Ante el estallido del coronavirus, se acondicionaron hoteles para quienes provenían de países de riesgo o aislar casos positivos. Esto devela la desidia de los gobiernos con quienes habitan las villas de la ciudad.
Por Iván Martín Barrera
Los hoteles por dentro
Al día de hoy funcionan 15 hoteles Covid en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, además de los no-Covid donde se encuentran repatriados y repatriadas, aunque día a día y semana a semana van aumentando a partir de la demanda. En la actualidad, la gran mayoría de las personas que llega a estos hoteles proviene del Barrio Carlos Mugica (ex Villa 31 y 31 bis) y del Barrio Padre Ricciardelli (ex Villa 1-11-14). Son personas que vienen derivadas de las Unidades Febriles de Urgencia (UFUS), las cuales se encuentran en las entradas de los hospitales, de Centros de Salud y Acción Comunitaria (CESAC) o postas de salud.
En el hospital realizan un registro de casos aospechosos, contemplando si estuvieron en contacto con un caso positivo, por ser asintomático o en el caso de tener algún síntoma. A esa persona se la hisopa y si tiene algún factor de riesgo por edad o por enfermedad va al hospital, sino se deriva a un hotel. La derivación se hace en el mismo hospital, aunque puede estar esperando un día entero saber a qué hotel le derivan, sea por problemas de logística o por esperar a que se junten varies y enviarlos en transporte al hotel todes juntes.
Cuando el coronavirus no es el peor de los problemas
El problema comienza cuando la persona que va a analizarse pasa todo el día en el hospital, entre hisopado, placa y revisación y la mayoría de veces llegan al hotel sin saber el resultado del test. Lo más grave es que hay muchas madres que llegan al hotel sin nada, sin ropa, sin pertenencias, a veces con sus hijes a veces no.
Cuando llegan al hotel el protocolo es desinfectarse e ir a la habitación y recién ahí tener vínculo con el personal médico. En el primer contacto se le realizan preguntas básicas: cómo están, de dónde vienen. La situación puede ser más compleja si es que se trata de familias enteras que llegan sin nada, porque fueron al CESAC, de allí al hospital y luego al hotel sin pasar por su casa. Muchos llegan sin celulares y no tienen como avisarles a sus familias dónde y cómo están. El peor caso es la madre que fue a consultar por su cuenta y llega sola, desbordada en llanto, porque si da positivo debe quedarse en un hotel, mientras que sus hijes quedan en una casa o una pensión, donde el mayor tiene 14 años, donde muches tienen enfermedades y no tienen a nadie.
La médica con quien hablamos afirmó que “lo menos importante es que esas personas se testeen sino a cargo de quién quedan. Las personas se desbordan y lo único que podes decirle es que ´todo va a estar bien´ cuando sabes muy bien que nada va a estar bien, cuando la única solución que tenes para darle es un Paracetamol para la fiebre y llamar a Epidemiología para que te digan ´esto excede mi trabajo´. Lo único que queda por hacer en esos casos es tratar de contactar a esos pibis que no tenes como contactarlos, y cuando lográs hacerlo muchos no quieren decirte la manzana y la casa donde viven porque tienen miedo de que alguien vaya a sus casas o que testeen a quienes viven allí que tal vez son 11 personas y que no todas se conocen. Es una situación crítica porque llegan desbordades y no hay mucho para hacer”.
Otro resultado de esta saturación es que supuestamente a estos hoteles no llegan personas del grupo de riesgo, sin embargo esta semana llegó una embarazada, que vino en un micro con muchas personas, cruzó la puerta del hotel y empiezó con pérdidas, según nos contó. “Son pequeñas situaciones del colapso del sistema que recién comienza”.
Generalmente el resultado del test está en 24 hs. Si el mismo es positivo la persona permanece en el hotel 7 días, aunque si reside en una villa debe quedarse 14. Si el test da negativo, según protocolo, deben ir a sus casas. El problema es que no hay un seguimiento epidemiológico. “Si vos das negativo volves a tu casa, pero si volves a tu casa donde viven 7 personas más donde una es positivo en COVID-19, volvés al foco de contagio. Es el caso esta semana de una madre con un nene de 2 años asmático llega al hotel y sus resultados dan negativos, pero te cuentan que su cuñada, que vive en la misma casa, había dado negativo, volvió a su casa y ahora está con síntomas aislada en otro hotel. Por lo tanto, ella y su hijo debían volver inexorablemente al foco de contagio, con muchas posibilidades de tener que realizar todo el estudio nuevamente en el corto plazo”, nos cuenta la médica.
Crónica de un colapso anunciada
La desidia estatal fue y es protagonista del estallido del COVID-19 en las villas porteñas. Mientras se instalaban bonitos carteles amarillos indicando medidas de prevención del estilo “lavate las manos al volver a casa”, el barrio quedó sin agua durante semanas enteras. “Vecinos del Barrio Carlos Mugica nos cuentan que se contagiaron yendo a buscar agua, y tuvieron contacto con vecines que ahora saben que son positivos. No hay excusas, la desidia es una decisión política, el abandono y el sálvese quien pueda es ley desde el caso cero”.
Si bien hoy se están activando protocolos que dan respuesta y funcionan bien, aislando a las personas -más allá de los huecos mencionados-, esto se pudo haber evitado, se pudo haber actuado antes para prevenir tamaña expansión del virus en los barrios más vulnerados. El mismo domingo que comenzó el colapso, durante la exposición de la extensión del aislamiento social obligatorio, Alberto Fernández felicitó en vivo al Jefe de Gobierno porteño, Horacio Rodríguez Larreta, por lo bien que se estaba tratando el tema en la ciudad y hoy tenemos un panorama terrible donde hay no solo un crecimiento exponencial de los contagiados, sino también muertes que se pudieron haber evitado.
Ese es el marco en que este fin de semana asistimos al crimen de Ramona Medina, vecina de la Villa 31 y militante de la organización La Poderosa. Y su caso es emblemático por muchas razones: estuvo al frente de los reclamos al gobierno de la ciudad desde el primer día, su voz sirvió para evidenciar que en los barrios populares no había medidas que garanticen un mínimo de higiene, que si la unica opción es “quedate en casa”, inexorablemente habrá una propagación vertiginosa. Hace varias semanas las y los vecinos de los barrios dieron rienda suelta a su voz en nuestro especial La Pandemia desde el Pie. Sus métodos de organización, su imposibilidad de hacer un aislamiento seguro, el día a día por el plato de comida. Y se veía, las y los vecinos veían que esto podía pasar.
Ramona es un caso testigo. No murió por una enfermedad. Fue un crimen. A Ramona la mataron. Fue la negligencia del Estado. Fue el gobierno de Larreta que no actúa en consonancia con los problemas de los barrios populares. Pero también es un llamado de atención a lo que está ocurriendo en toda la Ciudad de Buenos Aires y, por supuesto, a una situación que puede recrudecer para las millones de personas que viven en estas condiciones en todo el país. Es por Ramona, es por todos y todas.