Por Marcelo Otero.
Colores, muchos colores. En las ropas, en las banderas, en las pieles. Mucho movimiento, también. Hay quienes están sentados mirando algo, quienes forman una ronda alrededor de un mate o de una compu y charlan y charlan. Están quienes sacan fotos, o leen algún documento. Las que corren con telas, alfileres y una tijera en la mano, dándole los últimos toques a la mística de apertura.
Preparar el audio, el video, el salón, la dinámica ya está suficientemente aceitada luego de las actividades de 4 días que significaron la IV Asamblea Continental de la Juventud y la V Asamblea de Mujeres. Las voces también son variadas: mujeres, hombres, jóvenes, adolescentes, portugués, inglés, idiomas que me resultan desconocidos e infinitas variedades del castellano. Hay buen humor, gente que se encuentra después de un tiempo, se abrazan y ríen y quienes comienzan una conversación para saber algo de una organización de otro país, o de una comida, o preocupado por una persecución o una matanza reciente. Está por dar inicio el acto de apertura del sexto congreso de la Coordinadora Latinoamericana de Organizaciones del Campo, la “filial” latinoamericana de la Vía Campesina.
La CLOC nació en un congreso de organizaciones en Lima en 1994, un año clave en la historia de la política indígena y campesina de la región: alzamiento zapatista en México, levantamiento indígena en Ecuador, marchas por la reforma agraria y por la defensa de los territorios en varios países. Es el comienzo de una época de auge para un viejo problema, el de la subsistencia de las culturas originarias diezmadas por la conquista imperial europea y luego continuada por los estados nacionales en el capitalismo, conjugado con el avance de un modelo neoliberal que comenzó a aplicar lo que el geógrafo David Harvey observa como un nuevo ajuste socio temporal en la acumulación de excedentes, el “modelo de acumulación por despojo”: la tierra, los cultivos, los minerales y los recursos hídricos son objeto de una campaña despiadada en la producción de materia prima y las comunidades indígenas, los campesinos, las culturas consideradas atrasadas son una traba a la nueva producción de mercancías del espacio territorial. En ese contexto se dan las revueltas, potenciadas por la articulación de la “Campaña Continental 500 años de resistencia indígena, negra y popular”, enfrentada a los festejos de la conquista europea.
El ámbito del congreso es amplio y se divide en varios espacios. Un amplio salón donde se realizan los paneles centrales, con un escenario para presentaciones y uno para músicos. Dos grandes comedores, una recepción para delegados e invitados, una sala de prensa, varias carpas estructurales donde duermen los asistentes y una feria de productos son los espacios donde se desarrolla la vida en estos días. Hay sorpresas permanentes: he visto un gran baile boliviano improvisado en el medio del comedor, o grandes mesas con materiales gráficos donde los asistentes pasan a buscar posters para sus organizaciones o material de lectura. En una carpa se desarrolla el I Congresito CLOC V.C., destinado a los niños de todas las edades. No es un espacio para que los chicos dejen discutir a los grandes en paz: hay juegos, didácticas, los chicos participan de la cuestión en su propio espacio. En una esquina varias personas se cortan el pelo. Hablo con la Deo, representante del MNCI y del pueblo vilela, que luce un pelo corto novedoso, para que me lo explique: “se está realizando una campaña para recoger el pelo, mínimo 25 cm, para realizar pelucas, para las mujeres indígenas que sufren el descabellamiento le llaman ellas, porque que pasa, es que hay un medio de transporte que es el barco antiguo que tiene la turbina descubierta, como es muy pequeño, mucha gente viaja en eso, muchas mujeres terminan arrancando todo el pelo con el cuero cabelludo, entonces muchas mujeres no tienen más pelo, me he sumado en un acto de solidaridad con ellas, con la indignación, porque es posible que eso no siga sucediendo, que tengan condiciones para viajar dignamente en sus territorios”. La Deo llora cuando cuenta la situación de esas mujeres, muchos que están allí lloran también. Grandes discusiones, pero también estos pequeños gestos forman parte de la experiencia.
Varios ejes me quedan del seguimiento de lo trabajado por los 1200 delegados de toda Latinoamérica, en los paneles generales o en los talleres grupales en estos días. Por un lado, la continuidad de las luchas conceptuales en el campo teórico revolucionario: el campesinado como clase, el sujeto revolucionario, la disputa por un Marx menos ortodoxo es presentada por diversos oradores. Al mismo tiempo, se enhebran las ideas de cosmovisión, pertenencia a la naturaleza, comunidad, buen vivir, agroecología y reforma agraria integral, construyendo un discurso variado, amplio, que no confronta en las diferencias ni parece competir por una razón única, sino que se une en un marco de integración de las diferencias. La problemática del agronegocio, la minería, los desalojos y la disputa por la producción orgánica son los condicionantes al sector. Las posibilidades de alianzas, así como el crecimiento de las organizaciones a través de la formación y el crecimiento territorial se presentan como las variables de la construcción de la articulación.
El marco es el del imperialismo y por ende un enemigo central son las corporaciones y el gran gobierno del norte: la mística de cierre (un momento que tiene algo de teatro, algo de ceremonia, algo de fiesta y algo de catártico. Se me antoja imposible describirlo con detalle con palabras escritas) contiene una mención a los 5 cubanos liberados recientemente en los Estados Unidos y las estrategias de este país aparecen fuertemente en los paneles. La disputa en los territorios es con las corporaciones, con Monsanto a la cabeza. Me llama la atención que el Estado no aparece señalado como un antagonista, como el garante de la gobernabilidad de la desigualdad y el proceso de acumulación; incluso en el caso de las violaciones a los derechos humanos (Guatemala, México) se menciona a los gobiernos, pero no al Estado como actor dentro del capitalismo. Por el contrario, en los intercambios son remarcadas las alianzas tácticas con los gobiernos latinoamericanos (categorizados como progresistas, revolucionarios o socialistas) con los que se mantienen relaciones tácticas de distinto tipo (Bolivia, Venezuela, Ecuador, Brasil, Argentina). Incluso el Vaticano, tradicional antagonista de las luchas de la izquierda, es mencionado como un factor positivo en la gestión Francisco.
La noche del 16 hay fiesta, con Viglietti, Gieco y Arbolito. Pero unas horas antes se realiza el cierre formal, la mística de cierre, que muestra la línea tan propia de los movimientos sociales latinoamericanos. En vez de un final con dirigentes y discursos elocuentes, la mística representa a los pueblos por regiones, con su música, sus banderas y sus referencias políticas, y la imagen última es la de un grupo de niños que forman la palabra socialismo con carteles en sus pechos mientras suena la Internacional. Alguien reparte semillas. El fin de la actividad es, en sus símbolos, el anuncio de nuevos comienzos.