especialmente contaba con ideas y con una nueva realidad que mostrar y que construir. Como decía Glauber Rocha, “los nuevos cines empezaron con una idea en la cabeza y una cámara en la mano.”
Y la revolución tomó algunas medidas decisivas en este plano. Creó el ICAIC (Instituto Cubano de Arte e Industria Cinematográficos), los cinemóvil (unidades móviles, camiones e incluso barcos que recorrían el interior de la isla llevando el cine a todos los rincones del país [3]), la revista Cine Cubano y el programa televisivo 24 cuadros.
Cuba, la revolución, el cine y las masas
En los años 60 proliferaron en toda América Latina los cines políticos y militantes: el Cinema novo brasileño, en Argentina se gesta el Cine de la base y el Cine liberación, Jorge Sanjinés y el grupo Ukamau hacen lo propio en Bolivia. En cada país se dio con sus especificidades pero es evidente que todos nacían de una misma necesidad y convergían en puntos similares de creación.
Desde la problemática especifica del cine como herramienta de construcción de una nueva conciencia y de transformación de la realidad en la que se inscribe, Cuba se enfrentó al problema de la comunicación de masas desde el propio Estado, a diferencia de los otros cines políticos que debieron enfrentarlo desde los márgenes.
Los cineastas cubanos se vieron ante múltiples dilemas: ¿Cómo definir la naturaleza del cine revolucionario? ¿Cómo alterar la exhibición y cambiar los gustos de espectadores alimentados por las imágenes y los géneros de Hollywood? En 1964, en un articulo publicado en Cine Cubano, Julio García Espinosa [4] analiza y critica el cine realizado hasta entonces y se pregunta qué clase de películas debían hacerse y qué películas debían exhibirse. Este será el eje fundamental en que se dividirá la comunidad artística cubana, lo que dará lugar a profundas reflexiones e intentos de reconstrucción de una cultura auténticamente cubana y genuinamente revolucionaria.
Pero ante un acontecimiento como la construcción de la revolución y frente a la necesidad de crear al hombre nuevo, el naciente cine cubano se vio en la encrucijada de cómo llegar a esas masas tan poco acostumbradas a ver cine de su propio país, cómo reflejar y proponer reflexiones acerca de lo que les estaba pasando en ese momento tan particular de su historia. Se trataba de que los directores, como artistas y como revolucionarios, “expresen en el cine no ya las transformaciones revolucionarias, sino el espíritu revolucionario de la transformación” [5]. Porque de eso se trataba, no de mostrar lo que el pueblo veía ya con sus propios ojos sino de develar a través de las imágenes lo que esas transformaciones posibilitaban, plantear en el mundo de la imagen las opciones que ofrecía la realidad.
Tomás Gutiérrez Alea (Titón) [6], al plantearse esta problemática, rechaza el uso de formulas del cine burgués e indaga en la significación de un cine popular, dando cuenta de su incapacidad de conjugar la ideología revolucionaria con la masividad. Pero va aún más allá y se pregunta qué sectores son los populares, aquellos a los que debe dirigirse el cine revolucionario y se responde que serán aquellos “que mejor encarnan, conciente o inconscientemente, las líneas de fuerza que configuran el desarrollo histórico, es decir, que tienden hacia el mejoramiento incesante de las condiciones de vida en el planeta” Entonces se hace necesario responder a los intereses mas vitales de esas masas, por lo que el cine popular “debe responder no sólo al interés inmediato (necesidad de disfrute) sino también a la necesidad básica, al objetivo final: la transformación de la realidad y el mejoramiento del hombre” [7].
Notas
[1] Palabras a los intelectuales, Discurso pronunciado por Fidel Castro el 30 de Junio de 1961 con motivo del encuentro de artistas y escritores realizado en La Habana.
[2] Militante revolucionario del Movimiento 26 de Julio en el llano. Gran teórico e intelectual, trabajó siempre en el campo de la cultura. A la sazón presidente del ICAIC.
[3] Experiencia capturada impecablemente por Octavio Cortazar en un cortometraje “Por primera vez” (1967), donde registra la primera experiencia de contacto con el cine en un pueblo de Cuba.
[4] Garcia Espinosa es uno de los cineastas de la revolución. Intelectual y teórico del cine, su texto más brillante y que marcó fuertemente a la historia del cine Latinoamérica es Por un cine imperfecto.
[5] Guevara, Alfredo, Reflexiones en torno a una experiencia cinematográfica, Cine Cubano nº35.
[6] Gran cineasta de la revolución, junto con García Espinosa hacen en 1955 El mégano, mediometraje considerado el antecedente del nuevo cine cubano.
[7] Gutiérrez Alea, Dialéctica del espectador, Hojas de Cine III, México, 1988