Hace tres días confirmaron la primera muerte en la Villa 31. Según cifras oficiales, ya hay 6 personas muertas y 249 casos de corona virus en las barriadas de la Ciudad. Una crónica desde Retiro, con las voces de las personas de la comunidad.
Texto y foto por Mauri Elbueno
Con 84 años, Toribia Balbuena se convirtió en la primera víctima fatal por coronavirus de la Villa 31 de Retiro. Padecía diabetes. A la semana de su internación había sido intubada y luego quedó en terapia intensiva con pronóstico reservado. Murió el sábado 2 de mayo en el Hospital Rivadavia de la Ciudad de Buenos Aires.
El esposo de Toribia tiene 85 años y también se encuentra con diagnóstico positivo de Covid-19. La hija de ambos fue quien inauguró la dolorosa tanda de internaciones. Toda la familia vive en una pieza y comparte el mismo baño con otras 12 personas. Por el hacinamiento y las pésimas condiciones, la propagación del virus resultó inevitable. Las vecinas y los vecinos denuncian que después del resultado positivo que recibió su hija, el Gobierno porteño tardó casi 48 horas en aislarlos y aplicar el protocolo sanitario entre la comunidad y los contactos más directos. Por este motivo, más la falta de agua y la aglomeración, en un par de días la situación se desbordó y la cifra de contagios en la Villa 31 trepó a 133 casos.
¿Y el agua?
Un cartel da la bienvenida apenas se ingresa a la Villa 31: “Cuando vuelvas a tu casa, lavate las manos con agua y con jabón. Cuidarte es cuidarnos”. Lo dice el cartel y aparece en todas las publicidades de prevención. Sabemos que para cumplir con algunas de las principales medidas de prevención en medio de la pandemia de coronavirus, ya sea lavarse las manos, desinfectar superficies o mantener limpia la ropa y los objetos de uso diario, hace falta, principalmente, agua. Sin embargo, esa no es la realidad en los últimos días de gran parte de los habitantes de la Villa 31.
En el medio, las acusaciones cruzadas por parte de los gobiernos nacional y porteño. La titular de la empresa, AYSA, Malena Galmarini, aseguró que la compañía “llega con suficiente agua y suficiente presión hasta el límite exterior del barrio”. Según Galmarini, el inconveniente surge, entonces, en “la red interna que construyó y opera” la gestión de Horacio Rodríguez Larreta.
“Necesitamos una información exacta del gobierno porteño porque la gente se entera por los medios y eso genera incertidumbre y angustia”, dice Walter, quien vive en este lugar desde hace 10 años. “Las autoridades podrían podría trabajar mejor para que los vecinos y las vecinas se concienticen y transmitir tranquilidad. De esa forma se evita un ambiente de pánico y además se les explica que a pesar de la pandemia se pueden cuidar”. Walter habla pausado y se muestra sereno. Cuenta que mientras trabaja como operario en una fábrica, estudia para ser maestro. “Mi jefe no sabe que soy de La 31, pero creo que lo sospecha”, desliza, entre risas. Tiene puesta una campera y pantalón largo de Boca, y usa un tapaboca que le cubre los labios pero refuerza el marrón de sus ojos. “Yo de acá no me quiero ir más, hay muchas cosas para hacer”, asegura, con orgullo militante, al recorrer el barrio.
Mientras, Sara, que nació en Bolivia y desde hace 30 años reside en la Argentina, habla desde la puerta de su casa. Por la ventana, asoman unas maderas, latas de pinturas y herramientas. En el piso, la tierra se mezcla con astillas y aserrín. “Mi marido es carpintero”, detalla. “Acá la gente está sin agua, en la manzana bis ya no tienen cómo desinfectarse, no pueden limpiar nada”, explica Sara. Ella vive en la zona de Bajo Autopista, donde se detectaron los primeros casos. “Algunos vecinos van con bidones y baldes hasta los camiones que pone Aysa. Pero el tanque ese entra hasta la calle Perette y entonces van hasta ahí y hacen las filas para cargar. Y hay algunos tienen que caminar, 4 o 5 cuadras. Encima es agua que no se pude tomar, solo sirve para limpiar un poco”.
Vivir en pocos metros
La disposición del Ministerio de Salud es que se mantenga el distanciamiento social con 1 metro y medio de diferencia entre las personas. Casualmente, en varias manzanas de la villa, ese es el trecho que hay en los pasillos. En las viviendas, una pegada a la otra y con edificaciones inconclusas hacia arriba, las y los habitantes comparten los cubiertos, los vasos, los ambientes, las piezas. En algunos casos, duermen de a dos por cada colchón. Así, el distanciamiento social es inviable porque se vive en comunidad, en lugar de individualmente. La posibilidad de contagio es abrumadora. Por eso el primer caso de contagio se transmitió con tanta alarma y se pidió rápido aislamiento.
En ese contexto, el premio Nobel de la Paz argentino, Adolfo Pérez Esquivel, y la referente de Madres de Plaza de Mayo, Nora Cortiñas, anunciaron en una carta abierta firmada por artistas, intelectuales, organizaciones sociales y sindicatos, entre otros, que denunciarán la situación que atraviesa en plena pandemia la Villa 31 frente a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos.
“Ya mismo, hoy, ahora, tarde pero ahora, necesitamos que quienes tienen la responsabilidad de gobernar dejen de mirar para otro lado y que asuman su rol como garantes del derecho a la vida, ese derecho que tan cruelmente le fue negado el sábado a una vecina de la Villa 31. No queremos una catástrofe”, advirtieron.
Parar la olla
Desde muy temprano, el jueves 30 de abril, decenas de familias hacen una fila en el Polo Educativo Mugica de Retiro, ubicado sobre la calle Letonia de sólo 200 metros de traza. El asfalto, que rodea el edificio de Tribunales de Retiro, está bloqueado por un alambrado que se instaló para armar un estacionamiento que facilite el acceso de jueces y fiscales a la sede judicial. Enfrente, de espalda al gigantesco edificio de Comodoro Py, mujeres y hombres esperan los bolsones de alimentos que otorgan los comedores escolares. Estaban ahí desde las 7, y la entrega se hizo después de las 12.
“Los bolsones son bastante ineficientes. Aunque el gobierno porteño diga que son canastas nutritivas, lo cierto es que para 15 días no está alcanzando. Además, necesitamos denunciar que al personal que entrega la mercadería no se les está dando barbijos, guantes, elementos de protección”, explica Natalia Militi, que es docente y referente del gremio UTE, y que utiliza como tapabocas el pañuelo de la Campaña por el Aborto, legal seguro y gratuito.
“El primer día fue muy complicado, hubo empujones, gritos, pero ahora se organizó todo mejor porque dan una parte en el Jardín ‘La Banderita’ y otra en la escuela primaria”, cuenta Natalia, que es madre de 6 hijos e hijas. Su casa, como tantas otras, no tiene agua. “Con los chicos se me complica porque para poder tomar agua tengo que comprar y gastar plata. Pasás toda la noche sin dormir esperando que caiga una gotita de agua de la canilla… vas y te fijás a cada rato y nada”, describe, mientras sostiene a su beba de 9 meses en brazos. El agua, que sale de cualquier canilla en edificios y casas de la Ciudad de Buenos Aires es el bien más preciado en la 31 porque escasea y porque es imprescindible para evitar más contagios. Sin embargo, Toribia ya no está y su esposo sigue internado. Y los contagios siguen creciendo.