Por Ariell Carolina Luján* / Foto: Jorge Calibare
Comenzó el juicio que instala un antes y un después en la lucha de las pibas. Cristian Aldana, músico y ex cantante de “El otro yo”, es enjuiciado por “abuso sexual y corrupción de menores”. Una cronología del proceso judicial en primera persona.
El martes 22 de mayo en el Tribunal Oral en lo Criminal (TOC) N° 25 comenzó la recta final de un largo proceso personal que se transformó en colectivo. Romper, salir y visibilizar la cooptación sectaria, violenta, abusiva y asimétrica que viví desde mis 13, y durante más de cinco años con el músico Cristian Aldana, ex cantante de El otro yo y ex presidente de la Unión de músicos independientes.
Luego de las tres denuncias que hice en abril de 2011, la pancarta “No nos callamos más” que levantamos junto a otras víctimas del mismo sujeto en septiembre de 2015, y la última denuncia que realicé en las Agencias Territoriales de Acceso a la Justicia (ATAJO) en abril del 2016, a la que se sumaron seis denuncias penales en laUnidad Fiscal Especializada de Violencia contra las Mujeres (UFEM), y más de 100 testimonios del país y el exterior en las redes, logramos prisión preventiva y hoy estamos frente al juicio. La carátula de la causa es “abuso sexual gravemente ultrajante en concurso ideal con corrupción de menores”.
Si bien en este caso se aplica de forma histórica una perspectiva de género de la mano de UFEM, ATAJO y la Dirección General de Acompañamiento, Orientación y Protección a las Víctimas (DOVIC), que urge replicar en todo el país, el Poder Judicial se basa en la revictimización y la duda para operar.
En este proceso fue indispensable transmitir y exigir respeto, generar conciencia ante las historias de quienes nos exponemos a denunciar. Es en nuestros cuerpos y psiquis donde aún vive el registro de todo lo vivido. Sin nuestra predisposición a hablar y a desentramar lo padecido, ni los medios ni el sistema judicial tendrían mucho que hacer, por lo tanto es urgente tomar las riendas que nos pertenecen en esta óptica de lucha, abandonando creencias limitantes y opresoras, como el miedo y la vergüenza.
¿Cómo defendernos dentro de este sistema patriarcal?
Hasta hace poco tiempo la única alternativa era denunciar y volver a ser violentadas por la negligencia, incompetencia, impunidad e ignorancia que reproduce este poder, hoy gracias al feminismo y las voces de quienes no callamos más, la cultura de la violación se fisura con más profundidad día a día.
No reivindico hacer una denuncia penal ni utilizar los mecanismos que se nos imponen a cierta parte de la sociedad para defendernos. La experiencia a lo largo de estos años me llevó a buscar y crear nuevas formas de autodefensa autónomas e igual de legítimas, que permitan potenciar nuestra vida por fuera del binomiovíctima/victimario, que reproduce sistemáticamente el terrorismo sexual, la cultura de la violación y es uno de los pilares fundamentales del aparato judicial como de todo el sistema que nos atraviesa.
En este devenir somos cada vez más quienes estamos dispuestxs a darnos cuenta que la supremacía machista es la norma impuesta y que hablar de nuestras historias pasadas desde una perspectiva potenciadora es Transformación y Autodefensa.
Esto es memoria viva, historia colectiva desde nuestros territorios corporales.
Cronología
Llegamos junto a mi compañera y una amiga a las 9:00 a tribunales, una hora antes de lo citado. En el café de al lado nos encontramos con mi abogada Gabriela Conder y otras amigas, estaba ansiosa pero segura de todo el proceso emancipatorio que emprendí. Queríamos ver al imputado llegar, sentí que si lo veía antes podía romper esa ansiedad que generaba el momento.
Me quedé a unos metros detrás de las pibas mirando como entraba esposado mientras le gritaban “violador, pedófilo, cantá ahora, cantá”, y los medios fotografiaban y filmaban. Un revoltijo en mi estómago y muchas emociones avivaron mi fuego interno, recordé una vez más que no estamos solas.
Entramos al edificio con mi abogada para acreditarnos y al salir me encontré con las otras cinco denunciantes, la séptima vive en Cuba, viajó hace dos años exclusivamente para hacer la denuncia dejando en claro su futura ausencia en el juicio.
Nos abrazamos luego de varios meses sin vernos. Nos rodeamos de las personas que estarían en sala, periodistas y amigues, y volvimos a subir al tercer piso donde en un salón amplio y luminoso nos encontramos con asistentes sociales y psicólogas de DOVIC, las querellas de las denunciantes, mi abogada y su compañero de la gremial de abogadxs, Eduardo Soares, representantes de UFEM y del TOC N° 25.
La reunión previa era para organizar las declaraciones y presentarnos formalmente.
El fiscal Guillermo Pérez La Fuente nos saludó e informó sobre el procedimiento que se daría en sala y nos adelantó que sería él quien haga las preguntas más insidiosas, para evitar que la defensa del imputado las utilice en pos de desestabilizarnos.
A los 20 minutos, antes de bajar y comenzar con la audiencia, el juez Gustavo Goerner, presidente del tribunal, llegó al salón, nos saludó y se disculpó por la gravísima demora que hubo con el traslado que estaba dispuesto a las 10:30 am y llegó a las 12:00 del mediodía.
Con mis compañeras denunciantes pedimos quedarnos unos minutos a solas, nos tomamos de las manos, respiramos juntas, nos abrazamos, miramos a los ojos y dijimos: ¡Fuerza, llegó el día! Estábamos listas para comenzar la batalla, los ojos brillosos y una sonrisa de liberación fue la imagen.
Sabía que sería la primera en declarar, que abriría el juego, como me señaló mi abogada. Bajamos y en los pasillos antes de entrar a escuchar los requerimientos me topé con María Fernanda Aldana, hermana del imputado. La miré a los ojos y le dije: “Pedófila, vas a caer vos también, van a caer todos”, estaba junto a su novio, una amiga y la actual esposa de Aldana, quienes se quedaron inmóviles detrás de ella, que me contestó: “Hablale a dios”, con su tono de voz inconfundible que remite a una niña menor de edad. “Vos hablale a dios, cantá ‘mami 69’ ahora, dale, cómplice”, le contesté.
Nos quedamos en el pasillo de entrada al salón de audiencias esperando la apertura.
Las denunciantes fuimos las últimas en entrar, el imputado estaba dentro pero en una sala aparte, nos sentamos las seis en la primera fila frente al tribunal, luego de unos minutos entró el imputado con chaleco antibalas y dos policías con escudo. Con la cabeza gacha y mirada de víctima se sentó a nuestra izquierda junto a su abogado, Roberto Patiño, y la abogada Silvina Parodi.
La escena era muy intensa, cuando pasó por al lado mío sentí repugnancia e impotencia, respiré profundo varias veces pero el ataque de ansiedad era inminente y mientras escuchaba el requerimiento vinieron a mi cabeza imágenes vívidas de esas experiencias, las caras de mis familiares que fueron víctimas, yo de niña y adolescente… Empecé a tener taquicardia.
Nosotras estamos años para poder nombrar las violencias que nos atravesaron, decimos muchas palabras antes de nombrar exactamente lo que nos sucedió, genera terror entrar en el túnel del recordatorio, muchxs aún no logran hacerlo sin lastimarse o perder la cabeza y el corazón.
Conozco mi cuerpo y sabía que necesitaba salir, tomar agua, comer algo dulce y dejar que suceda, temblar, llorar y ah… sacarlo fuera, abortar ese dispositivo macho que fue instalado en mi psiquis hace muchos años. Mientras mi acompañante terapéutica de DOVIC, Laura di Bella, me tomaba las manos, mi compañera denunciante me sostuvo el corazón y la espalda, lloró conmigo y me dijo: “El cuerpo habla amiga, que salga todo”.
Hoy, a días de ese preciso momento, lo recuerdo como la puerta de entrada a mis profundidades, el proceso de exultación de la piel vieja, la bienvenida a la niña que fui.
Espere la finalización de la lectura fuera de la sala. A la media hora salieron todas las denunciantes, volví a abrazarlas y a los minutos entramos junto a mi abogada que me dijo: “Tranquila, vos tenés el control de este momento, a tu tiempo”. Respiré profundo, me puse el cuarzo rosado sin que nadie lo notara en mi frente por unos segundos y dije para mis adentros: “Tierra, que la expresión fluya y nada se interponga”.
Me senté frente al tribunal, juré decir la verdad mientras mis amigas levantaron su puño en silencio y comencé mi relato que duró seis horas. En el cuarto intermedio de 20 minutos, a las dos horas y media, el juez pidió pasar las declaraciones de las próximas denunciantes a la siguiente sesión, para seguir sin interrupciones mi relato.
Recorrí mi historia desde los 11 años, que fue cuando vi por primera vez a su banda, hasta mis 22, que me fuí a vivir fuera del país.
***
La declaración terminó a las 19, el fiscal y las querellas me hicieron algunas preguntas casi al final de mi relato que sugerían la aclaración o ampliación de ciertas escenas, como el momento en que quise tirarme del balcón, su colección de videos caseros de pornografía adolescente, los nombres de sus cómplices y sobre las secuelas que quedaron a raíz de lo relatado. La pregunta final fue del fiscal: “Señorita Luján, ¿cómo catalogaría su vida actual?”, contesté mirando a las pibas: Maravillosa.
La defensa no pudo preguntar nada, no crucé miradas con ellxs, en todo momento observé al tribunal o a quienes tenía a mi derecha. Pero se notaban nerviosxs, se les cortaba la voz.
El abogado principal del imputado, Roberto Patiño, es un absoluto mamarracho, pidió un cuarto intermedio por: “el extenso relato al que nos sometió la impu… denunciante”, trastabilló aludiendo a la palabraimputada y se corrigió. Agregó que tenía sueño y hambre generando dispersión en la sala, risas y molestia de parte del tribunal ante su enorme desubicación. Yo estaba hace seis horas hablando sobre las vejaciones horripilantes y el contexto triste que había vivenciado con un nivel de implicación y paciencia inmensas.
Claramente quienes defienden a estos violentos lo hacen con completa impunidad, buscan herir, humillar, menospreciar y revivir los traumas de forma cristalizada, reviviendo el momento donde el imputado y sus cómplices tenían el control, utilizando palabras, gestos y tonos que lo recuerden.
El juez pidió silencio y preguntó al fiscal si estaba de acuerdo, él contestó con sarcasmo que todxs los presentes en la sala teníamos nuestras necesidades humanas y que a ellxs no les impidió hacer su trabajo ni a mi declarar. Accedió al pedido del cuarto intermedio y pidió consideración para futuras dificultades innecesarias propiciadas por la defensa de Aldana. Las querellas adhirieron y el juez resolvió seguir con la audiencia el jueves 24 de mayo a las 9:00 con las preguntas de la defensa y la declaración de dos denunciantes más.
Me paré y me sentí vacía, caminé hasta el pasillo y necesité apoyarme sobre la pared, me abracé con mi abogada que me dijo: “Ya esta, dejaste la cancha impecable. Impresionante, felicitaciones por tanta fuerza y claridad”. Mis amigas sonrientes, porque compartimos el proceso de tomar nuestras historias y transformarlas, me dijeron que el jueves vaya a disfrutar de verlo hundirse en su propia putrefacción.
Cerramos la sesión de una forma enérgica, lo personal es colectivo, esa es la afirmación que se respiraba.
***
Llegó el jueves. Pude descansar y conciliar el sueño, que vienen siendo vívidos y significativos desde hace un mes y de los cuales hago registro escrito o dibujado como herramienta de autoobservación.
Nuevamente llegamos una hora antes de lo acordado, el imputado estaba en el edificio desde las 7:00, volvimos a encontrarnos con mi abogada y amigas en el café de al lado. A las 9:00 entramos y esperamos en la sala principal. El ritual fue el mismo, abrazos, palabras amorosas, fortalecedoras y unas ganas implacables de que el patriarcado arda.
Entré con Laura di Bella al recinto, esta vez el imputado no me sacaba la mirada de encima, estaba demacrado, aún peor que el martes. Le avisé a Laura y elegí mirar hacia otro lado.
Tenía muy en claro que el objetivo de ellos sería destruir mi autoestima, generar enojo e impotencia y revivir los momentos más álgidos de mi relato para desestabilizarme emocional y psicológicamente. La estrategia es la misma desde que tengo 20 años, colocarme como una despechada, mentirosa, depresiva y obsesiva que fabula producto de los abusos vividos en la infancia y la ausencia paterna. En última instancia, esto agrava la situación del procesado, ya que observando el contexto decidió violentar y abusar en momentos específicos de mayor vulnerabilidad.
Es en este punto, en la indagatoria de la defensa, donde queda excedidamente expuesto el mecanismo violento del poder judicial para con lxs denunciantes, acrecentado la revictimización al tratarse de violencia machista, sexual y a menores de edad. Son completamente innecesarios estos métodos tortuosos que propician la manifestación de crisis emocionales y psicológicas, un profundo arraigo al trauma desde una perspectiva inamovible del lugar de víctima, y la inoculación del miedo a defendernos.
El abogado comenzó diciendo que su defendido merecía respeto y que gozaba de la presunción de inocencia hasta que se demuestre lo contrario, por lo tanto, que me abstenga de propiciar insultos a medida que relatase. Ya que el pasado martes, cuando lloré en las partes más horribles de mi relato, pude desearle la muerte y decirle “hijo de yuta”. “Vale”, le dije al juez.
Abrió su indagatoria preguntando datos personales y domiciliarios de mis familiares. Me negué rotundamente repreguntando: “¿Por qué no pide los mismos datos de los cómplices de Aldana?”. El juez me aclaró que no podía repreguntar a la defensa, y Laura me susurró: “tranquila, Ari”.
La defensa insistió con la excusa de que así se podría determinar si mis dichos eran reales e insinuó que mentía e inventaba. El tribunal se puso molesto ante sus valoraciones personales, el fiscal y las querellas señalaron que“los delitos sexuales son de instancia privada y que se estaría violando el derecho a la intimidad si se obliga a alguien a denunciar o declarar”. Además, recordaron que dejé en claro, antes de declarar los hechos que incluían a mis familiares, que NO se requería investigación de los mismos, dando las razones pertinentes.
El debate duró aproximadamente una hora y media, donde el patrocinante de Aldana insistió en obtener los datos, haciendo comentarios inapropiados y dejando al descubierto la mediocridad de él y todo su equipo representante. El juez pidió un cuarto intermedio para explicarle el procedimiento al doctor que no lograba comprender cómo efectuar su rol. A los 20 minutos retomamos la sesión, el tribunal decidió no dar lugar a su petitorio y que prosigan las preguntas. La defensa anunció que iría a casación.
Las próximas preguntas fueron direccionadas hacia los dos abusos sexuales que viví a mis 4 y 9 años por parte de mi primo Maximiliano Spina, hoy preso en Marcos Paz por violar a sus dos hijxs. Todas estas preguntas fueron negadas desde las querellas y el fiscal, atribuyendo que no tenían que ver con el objeto procesal. La defensa atribuyó que era necesario para “echar luz a las experiencias declaradas que carecían de sentido y tenían innumerables contradicciones”. Miré al juez y me mostré predispuesta a contestar todo lo que la nefasta defensa pregunte. El tribunal aceptó que se haga la pregunta.
Si buscaban apelar a la vergüenza, es toda suya señores.
Pidió por favor que aclare si fue con acceso carnal a lo que respondí exactamente cómo fue, agregando que Aldana en dos ocasiones de convivencia me pidió que lo llamase como mi primo para “liberarme” mientras me violaba. “Muchas gracias señorita Luján”, me dijo con tono socarrón, “de nada”, contesté con sarcasmo.
Siguió adelante preguntando sobre el consentimiento de la primera vez que Aldana me citó, golpeó y violó. Le contesté: tenía 14 años, era mi ídolo, hubo consentimiento dentro de ese marco.
El consentimiento en el patriarcado NO EXISTE.
Siguió adelante pidiendo nombre y apellido de lxs doctorxs que me diagnosticaron y trataron la Hepatitis B que el acusado me contagió a mis 15 años, la cual negativice luego de un proceso largo y doloroso. Hacia el final me preguntó sobre la violación, golpes y manipulación del día en que fallece mi hermano, con tono sarcástico y ronco. Me enfurecí, pero mantuve la calma.
Lo miré a los ojos y no pudo mantener la mirada, sus manos temblaban y su voz era torpe. Cristian Aldana no me sacaba la mirada de encima, lo miré y me reí de su muerte en vida. La única que me sostuvo la mirada de forma arrogante y burlona fue su abogada, Silvina Parodi, que parece ser quien lleva la directiva de la defensa.
Estaba algo mareada, en las dos oportunidades que declaré me tomé mis tiempos para contestar, estirar mi espalda y manos, tomar agua o jugo de naranja, comer un caramelo para levantar mi azúcar, masajear las sienes o el centro de mi frente. Dejar al cuerpo hablar facilita la comunicación y autodefensa empoderada, firme y fluída.
Terminó su mediocre intervención preguntando sobre la administración de Víctimas de Cristian Aldana, página de Facebook, y sobre el grupo Ya no nos callamos más. Cuál era mi rol y cuándo empecé a administrar los sitios. Contesté que no fui la creadora de Víctimas, si no que fue la hermana de una de las denunciantes.
En todas mis declaraciones facilité nombres y apellidos, direcciones, detalles de los espacios, disposiciones de los domicilios, fechas y en algunas ocasiones hasta las prendas que llevábamos puestas.
Les dije que sí buscaban desacreditar mi declaración apelando a que es un “perseguimiento político” y que soy una “feminista, abortera, piquetera”, tal como declaró el imputado, que sepan que soy feminista apartidaria e independiente.
Que Dante Palma, nombrado por Aldana como otra víctima perseguido por nosotras, era su ex compañero panelista en 678 y que actualmente está denunciado por prácticas similares a las de Aldana. Que Ya no nos callamos más no es un grupo, es una proclama.
Esto último tuve que aclararlo varias veces a la insistencia de su abogado de llamar “grupo” o “partido” a Ya no nos callamos más. Que el wordpress lo creé para visibilizar violentos y crearnos herramientas útiles y reales de autodefensa, hace dos años luego de un encuentro en el obelisco donde el sujeto se apareció vestido de monja.
Preguntó si ganaba dinero con las actividades que realizamos, quién lo manejaba y cuál era el monto. En la sala de audiencias se escuchaban risas y murmullos, había inquietud ante las preguntas absurdas del defensor, que daba vueltas, no era claro y al cual se le tuvo que explicar más de una vez el procedimiento de su labor.
Le contesté que pasamos una gorra, que se reparte entre todxs y se rota esa administración, que las ganancias nunca sobrepasaron hasta el momento los 2000 pesos y que se utilizaban para vivir, comer, hacer fotocopias y pagar viáticos. Que somos amigxs y desde este lugar activamos.
Luego preguntó el nombre de mi banda musical en la adolescencia, aludiendo a que yo era una adolescente feliz, y los nombres de los músicos. Me di el maravilloso gusto de contestarle: Yumper’s, que por supuesto era mucho mejor que El otro yo. Y los nombres que requirió.
Antes de terminar, mi abogada Gabriela Conder, que esta vez estaba junto a la abogada Laura Taffetani de La Gremial, me preguntó si deseaba agregar algo a mi declaración. Dije que sí y agregué un hecho que olvide declarar el martes, donde Aldana abusa de un menor de edad varón, denunciado por las mismas prácticas que Aldana hace dos años.
Cerró la sesión luego de cuatro arduas horas de ataque psíquico, negligencia y revictimización. Salimos de la sala, volví a abrazarme con cada una de las personas que me acompañan en este proceso, me sentía muy cansada. Nos fuimos a comer a un restaurant vegano y luego viajamos de vuelta a La Plata, donde vivo con amigas.
Estuve escribiendo todas estas palabras en el transcurso del viernes 25 de mayo hasta hoy, madrugada del 29.
Respiro profundo, estos días fueron muy movilizantes y profundos.
Lidié con un medio masivo nefasto que publicó una nota revictimizante y pedófila, comunicando desde una perspectiva obscena, sin mi consentimiento y con total impunidad. No es la primera vez que este medio recalca su machismo. Exigí que sea dada de baja y luego de varias horas desgastantes, lo logramos. Ningún medio tiene el derecho a replicar información íntima sin consentimiento, menos aún si esta es de violencia sexual siendo menor de edad. Con nuestras historias no van a jugar.
Hay tanto por hacer y deshacer, la deconstrucción, resignificación e implicancia es contínua y colectiva. No nos callan más ¡nunca más!
*Publicada originalmente en Revista Trama
Leé además: “Quitarle las armas al macho”