Por Gonzalo Penas. A días de cumplirse diez años del 19 y 20 de diciembre del 2001, se presentó el libro DOSMILUNO: relatos en crisis. Los escritores de los nueve relatos con los que cuenta la publicación estuvieron presentes y contaron su experiencia.
Con el calor y la humedad típica del diciembre porteño, el miércoles por la noche se presentó en el Espacio Cultural del Centro de Estudiantes de la Facultad de Sociales de la UBA el libro DOSMILUNO: Relatos en crisis. La publicación, editada por La Parte Maldita, cuenta con nueve textos cortos compilados por las Licenciadas Mariana D’Agostino y Carolina Seoane.
El espacio se llenó de gente pasadas las 20. Mientras algunos comían y se refrescaban a la espera del inicio del evento, había familias con algunos niños que corrían y jugaban por los pasillos afuera del espacio.
Carolina Seoane es egresada de Letras como Mariana D’Agostino, quien también se recibió de la Especialización en Procesos de Lectura y Escritura. Ambas se conocieron en la Investigación UBACyT que dirige Irene Klein en la Facultad de Ciencias Sociales. Carolina tuvo la idea de hacer una antología de cuentos que tengan como temática la crisis del 2001 y se la comunicó a Mariana en abril. Compilaron nueve trabajos de distintos autores que ellas conocían – o conocieron por recomendación – y así fueron armando este libro muy cuidado a la hora de la elección de los textos, con autores de diversas edades, generaciones y lugares.
Al leer el libro ocurren ciertas cosas que no son un dato menor. Todos los autores vivieron ese 19 y 20 de diciembre de 2001 de maneras un tanto alejadas pero siempre hablarán en relación a un otro: un vecino, un amigo, una madre, un hermano, el club del barrio. Así, con el correr de las páginas, se va construyendo un colectivo extraño pero eficaz, dónde cada relato, por más breve o puntual que sea, desenmascara una realidad que tocó a todas las personas del país, tengan la edad que tengan, vivan en el lugar que vivan. Aparecerán palabras jamás olvidadas por la sociedad como “patacón”, moneda que duró unos meses luego del estallido del 2001, o celebres personajes como Ruckauf, quien puso en circulación dicha moneda.
Todos los autores que forman parte del libro, sentados en el escenario, dijeron alguna palabra al respecto. Carolina y Mariana, que escribieron para este libro “20/12” y “Fronteras” respectivamente, presentaron a cada uno de los escritores: Elizabeth Lerner (“La sangre”), Florencia Castellano (“Post”), Gimena del Rio (“2001 Odisea 1570”), Federico Reggiani (“Las fuerzas del orden”), Victoria Palacios y Gastón Linsalata (“1998 Concatenación”), Natalia Romero (“La tierra coral”) y María Luján Tilli (“Verano sin club”).
Uno a uno fueron contando, de manera breve, por qué escribieron ese relato y en qué contexto. Federico Reggiani narró una anécdota que representa de manera fiel esos días: “En La Plata había que ver qué onda con los patacones, había estaciones que aceptaban otras que no… por ahí se formaban filas y había gente que te comentaba en dónde aceptaban y dónde no. Igual, yo lo viví todo por tele lo que pasaba en las calles el 19 y el 20”.
Además, en su texto hace una descripción de aquella recordada moneda de cambio: “Patacones relucientes. Los billetes de 10, 20 o 50 patacones siempre fueron relucientes con la capacidad intacta de crujir de los billetes nuevos. Eran brillantes perfectos, era un gusto sentirlos abultar en la billetera”.
Victoria y Gastón escribieron en conjunto su relato luego de empezarlo por separado “muy desordenadamente”. En menos de una hoja y media se cuenta la vida, la muerte y se mezclan esos dos días históricos en un relato contundente.
Lujan Tillí fue la única que leyó su cuento. Narró la historia de dos chicos que pasan el verano sin ir al club al que iban siempre. Con la mirada inocente de un chico, se destacó lo siguiente: “Las manos de mamá tiemblan, están coloradas de apretar tanto un atado de cigarrillos. Virginia la mira con odio y desaparece pegando un portazo (…) frente a la tele mamá grita, llora, se agarra la cara con fuerza. La gente en la tele corre, grita, llora. Mamá se deja los dedos marcados en los pómulos blancos, ahora rojos (…) No saca los ojos de la pantalla, no me contesta. Me canso, me aburro”. Esta es uno de las tantas miradas fuertes que se puede encontrar en DOSMILUNO.
Luego subieron al escenario los editores de La Parte Maldita: Santiago Kahn y Alejandro Pisera. El primero buscó interpelar al público en la lectura crítica de los textos. “Sería intresante que al leerlo digan ‘mirá que hijo de puta al escribir esto’ o ‘que hijos de puta los culpables de estos acontecimientos, y todavía no se fue nadie’. Estaría bueno que nos digan que les parece”, reflexionó Kahn.
También subió al escenario, Max Pérez Fallik, ilustrador de la tapa y contratapa, quien se llevó un cálido aplauso, y por último Andrea Cobas Carral. La autora del prólogo del libro le tocó hablar a modo de cierre. Ella observó en los textos cómo a cada protagonista del relato, la crisis le tocaba por afuera, como por la tangente.
Luego de recomendar varias veces el libro y de un fuerte aplauso, el público se volcó hacia la mesa que tenía todos los libros de La Parte Maldita y empezó a completar su colección.
Al final del libro, los editores consignaron un listado con las 39 víctimas fatales de los estallidos del 19 y 20 de diciembre de 2001. Esos datos los brindó la Coordinadora Contra la Represión Policial e Institucional (CORREPI).
Mientras académicos de distintas universidades se siguen preguntando para qué sirve escribir relatos en la universidad o en los talleres, a casi diez años del 20/12 la ficción también hace memoria.