son 83 los femicidios en lo que va del año a lo que se suman los travesticidios sociales. Camila Tarocco, de Moreno, es la última y son 22 de nosotras menos desde que comenzó el aislamiento social por el COVID19.
Por Estefanía Santoro y Laura Salomé Canteros / Fotos: Nadia Petrizzo
Nos matan, nos entierran, nos desechan como basura ¿Qué hace el Estado para protegernos de los femicidas? ¿Qué hace el Estado para prevenir los femicidios?
A Camila Tarocco la buscaban desde el viernes tres de abril, hoy encontraron su cuerpo, la mató el padre de sus hijxs y la enterró. El femicida ya tenía denuncias por violencia de género. Otra más que nos arrancan y el Estado es responsable.
El 28 de marzo fueron encontradas sin vida cinco mujeres que estaban desaparecidas. En marzo, 24 fueron asesinadas por sus parejas o ex parejas. Además, tres niñas fueron halladas muertas por femicidios vinculados. Desde que comenzó el 2020 ya son 83 las asesinadas, la cifra aumenta al sumarle siete travesticidios sociales causados por la falta de acceso a derechos básicos como educación, salud, trabajo y vivienda. La mayoría de estas muertes de travestis y trans se vinculan a enfermedades evitables de las que no mueren tempranamente otras poblaciones.
A nivel mundial, estamos atravesando un momento inédito producto de la pandemia por el Covid-19. Se habla de la necesidad de un cambio de social, de solidaridad, de colectivizar las tareas de cuidados -siempre realizadas por mujeres- y de la importancia de privilegiar la salud por sobre la economía. Frente a los límites impuestos por el aislamiento ¿cómo repensar la familia y los vínculos, cuando el peligro se encuentra en el hogar? Frente a una pandemia, que perjudica la economía de las personas, el gobierno nacional entregó subsidios, frenó los aumentos de los alquileres y prohibió la suspensión de servicios.
Hoy las medidas de aislamiento social recrudecen la violencia machista. ¿Por qué aún no se han implementado medidas urgentes para enfrentarla? ¿Por qué siempre hay algo por delante que importa más que frenar esta matanza? ¿Se aumentó la partida presupuestaria destinada a políticas de género? ¿Cómo generar comunidad, cuidados, alertas? ¿Cómo hacer de los hogares un lugar seguro? La sociedad será la misma si los pedidos de auxilio continúan sin ser oídos. Urge un cambio de paradigma. La cruzada contra la pandemia que ataca al mundo debe librarse combatiendo en simultáneo a la violencia machista que no para de crecer, son vidas las que están en riesgo, no se pueden pensar medidas para enfrentar la pandemia sin pensar medidas para enfrentar la violencia machista.
La solución no la vamos a encontrar copiando ideas importadas que no responden a las demandas de nuestros territorios. El “quedate en casa” debe contemplar de manera integral la violencia machista con acceso real a la justicia.
Esa violencia que destruye vidas y que no es una pandemia, ni una enfermedad, ni un virus. Es la forma más cruel en la que se expresa el machismo, perpetuado por el régimen patriarcal (y capitalista) que domina a nivel mundial.
Fátima Acevedo había denunciado seis veces a su expareja, tenía un botón de pánico y vivía en un centro para víctimas de violencia machista. Su femicidio puso en evidencia que ninguna de estas medidas alcanzó para resguardar su vida. Se encontraba desaparecida desde el 1 de marzo, el cuerpo sin vida fue encontrado siete días después. Su ex novio, Jorge Nicolás Martínez, se encuentra con prisión preventiva, imputado por “homicidio agravado por el vínculo y por mediar violencia de género”.
Si tenemos en cuenta que el 87% de los femicidios que se registraron en 2019 se cometieron en el hogar, según las últimas estadísticas de la Defensoría del Pueblo de Nación, la cuarentena en las casas se convierte en una jaula mortal. ¿Qué medida se despliega para aislar a esa mujer, travesti, trans de su agresor? ¿Por qué no se aísla al agresor? ¿Alcanza con un llamado, una denuncia, un botón de pánico?
Si corre en riesgo nuestra vida, ¿debemos quedarnos en casa?
Prevenir. Sancionar. Erradicar. Esas son las máximas que la Ley de Protección Integral 26.485 y nos preguntamos, ¿en qué etapa nos encontramos como sociedad? ¿En qué etapa se encuentra el Estado desde la generación de políticas públicas? ¿Sigue siendo tan ínfimo -como denunciábamos años anteriores- el presupuesto destinado a la lucha? En el Ministerio de las Mujeres, Género y Diversidad, ¿están todes capacitades para los puestos que ocupan? ¿En qué condiciones trabajan? ¿Están pudiendo articular recursos de forma inter- ministerial?
Hace años como periodistas y comunicadoras feministas y populares, reclamamos que no se ignore el asunto de los femicidios y la violencia machista en los medios tradicionales. No estamos en ellos y faltan nuestros enfoques integrales, sobre todo los que destinan argumentos en la prevención, en hablar de problemática social y en la sensibilización más que en el castigo que ya está establecido por nuestras leyes, códigos y sentencias que sientan jurisprudencia.
No podemos solo contar a las muertas ni las horas tras las que vamos a decir “ni una menos” y compartir en redes sociales o minutos televisivos una imagen y nombre que olvidaremos hasta que aparezca uno nuevo porque son historias de vida. ¿Quizá sea porque decimos lo inconveniente? ¿O porque es obvio, los varones del prime time deben correrse de la hegemonía del tratamiento de estos temas también? Dejarnos llevar por la retórica policial parecería alejarnos cada vez más de la comunicación integral de las violencias machistas para el objetivo de la prevención. Pandemia y femicidios parecen ser el maridaje perfecto. Y maridaje la palabra correcta para denunciarlo.
Cuando construimos decálogos para el tratamiento de las violencias machistas en los medios, recomendamos que las fuentes oficiales, entre las que se encuentran organismos e instituciones del Estado, del poder judicial y la policía, no sean las voces que guíen la construcción de nuestras noticias. Sin embargo hoy, tanto unos como otros, supieron ser lo suficientemente receptivos para tomar y absorver lo que desde los feminismos tenemos para proponer para una vida digna y sin violencias. Si en cuarentena, una organización feminista territorial decide realizar una convocatoria contra los femicidios , ¿solo la calificamos de irresponsable por provocar a la ley y el orden social y como periodistas ignoramos esa manifestación política de rebeldía en favor de nuestras vidas? ¿Vamos a ignorar a esas fuentes feministas? ¿Acaso el derecho a la protesta y la libre expresión no es una actividad esencial? ¿Acaso debemos difundir solo fuentes oficiales?
¿Podemos decir que estamos a medio camino si el objetivo es erradicar las violencias sobre los cuerpos feminizados? ¿Cómo construimos lo que falta si las críticas no son posibles o solo nos dedicamos a ser obedientes, rodeadas de los privilegios a los que ahora debemos sumarle el de estar seguras? En diferentes períodos históricos, los feminismos han demostrado romper con las directivas de los poderes, incluso dentro de quienes pretenden comandar un movimiento de movimientos, un movimiento de liberación… En contextos de aislamientos obligados con nuestros agresores y de presencia de las fuerzas represivas en las calles, ¿seguimos cuidándonos entre nosotras? ¿Desde dónde? ¿Cómo? ¿Son los medios amplificadores de esos cuidados?
Las manifestaciones que gritaron NUM empoderó nuestra voz colectiva y eso hoy nos permite preguntarnos, ¿qué tipo de mensajes se están (estamos) construyendo para las mujeres, lesbianas, bisexuales, travestis, trans y no binaries en este aislamiento social obligatorio y preventivo? Desde el Estado, desde las organizaciones sociales, desde los feminismos… Si solo estamos presentes mirando -como en la TV- cuando nos cuentan como una víctima más; no, NO nos vamos a quedar en casa. Por eso, si corre en riesgo tu vida, no te quedes en tu casa, andate a lo de una amiga. Y si nos cuentan como una más, apagá la tele.