Por Ramiro Bringas
Se terminó. Más tarde que temprano, la era Almirón llegó a su fin. La derrota en el clásico ante Racing sepultó el último suspiro que le quedaba a su carrera como entrenador de Independiente. Un final tan anunciado como necesario.
Se veía venir. El hincha lo estaba esperando hace tiempo. Luego del papelón que pasó el Rojo en Córdoba ante Alianza Coronel Moldes por la Copa Argentina, donde logró pasar de fase por los penales ante un equipo semi-amateur, la confianza y el apoyo a Jorge Almirón se acabó. A pesar de que la dirigencia aún creía en él y el propio entrenador no pensaba en renunciar, la gente ya no lo bancaba más. El poco consenso que generó en una minoría del hincha de Independiente había terminado. Es más, el pasado fin de semana, tras el empate ante el muletto Boca de Arruabarena, el Libertadores de América comenzó a pedir su renuncia. Ni hablar tras de la caída del domingo ante el rival de toda la vida, donde el equipo mostró una actitud timorata, sin hambre de gloria y, mucho menos, ideas de juego.
Esto último es algo que sorprendió a propios y extraños en este semestre del equipo comandado, hasta ayer, por Almirón, ya que si algo había demostrado durante el torneo pasado y que lo llevó a sacar importantes 33 puntos, peleando el campeonato hasta la fecha 17, era un estilo e ideología de juego marcada, ganando y dando vuelta partidos con actitud, con pelota al piso, tenencia durante gran parte del encuentro y sin rifarla nunca, haciendo participe hasta al arquero en mayor medida con los pies que con las manos. Un estilo que gustó y cautivó, por momentos al hincha, con el que logró conseguir buenos resultados y ganar partidos que eran sumamente atractivos desde lo estético, donde el Rojo era amplio dominador de principio a fin. No obstante, este estilo riesgoso también lo llevó a perder partidos por goles insólitos, como el recordado de Calleri al Ruso Rodríguez en La Bombonera, que dejó al Rojo fuera de la pelea por el título que luego quedaría en manos de su eterno rival.
El ciclo en números
La era Almirón en Independiente dejó números interesantes para analizar; dirigió 35 partidos, de los cuales ganó 14, empató 11 y perdió 10. Sin embargo, lo que llama la atención son los goles marcados y recibidos: 51 a favor, números por demás interesante, y ¡46! en contra, es decir, que le marcaron más de un gol en promedio por partido jugado, algo que no es tan usual en equipos que ganan más que lo que pierden, como este caso. Claro que, en las 13 fechas que dirigió el ahora ex entrenador de Independiente en este campeonato, sólo logró ganar 3, empatando 7 y perdiendo otros 3.
Tras finalizar el pasado certamen en al cuarta posición, algo valorado por el hincha de Independiente, ya que venía de ascender recientemente, se reforzó pensando en superar esa colocación y en búsqueda de pelear el nuevo torneo de 30 equipos de punta a punta. La dirigencia le dio todos los gustos a Almirón: gastó más de $90.000.000 en reforzar el equipo, trayendo jugadores buscados por todos los grandes, como los casos de Lucas Albertengo y Nicolás Tagliafico, entre otros. Pero más allá de un buen comienzo, luego de la gran victoria a Arsenal por 4 a 0 allá por la fecha 6, donde mostró su mejor versión, el equipo entró en pozo anímico y futbolístico del que ya no pudo salir, hilvanando 8 partidos consecutivos sin triunfos, con caídas ante San Lorenzo y Racing, y el empate como local ante un Boca plagado de suplentes, entre los más resonantes.
Así las cosas, la gente, que jamás llegó a tener piel con el ahora ex DT, pidió su renuncia el pasado fin de semana. La caída con Racing y la forma en la que perdió, sin ideas, sin juego, sin amor propio y sin actitud, sepultó la última esperanza de Almirón de poder maniobrar el barco. En consenso con la dirigencia, presentó su renuncia el lunes y dejó de ser el entrenador de Independiente.
Además de lo estrictamente deportivo, hubo cosas que el hincha jamás le perdonarán a Almirón. En diciembre, les informó a los dirigentes que prescindiría de los servicios de Daniel Montenegro porque quería un equipo más vertical y sin tanta pausa. Claro que, esa impronta jamás se vio desde la salida del Rolfi. Además, la manera en que dejó fuera del equipo a quien fue uno de los mejores jugadores del pasado certamen hizo mucho ruido en Avellaneda, donde se maltrató a quién es uno de los emblemas del Rojo de los últimos 15 años.
El balance final termina siendo más negativo que positivo, porque a pesar de intentar jugar un fútbol al que el hincha de Independiente esta acostumbrado históricamente, no así en los últimos años, y de pelear el título en el torneo pasado con pocos jugadores de renombre, quedan en el debe las estrepitosas caídas ante Vélez, River y Belgrano (0-4), la derrota ante Boca que lo dejó sin chances de campeonar y el mal torneo realizado hasta aquí tras haber tenido a todos los jugadores que pidió, siendo la derrota en el clásico la gota que rebalsó el vaso. Es por eso que la salida de Almirón tenía un final anunciado.