Por Natalia Levisman* / Foto por Carla Hayet
Ante el noveno aniversario del docente neuquino, Carlos Fuentealba, el paro docente y la movilización inundaron las calles de guardapolvos blancos. La televisión no pareció registrarlo, pero las palabras cuentan lo que pasó ese día de la boca de maestras y maestros.
El pasado 4 de abril fuimos miles las y los docentes en lucha de todo el país los que confluimos en una gran marea blanca que pobló las calles del centro porteño. Barrimos el protocolo antipiquete, los míseros salarios con los que intentan disciplinarnos y explotarnos, los descuentos aleccionadores por los días de paro, el bloqueo mediático que hace que gran parte de la población no sepa que somos tantas las provincias en lucha. Que se enteren: somos maestras y maestros, y estamos luchando. Peleamos en las aulas prefigurando relaciones pedagógicas distintas, una educación popular pública, desbordamos las paredes de las escuelas para encontrarnos en las plazas, en los barrios, en las calles. Porque esa es nuestra forma de enseñar, con nuestro ejemplo, con la convicción de que la organización, la lucha y la unidad son la única forma de enfrentar las políticas de ajuste y represión de los gobiernos provinciales y del nacional. Unimos los puntos cardinales como un puño cerrado, que es el golpe más fuerte y certero.
No nos olvidamos de los que nos precedieron, de lo que nos allanaron camino de tiza, con sus palabras, con sus guardapolvos y hasta con su vida. Hoy esa marea blanca también fue roja, porque todavía nos duele su ausencia y la impunidad que la rodea. Carlos Fuentealba no consigue justicia completa porque en las calles de Neuquén hay asesinos sueltos: Poblete, que aún condenado a prisión perpetua camina libre por las calles de la ciudad; Sobisch, jamás acusado por el crimen que ordenó realizar, estandarte de la impunidad política que todavía habita las esferas gubernamentales; y el resto de los responsables políticos y materiales de su asesinato, hoy absueltos ante la caída de la causa Fuentealba 2.
En las calles, también enseñando
Fue en el noveno aniversario del fusilamiento de Carlos que la CTERA llamó a este paro. Fue convocado desde la aguerrida Mendoza, donde están dando una batalla feroz contra una nueva forma de presentismo que le intentan imponer por decreto, el llamado “ítem aula”, y desbordado por santiagueños, neuquinos, cordobeses, fueguinos que están enseñando la lección de que hay que seguir peleando por salarios y condiciones laborales dignas pese a las intimidaciones, los palos y el intento de fragmentación de nuestras luchas. Fue una medida tardía, aislada, inconsulta, una medida típica de la burocracia que conduce la central hace ya muchos años. Los docentes necesitábamos un plan de lucha que comenzara con un no inicio el 29 de marzo, en sintonía con el gran paro de estatales del 24 y que articulara las luchas con una perspectiva de unidad y combatividad. Por eso fue nuestro desafío resignificar esta medida, este 4 de abril.
Los pactos de cogobernabilidad de los sindicatos con los gobiernos no son una novedad. Podríamos habernos esperanzado con un gesto, cuando más no sea como una expresión del kirchnerismo autoproclamado en el “vamos a volver”, frente a la tremenda avanzada de derecha. Pero no fue así. Una vez más la paritaria nacional cerró a la baja, abriendo, paradójicamente, una serie de conflictos en gran parte del mapa nacional. En ninguna de estas provincias, la resistencia fue acompañada por la Celeste, conducción de las principales seccionales del país de CTERA y de la misma central. Por el contrario, oficiaron de garantes de una paritaria testigo para el resto de los trabajadores que podría haber sido ejemplo de lucha y resistencia, y terminó subsumiéndonos en una total obediencia.
No le pidamos peras al olmo. La burocracia es burocracia, no va a generar mecanismos democráticos para que las y los trabajadores decidamos, no va a llevar adelante planes de lucha, no va a dejar de negociar con los gobiernos por prevendas que sigan engordando a su casta y por sobre todo, no va a representar nuestros intereses de clase. A la burocracia no se la enfrenta solamente recordándole a los gritos que es burocracia. Se la combate con otro modelo de construcción sindical. Se le gana con la democracia de base, la participación y la organización en cada espacio de laburo, eligiendo delegadas y delegados, decidiendo en asamblea, con la unidad por abajo, como la gran columna de oposición que construimos Ademys, los Sutebas combativos y muchas organizaciones y compañeros/as dispuestos a nacionalizar la lucha porque entendemos que no basta la solidaridad, que esta pelea es de todos/as. Se la destierra con la acción de cada día, porque mientras su principal interés es eternizarse en sus sillones y mantener el status quo, nuestro horizonte es que los laburantes seamos los decidamos en nuestros sindicatos y en nuestros espacios de trabajo.
Un nuevo sindicalismo
Mientras expresábamos que “con este paro no va a alcanzar, hay que votar un plan de lucha nacional” y caminábamos junto a miles de compañeros y compañeras en un sentir colectivo, la Celeste de UTE- SUTEBA se preocupó simplemente por realizar un cordón de “seguridad” que retardó nuestra pujante columna y que a los empujones nos quiso desligar de la marcha general. En esa columna que la Celeste rechazaba se encontraban, por ejemplo, compañeras de la docente fallecida recientemente por dengue en una escuela de zona sur, más precisamente DE 5, Barracas, donde no existe repelente ni fumigación que valga porque el Gobierno de la Ciudad se lava las manos exponiendo a docentes y familias a la muerte cotidiana. También marchaban ahí delegados de Ademys elegidos por sus propios compañeros, que el Gobierno intenta impugnar persiguiendo al sindicato, a sus afiliados y al conjunto de la docencia que se organiza. Se movilizaban en esa columna los Sutebas Multicolores, que han recuperado de manos de la burocracia las conducciones de seccionales importantísimas como Matanza, Ensenada, Berazategui, La Plata, Quilmes, Escobar a fuerza de convicción, militancia y democracia de base. Éramos muchos, centenares de compañeros de escuelas de diferentes distritos, estudiantes secundarios, terciarios, que no buscaban ni la cabecera ni el estrellato, sino manifestarse y convertir la bronca en lucha. Todas y todos ellos difícilmente ignorables, tanto para los que mandaron a hacer el cordón, como para el gobierno.
Esta fue una primera batalla, nos quedan muchas más aún. Somos muchos los docentes y los trabajadores que estamos en pie de lucha. No claudicaremos, por nuestros pibes que merecen infancias y educación digna, por nuestros jóvenes perseguidos y acechados por la gorra y las políticas de control social, por nuestras compañeras y compañeros que tienen que laburar en condiciones infrahumanas a riesgo de perder la vida en ese camino. Por Carlos que fue uno de ellos, apostando sus sueños, su compromiso militante en esa ruta, luchando por la educación pública, luchando por la revolución.
Ni nos acostumbramos ni nos resignamos a esta situación así como tampoco a que la burocracia nos venda como prenda de cambio al mejor postor. Por eso volvemos a las escuelas después de este paro, después de este gran día de lucha, con la certeza que vamos a volver, pero no a hacer lo mismo. No creemos en mesías ni en falsos progresismos. Vamos a volver a las aulas, a los barrios, a las calles, a donde tengamos que ir, juntos, desde abajo y a la izquierda para seguir construyendo la educación pública y popular que soñamos con paso firme y puño en alto.
*Integrante de la Agrupación Docente Estudiantil Simon Rodriguez – Corriente Popular Juana Azurduy