Por Neirlay Andrade*. A cien años del nacimiento de Julio Cortázar y cincuenta de la publicación de Rayuela, una anécdota que une a este exponente de la literatura con Ernesto “Che” Guevara.
Dicen que de regreso de un encuentro en Argelia, Roberto Fernández Retamar le entregó un texto al Che y le dijo “Aquí hay un compatriota tuyo que ha escrito este cuento donde sos el protagonista”. Ernesto Guevara lo leyó y finalmente respondió: “Está muy bien pero no me interesa”. El cuento se titulaba Reunión y el autor era Julio Cortázar.
Al creador de Rayuela no lo desconcertó la respuesta del guerrillero. Al menos en un par de ocasiones se mostró satisfecho. En 1980, durante una clase de literatura dictada en Berkeley, Cortázar dijo “invento al Che tratando de ser lo más fiel posible a la idea histórica que me hacía de él en ese momento, pero la diferencia que va de la imaginación al documento exacto es siempre muy grande”.
¿A qué se refería uno de los máximos exponentes de la literatura fantástica con eso de idea histórica? ¿Fue acaso una juvenil fascinación la que lo llevó a escribir un relato sobre el desembarco de “los barbudos” en Cuba y los primeros combates contra la dictadura de Batista?
Julio Cortázar cumplió 100 años en 2014 y bien vale la pena recordar que no todo fue rito, pasaje y juego en su obra. De hecho, si prestamos atención a las veces que habló sobre sus “caminos” como escritor, esa idea histórica es la última etapa de un recorrido que inició con la lectura de “los mejores libros” y la escritura “con los ojos fijos” en “modelos ilustres” y en “un ideal de perfección estilística profundamente refinada”.
A esta primera fase el propio Cortázar la llama etapa estética y coincide con la Guerra Civil Española y la II Guerra Mundial. Para ese entonces, sus posiciones políticas se resumían en “estar muy bien informados sobre los frentes de batalla” y charlas de café en las que Julio y sus amigos se defendían de “eventuales adversarios”.
Sin sutilezas, Cortázar pone en su sitio a su generación y particularmente a los de su clase: “nunca nos dimos cuenta de que la misión de un escritor que además es un hombre tenía que ir mucho más allá que el mero comentario o la mera simpatía por uno de los grupos combatientes”.
La etapa estética abrió paso a una fase descrita por el cuentista como metafísica; allí ubica a Los Premios y, desde luego, a Rayuela. Aquí, la palabra clave es angustia. Oliveira trata de dar con “una clave” que le permita conocer aquello que lo rodea. Sin embargo, la pregunta por la injusticia a la opresión es en este personaje una búsqueda individual. Así lo admite Cortázar y con este reconocimiento inaugura su última etapa, la histórica.
Sí, fue la Revolución Cubana el pasaje decisivo para que Cortázar dejara de ser argentino y se definiera como latinoamericano. “Me di cuenta de que ser un escritor latinoamericano significaba fundamentalmente que había que ser un latinoamericano escritor”. Esta afirmación no se trató de un mero juego de palabras, sino del “ingreso en la historia” del fabulador de Cronopios y Famas.
¿Al diablo con lo fantástico? Nada de eso; es solo que luego de las luchas en Nicaragua o El Salvador, luego de las dictaduras, luego de las desapariciones forzadas en el cono sur, es inconcebible “ese tipo de fantasía, de ficción o de imaginación que gira en torno a sí misma y nada más (…) escapando deliberadamente de una realidad que lo rodea, lo enfrenta y le está pidiendo diálogo”.
Nota publicada en Colombia Informa
http://www.colombiainforma.info/cultura/recordando/1907-cortazar-y-el-che-de-la-estetica-a-la-historia
Neirlay Andrade* es periodista venezolana, columnista de la revista Épale de Caracas y directora del periódico Joven Guardia, de la Juventud Comunista de Venezuela.