Los datos de pobreza muestran una situación social preocupante y las encuestas ya empiezan a mostrar el fin de la luna de miel. ¿Cuánto puede aguantar la sociedad el brutal ajuste?
Por Pablo Nolasco Flores | Foto: Somos Barrios de Pie.
Vamos a celebrar el hambre y no tener a quien oír y nadie a quien amar.
Seguir alimentando las maldades. Vamos a aplastar un corazón,
vamos a celebrar nuestra bandera. Nuestro pasado de absurdo gloriosos,
todo lo gratuito y feo, todo lo que es normal.
Vamos a cantar juntos el Himno Nacional, la lágrima verdadera.
Vamos a celebrar nuestra nostalgia conmemorando nuestra soledad.
Perfección, Attaque 77, año 1998
La pobreza en Argentina alcanza al 52,9% de la población. Cerca de 30 millones de personas
viven en esa situación y 5 millones en la indigencia. En lo que va del año el porcentaje de
pobres aumentó más de diez puntos porcentuales y el de indigentes, seis. Una catástrofe
social en poco tiempo. Los números no hablan por sí solos. Muestran resultados pero no los
procesos. De lo que se trata, entonces, es de poder desandar explicaciones que den cuenta del
por qué de estas cifras.
Si hay pobres es porque hay empobrecedores. Si la pobreza fuera una moneda, de un lado
estarían los pobres y del otro lado los empobrecedores. Si cada vez hay más pobres es porque
tienen menos recursos para sostener su vida material. A la par, si hay empobrecedores es
porque concentran más riqueza. Si no partimos de esta lógica parecería que los pobres crecen
de la nada. Pero no, no es así. Hay alguien que se queda con eso que ellos ya no tienen.
Crisis económica y sufrimiento social
En Historia de las crisis argentinas (2020) Antonio Brailovsky escribió que una crisis es una
de las peores formas de dolor humano. Cada una de ellas significa la frustración de deseos,
esperanzas y la pérdida de potencialidades humanas. La gente se enferma, se muere y los que
no, llevan una vida desdichada en la desocupación y la miseria. Además agrega que las
propuestas de salidas a las crisis siempre son las mismas: los sectores más postergados tienen
que hacer los sacrificios para que el sistema económico vuelva a su equilibrio estable.
La especificidad propia de Argentina es que la crisis económica se viene desarrollando hace
bastante tiempo. Quizás esos deseos y esperanzas ya están perdidas. Esto puede pensarse así
por la tolerancia al ajuste y la paciencia social. ¿Por qué una sociedad que tenía un imaginario
social ascendente soporta que casi un 53% de su población viva en condiciones de pobreza?
Venimos insistiendo en la complejidad para analizar a la sociedad argentina. Es tan grande el
nivel de fragmentación social que podemos ubicar diferentes segmentos según ingresos,
vínculos con el mundo laboral, formas de consumo y círculos sociales. Sin embargo hay dos
novedades que nos trajo la crisis capitalista argentina en los últimos años: los trabajadores
formales pobres y la naturalización de la pobreza estructural de una gran capa de las clases
populares. Entonces, no nos sirve de mucho preguntarnos simplemente “¿por qué esto se
banca y no explota?” si no complejizamos el análisis.
Leandro Barttolotta, Ignacio Gago y Gonzalo Sarrais Alier son tres sociólogos populares que
en los últimos años vienen escribiendo sobre los padecimientos de ese sector que vive en la
precariedad naturalizada. La sociedad ajustada (2019) e Implosión, apuntes sobre la cuestión
social en la precariedad (2023) son dos trabajos donde además de cartografiar, mapear y
hacer trabajo de campo proponen nuevas explicaciones para comprender qué pasa por abajo.
Las vidas populares que soportan la inflación, los barrios ajustados y estresados, las vidas en
el abismo de la precariedad y el terror anímico que esto provoca, el consumo empobrecido, el
endeudamiento, la depresión y los cuerpos cansados son conceptos potentes que recorren los
análisis de estos autores que no hacen sociología a distancia. ¿A este sector de la sociedad
que sufre todos estos padecimiento le vamos a pedir que estalle, que exploten, que salgan?
Las crisis económicas, a contramano de lo que sostienen los liberales, no se producen por la
distribución de la riqueza, sino por su concentración. Las mismas son aprovechadas para
profundizar estos procesos de centralización de recursos por parte de los sectores capitalistas.
Por eso hay poca imaginación para las salidas de las crisis y siempre se sale de la misma
manera, con ajuste a los más desposeídos.
Los fabricantes de mentiras
Un profesor de Economía Política en su clase a sus estudiantes del profesorado de Historia
les dijo:
- Yo, de la derecha no espero nada. Con la derecha ni a la esquina. Pero a aquellos que
en nombre del pueblo, lo empobrecieron cada vez más, mi total desprecio.
Porque los nuevos trabajadores pobres y esa normalidad precaria se gestó durante los últimos
doce años, donde la mayor cantidad de estos gobernó el peronismo. Milei incorporó un
discurso de campaña donde decía que venía a resolver esos dramas populares. Apuntó contra
la casta. Sin embargo, a casi diez meses de su gestión no sólo la casta sigue viviendo de
privilegios sino que tiene a la mitad del país subsumido en la pobreza y casi una quinta parte
en la indigencia.
El número de pobreza es una conclusión de la estafa electoral del gobierno de Milei: la casta
no pagó ningún ajuste -ni tampoco lo va a pagar-. Lo pagaron los mismos que se venían
empobreciendo en los últimos años a fuerza de inflación y precarización de la vida.
Disciplina social
Empobrecer, ajustar y precarizar puede terminar disciplinando a las personas. Un sujeto
disciplinado no pide derechos, no demanda una vida mejor. El miedo lo paraliza. No lo hace
porque su situación material y simbólica le impide imaginar mejores futuros. Porque un
sujeto que vive en un círculo de pobreza le impide ver más allá. No le reclama a los estados,
ni a los políticos y , mucho menos a los principales responsables del empobrecimiento, los
empresarios. Y, justamente, hace muchos años que el capitalismo local necesita que las
demandas sociales se mitiguen para poder aplicar las reformas necesarias y relanzar sus
inversiones productivas y aumentar sus ganancias.
El ex vicepresidente de Bolivia, Alvaro García Lineras escribió una nota en el portal Jacobin
titulada “El monstruo de la inflación”. En ella sostiene que “la inflación abre en la estructura
cognitiva de las personas la desesperada búsqueda de nuevos referentes discursivos y
propositivos que le ayuden a recuperar la certidumbre sobre el mundo. La elevada inflación
es un agente de la incertidumbre estructural que agrede el horizonte predictivo con el que las
personas concurren al mundo cada día. De sus entrañas emergen las monstruosidades
políticas más desgarradoras. Y dejan una huella en la experiencia subjetiva que tarda al
menos una generación en borrarse”. Milei representa esa monstruosidad. Su discurso cruel
tiene cabida por la guardia baja que tienen las mayorías populares producto del ajuste
permanente. Pero además, no parecería haber espacio para las salidas colectivas. Al contrario,
se observa con cada vez más fuerza los discursos basados en las salidas individuales y de
competencia.
Lo que aguanta no estalla
En una nota escrita por Pablo Ibañez para el medio Cenital se presentaron testimonios de
intendentes peronistas del conurbano donde grafican lo que está sucediendo en los sectores
más indigentes de la sociedad. Uno de ellos expresaba que “el Gobierno aumentó mucho la
AUH y la Tarjeta Alimentar. Eso ayuda a zafar a los sectores más bajos. El tarifazo no pega,
porque en las villas no pagan tarifas. Y el aumento del transporte impacta menos, porque no
todos lo usan” y otro agregó que “Milei es, en todo, un Macri mejorado. Subió los planes y,
además, los liberó de la contraprestación del plan Potenciar”. El gobierno libertario
entiende que tiene que sostener un control de los procesos de marginación social. Es preciso
que se conserve un mínimo de prevensión social en el marco de la profundización de la
pobreza. ¿Alcanza esto para contener la pobreza?
Para el gobierno, es una necesidad que esta fragmentación no estalle. Al menos hasta que
lleguen los dólares, se pueda salir del cepo, en el medio ganar las elecciones del año que
viene y que la economía comience a crecer. Empresa difícil para una Argentina donde la
norma parece ser la inestabilidad. Pero además, como decía una vieja profesora de Política
Económica “crecimiento no es desarrollo”. ¿Qué garantiza que ese crecimiento decante en un
derrame tal como sostienen los liberales?
El capitalismo argentino es el que fabrica pobres e indigentes. Un capitalismo que no puede
incorporar a toda esa masa de excluidos ni pagar buenos salarios ni mejorar la distribución
del ingreso. Mientras no los incorpora tiene que contenerlos con transferencias del estado
pero esto potencia los procesos de fragmentación y una sociedad más rota.
¿Cuál es el límite social del ajuste? No lo sabemos. El ajuste va a seguir. Como dice el
economista Cristian Caracoche, los procesos de ajuste siempre son inestables hasta que
resulten. Eso depende de la tolerancia social. En estos últimos días circularon encuestas
donde indican que el nivel de aprobación de la gestión del gobierno comenzó a bajar. No
debería ser llamativo de un gobierno que no estaría cumpliendo las expectativas: una
inflación que llegó a su piso y no baja, el veto a los jubilados y el posterior asado para la
casta, las contradicciones en lo discursivo y lo que efectivamente se hace. ¿Hasta cuándo se
tendrá paciencia? ¿Habrá límite al programa libertario? ¿Quienes se le impondrán? Y si hay
límite, ¿cómo se traducirá?