Por Yair Cybel.
Al cumplirse un año del inicio de los bombardeos sauditas sobre territorio yemení, el enfrentamiento entre las tropas hutíes y el ex -presidente Al Hadi no encuentra una salida pacífica y se multiplican los crímenes de lesa humanidad.
Es el país más pobre del Medio Oriente, con una población de 25 millones de habitantes y la menor esperanza de vida al nacer de toda la región (apenas 62 años), con una estructura demográfica atravesada por una fuerte organización tribal y apenas un 2% de su tierra cultivable. Partida al medio por un conflicto que resurgió en 2011 -pero que tiene sus orígenes cientos de años atrás- y que durante un tiempo pareció amainar con la unificación de los vecinos del Sur y del Norte en un único Estado, la República de Yemen hace más de cinco años se encuentra atravesada por un sangriento conflicto armado.
La crisis actual en Yemen se inició como parte de las ondas expansivas de la llamada “Primavera Árabe”, cuando distintos grupos políticos y religiosos se rebelaron contra el régimen de Ali Abdullah Saleh llevando adelante numerosas protestas de calle que fueron fuertemente reprimidas por el gobierno. La escalada de manifestaciones culminó en 2012 con la salida de Saleh del poder, quien había ejercido la presidencia del país ininterrumpidamente desde su unificación, en 1990, hasta el momento de su derrocamiento. A partir de allí comenzó una crisis política aguda, agravada por la conflictividad existente entre los distintos grupos que se disputaban el control del territorio yemenita.
En febrero de 2012 se conformó un gobierno de unidad, apoyado por Arabia Saudita y Estados Unidos, al mando de Abdu Rabu Mansour Al-Hadi. Sin embargo, las tensiones en la alianza gobernante estallarían poco tiempo después, tras la toma de la ciudad de Saná por parte de las milicias hutíes, quienes se oponían a las políticas del nuevo presidente y exigían una mayor participación en las decisiones de la minoría chiita. En 2014, y tras una prolongada serie de combates, las tropas hutíes ocuparon el palacio presidencial y con un nutrido apoyo popular, formaron un gobierno transicional y obligaron a Al-Hadi a renunciar.
El conflicto recrudeció de manera drástica en 2015 con la intervención del ejército saudita en territorio yemení. La aviación del reino de Arabia Saudita, al mando de una coalición de nueve Estados, comenzó a atacar las ciudades yemenitas que permanecían bajo control hutí con el objetivo de reponer en el mando al depuesto Al-Hadi. En un conflicto que, según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS), se ha cobrado 35.000 víctimas entre muertos y heridos –la mayor parte civiles- y que ha provocado más de dos millones y medio de desplazados, la ofensiva de la monarquía de los Saúd demuestra el claro interés que existe en Medio Oriente por controlar el signo político del gobierno de Yemen.
Resulta fundamental señalar cuál es el objetivo estratégico que impulsa la intervención de Arabia Saudita en la disputa militar en Yemen. En un país desértico, con muchísima menor producción petrolera que cualquiera de sus vecinos, la guerra entre hutíes y la coalición encabezada por los sauditas tiene un claro carácter territorial y geopolítico. El peso estratégico de Yemen radica en el control del estrecho de Bab Al-Mandeb, el Golfo de Adén y el acceso y comunicación entre el Mar Rojo y el Océano Indico, estratégico para el paso de los barcos sauditas e israelíes. A su vez, su cercanía a Somalia -potenciada por la crisis política que arrastra el Estado africano desde la década de los 90- y el crecimiento del jihadismo tanto en esa zona de África como al interior del propio Yemen, vuelven al país un enclave crucial tanto geográfica como militarmente y más aún en términos de cooperación Medio Oriente- África.
A un año de la intervención militar saudita, las tropas hutíes continúan luchando contra los ejércitos invasores. El domingo 27 de marzo decenas de miles de yemenitas se congregaron en la capital Saná -bajo control hutí- para exigir el fin de la intervención militar de Arabia Saudita. Tras un año de hostilidades extranjeras, el acuerdo de un alto al fuego y una tregua militar, de cara a una nueva negociación en abril, enciende una mínima llama de esperanza para millones de yemenitas que viven en guerra desde hace más de cinco años.
Pero las cifras difundidas sobre las víctimas y daños en yemen contrastan con todo tipo de mirada esperanzadora. A un año del inicio de los bombardeos se conocieron algunos de los datos que dan cuenta de la masacre humanitaria que impulsan las Fuerzas Armadas sauditas en el país. El informe anual del Consejo Internacional Geopolítico sobre Medio Oriente, dirigido por Abu Faisal Sergio Tapia, denunció que desde el inicio de las hostilidades se registran 9.000 yemenitas muertos, de los cuales 2.000 son niños y el 90% son civiles. Al día de la fecha se estima que 16 millones de yemeníes no cuentan con acceso al agua potable, y que en términos de infraestructura 70 hospitales, 630 escuelas e institutos educativos y 43 universidades han sido destruidas a causa de los bombardeos sauditas.
En el mismo informe se señala que casi dos millones de niños han abandonado sus estudios y que más de 3.500 escuelas –una de cada cuatro de las que existen en el país- han sido cerradas o readaptadas como refugio de desplazados. Como muestra de la devastación ocasionada por la intervención saudita, el informe señala que el 80% de la infraestructura del Yemen fue destruida. Al ritmo de crecimiento del país, la reconstrucción de la misma tardaría aproximadamente unos 100 años.