Hace una semana que la Federación de Trabajadores del Complejo Industrial Oleaginoso,
Desmontadores de Algodón y Afines de la República Argentina (FTCIOyDARA) están
impulsando una huelga nacional por paritarias. Su lucha se ve enfrentada a operaciones mediáticas que buscan deslegitimar la acción sindical.
Por Pablo Flores
-Pero papá -le dijo Josep llorando-. Si Dios no existe, ¿quién hizo el mundo?
-Tonto -dijo el obrero, cabizbajo, casi en secreto-. Tonto. Al mundo lo hicimos nosotros, los
albañiles.
El origen del mundo. Eduardo Galeano. Año 1989
“Yo lo que pido es que los echen a todos y que contraten otros. Qué no los dejen más entrar
más a los de este gremio1.” La crueldad está de moda. No sólo el presidente y su vocero
festejan despidos. Ciertos periodistas, que se muestran inocentes, también se acomodan a
estas modas cuando de defender a los patrones y atacar a los trabajadores se trata. Alejandro
Fantino, es tan sólo uno de ellos. El que se sensibiliza con la historia rota del presidente, pero
demuestra su rabia contra quienes se organizan para recuperar el salario perdido por la
política de ajuste permanente del gobierno nacional.
De mugrientos y parásitos
Hace una semana que la Federación de Trabajadores del Complejo Industrial Oleaginoso,
Desmontadores de Algodón y Afines de la República Argentina (FTCIOyDARA) están
impulsando una huelga nacional por paritarias. Es por eso que la actividad productora de
aceites vegetales y la exportación de oleaginosas se encuentra paralizada. No es un conflicto
más, la huelga se desarrolla contra el sector exportador más poderoso del país, el que provee
de dólares a la estructura productiva argentina.
Daniel Yofra es el secretario general del sindicato de aceiteros. Es una voz crítica dentro del
espectro sindical. Se posiciona desde la izquierda y no se guarda sus cuestionamientos a la
CGT y a las direcciones políticas que, haciéndose pasar por los defensores de los intereses del
pueblo, ajustaron en los últimos años. El sindicato que dirige se caracteriza por las prácticas
de democracia sindical y por intentar imaginar un mundo sin explotadores ni explotados. En
su programa de radio, Fantino lo trató de gordo mugriento, pidió que lo echen a él y a todos
sus representados:
“total en lo que voy a tener que pagar de indemnizaciones me va a salir más o menos
con lo que estoy perdiendo por día con lo que este mugriento no deja entrar a la
gente. Echenlos a todos. Si este gobierno tiene huevos echenlos a todos ¿Por qué
tenemos que ser todo el tiempo presa de estos mugrientos? Y no estoy hablando de
mugriento como una cuestión de no bañarse. Estoy hablando del mugriento que
enmugra el buen funcionamiento de este país”2
¿Desde dónde se posiciona Fantino para referirse de esa manera a un representante sindical
elegido por sus compañeros de trabajo? Echarlos porque es barato. Mugrientos porque
obstaculizan el buen funcionamiento de Argentina. He aquí la doble moral del periodista
envenenador de conciencias, cómo decía Walsh para referirse a los dueños de los medios de
comunicación pro burgueses. A Fantino no le preocupa el buen funcionamiento de la
economía. Porque si así fuera tendría que crear algún calificativo para dirigirse a los que
esconden la producción para especular con una devaluación o con una baja en las retenciones.
Lo que al periodista le molesta es la organización sindical de los trabajadores y la fuerza de
estos cuando pelean unidos. Fantino es un alumno ejemplar para multiplicar los discursos de
odio, en este caso anti sindicales.
¿Cuánto vale nuestra fuerza de trabajo?
Otro elemento destacable del sindicato de aceiteros es la capacidad que tienen para evitar
perder salario real. Esto es, obtener aumentos salariales nominales por encima de la inflación.
En un material de difusión del gremio3 , sostienen que la determinación del valor de su fuerza
por el salario mínimo, vital y móvil es una de las banderas de su sindicato. Tal salario es
definido por la menor remuneración que debe recibir un trabajador que recién se inicia en la
actividad y le permita obtener un alimentación adecuada, vivienda digna, educación,
vestuario, asistencia sanitaria, transporte, esparcimiento, vacaciones y previsión. Ese es el
pìso, de ahí para arriba.
Las negociaciones paritarias se terminan convirtiendo en un debate histórico, político,
jurídico y de distribución del ingreso. El salario no sólo tiene que servirle a un trabajador para consumir. Le debe dar la posibilidad de que sus hijos puedan estudiar en la universidad. En el
capitalismo, una real y verdadera distribución del ingreso se da cuando las patronales se ven
obligadas a pagar esos salarios. En ese caso, se pone en tensión el poder de los capitalistas
porque tendrán que resignar parte de la tasa de ganancia para cubrir esos aumentos de
salarios. Entonces, la discusión salarial pone sobre la mesa una economía de la abundancia y
de la riqueza, y desnuda que la misma se encuentra concentrada en unas pocas manos.
Lo que en apariencia se presenta como una reivindicación economicista puede convertirse en
un potencial transformador para la clase que vive del trabajo. Los aceiteros educan en la
consciencia de clase cuando difunden la consigna del salario mínimo vital y móvil. Ser
conscientes del valor de nuestra fuerza de trabajo en el marco de un capitalismo en crisis que
busca salir de ella a fuerza de ajuste y salarios bajos, podría habilitar imaginar escenarios
posibles para poner en discusión al sistema capitalista.
¿Quién mueve al mundo?
Pero entonces, ¿qué es lo que le molesta a Fantino? Aparentemente no le molesta que los
aceiteros cobren buenos salarios. ¿Qué le da rabia al inocente periodista? Le molesta tener
que reconocer que una huelga pone en tensión el normal funcionamiento del sistema. Porque
cuando los trabajadores paran la producción las máquinas no se mueven, las mercancías no
circulan y el capital no tiene razón de ser porque no puede explotar, no puede extraer
ganancias. A Fantino le molesta tener que reconocer que son los trabajadores quienes crean
las riquezas:
“Pero no cagues la vida de diez mil camioneros y de un montón de gente que está
laburando en un puerto y me hagas perder como Argentina un palo por día. Es
lamentable loco, es lamentable que tengamos que seguir presos de estos tipos.”4
Sin intenciones, Fantino le devolvió a la Economía Política aquello que los dogmas
liberales-libertarios niegan y esconden: que el valor lo crean los trabajadores, que existe
explotación donde unos pocos se quedan con el producto de una mayoría, pudiendo usar el
fruto del mismo para echar trabajadores y pagar indemnizaciones, a fin de cuentas, siguiendo
el razonamiento del periodista, sobran recursos para hacerlo. En el capitalismo hay abundancia, solo que sobran parásitos que la acaparan, por eso las crisis y los ajustes. Y estos
parásitos tienen sus voceros bien pagados.