Este lunes recorrió el mundo la noticia de la dimisión del Papa Benedicto XVI. Es el primero en renunciar en 598 años. Concluye un papado conservador que sufrió varios escándalos a lo largo de sus ocho años de duración.
En un breve discurso que leyó durante una misa el lunes 11 de febrero el actual Papa de origen alemán, Joseph Ratzinger, conocido como Benedicto XVI, anunció su renuncia al cargo que se hará efectiva el próximo 28 de febrero. Según sus palabras, “después de haber examinado ante Dios reiteradamente mi conciencia, he llegado a la certeza de que, por la edad avanzada, ya no tengo fuerzas para ejercer adecuadamente el ministerio petrino”.
De esta forma se conoció la noticia que “ha tomado a todos por sorpresa”, tal como relató el vocero del Vaticano, Federico Lombardi. Ahora, conforme al Código de Derecho Canónico, luego de que el cargo quede vacante se debe convocar a un Cónclave dónde hasta 120 cardenales menores de 80 años se juntarán y votarán al nuevo jefe de la Iglesia Católica. Se calcula que durante la segunda quincena de marzo los cardenales sesionarán y elegirán al nuevo Papa que debe ser votado por al menos dos tercios de los presentes. En caso de no alcanzar esa mayoría se realizarán nuevas votaciones hasta que algún candidato logre el número necesario.
Si bien el hecho sorprende, existen algunos indicios en los ocho años de gestión de Benedicto XVI al frente de la Santa Sede que permiten evaluar otros motivos más que simplemente la falta de “vigor” suficiente para seguir con sus tareas.
Empapado en escándalos
Benedicto XVI asumió el 19 de abril de 2005, sucediendo a Juan Pablo II, uno de los papas que más tiempo estuvo al frente del Vaticano. Su breve mandato que concluye a fines de febrero estuvo marcado por varios escándalos tanto hacia adentro como hacia afuera de la Iglesia Católica.
Ratzinger llegó a Papa luego de haber dirigido durante 20 años la Congregación para la Doctrina de la Fe (institución heredera de la Inquisición de la Edad Media) y sus posiciones ortodoxas respecto de la religión lo llevaron a alejarse de las reformas adoptadas por el Concilio Vaticano II (1962 – 1965), que habían modernizado a la Iglesia durante el siglo XX.
Volvió a permitir que se de misa en latín y levantó la excomunión que pesaba sobre los cuatro obispos consagrados en 1988 por el arzobispo Marcel Lefebvre. Lefebre era un tradicionalista que se oponía las reformas en la Iglesia que impulsó el Concilio Vaticano II por lo cual fue excomulgado por Juan Pablo II, junto con cuatro obispos que había ordenado. Entre ellos está el inglés Richard Williamson que cuenta en su haber con declaraciones negacionistas del Holocausto judío.
Por otra parte, durante su papado tomaron aun mayor relevancia los casos de abuso sexual de sacerdotes. Apenas un año después de su asunción le debió exigir a Marcial Maciel, fundador de los Legionarios de Cristo, su renuncia a “todo ministerio público” por estar investigado en ese tipo de denuncias. Fue el primero de una larga lista que lo obligó, tiempo después, a pedir él mismo perdón a las víctimas de esos actos. Incluso, en un hecho sin precedentes, en 2010 convocó en Roma a todos los miembros del Colegio Cardenalicio para debatir los casos de los sacerdotes pederastas.
Por último, el caso de escándalo más conocido y renombrado fue el llamado “Vatileaks”. En 2012 salió a la luz un libro en el que se recopilaban documentos, intercambios de cartas y otros textos que revelaban actos de corrupción y mal manejo de dinero en la administración de la cuentas del Estado Vaticano.
Esos materiales fueron filtrados por el mayordomo del Papa, Paolo Gabriele quién se declaró culpable aunque argumentó que lo hizo por “exclusivo amor” hacia la Iglesia y hacia el Papa y que no se veía como un ladrón. El mayordomo afirmó que la situación de “desconcierto” que veía en el Vaticano y la corrupción en la Iglesia, fue lo que le empujó a su acción.
Gabriele fue condenado a 18 meses de prisión pero fue indultado a fines del año pasado por el mismo Benedicto XVI.
Cuando un Papa se va
Cuando un Papa se va puede ser por dos motivos (según la normativa católica): Por muerte o por renuncia válida. En ese sentido la historia de las sucesiones papales está plagada de intrigas, sospechas de asesinatos y presión política.
El caso más reciente remite a la muerte de Juan Pablo I. Este Papa estuvo al frente de la Iglesia católica sólo durante 33 días en el año 1978. En su corto mandato propuso que el 1% del diezmo que recibe la Iglesia fuera destinado a obras de caridad en el Tercer Mundo, además se negó a ser coronado en su asunción, acto que le valió el repudio de sectores conservadores. Sin embargo, lo que más pesó sobre su supuesto asesinato fue pretender “limpiar” las cuentas del Vaticano. Pocos años antes, la Santa Sede había vendido a un banco privado la Banca Cattolica del Veneto en una maniobra financiera poco clara. El intento por esclarecer esto fue lo que lo condenó a un breve mandato que terminó con más dudas que certezas sobre su muerte.
No casualmente, Benedicto XVI renunció poco tiempo después de que se conozcan (esta vez contra la voluntad del sumo pontífice), los manejos fraudulentos de dinero por parte de las autoridades vaticanas. Más que la falta de vigor de Ratzinger, el verdadero motivo de su renuncia parece ser la fuerte interna política de la iglesia. Una Iglesia que en los últimos años ha luchado por mantener su poder y sus fieles en un mundo que, ahora sí como dijo Benedicto, está “sujeto a rápidas transformaciones y sacudido por cuestiones de gran relieve para la vida de la fe”.
La elección del próximo Papa definirá en gran parte la capacidad de esta institución milenaria de amoldarse o no a los nuevos tiempos.