Por Victoria Furtado, desde Uruguay*. El resultado del plebiscito para bajar la edad de imputabilidad, que se votó junto a las elecciones nacionales, tiene un sabor agridulce. La propuesta de reforma constitucional no fue aprobada, pero el porcentaje que acompañó al SI fue preocupantemente alto.
Quienes militamos en 2009 por anular la Ley de Caducidad ya aprendimos la lección: no se puede confiar en algunos politólogos. Estas figuras que por estas épocas se vuelven los rock stars de los grandes medios convocan a miles de uruguayos para que nos agrupemos en torno a los televisores y escuchar los resultados de sus encuestas a boca de urna.
Una vez cerrados los circuitos, algunos informativistas empezaron a decir que había una sorpresa que sería develada por estos personajes una vez finalizada la veda. Las posibilidades no eran muchas: o se referían a los resultados de la elección presidencial o se referían al plebiscito. Los portales de noticias digitales (internet no está comprendida en la veda), las redes, los mensajes preocupados de amigos y compañeros hacían pensar lo peor: se trataba del plebiscito. Sin embargo, el antecedente de 2009 nos daba esperanza, si se habían equivocado en ese entonces podían hacerlo ahora. Si aquella vez fue una derrota, esta vez nos podía tocar la victoria.
Los minutos finalmente pasaron, terminó la veda y tras algunos titubeos todos coincidieron en que la propuesta de reforma constitucional había sido acompañada por alrededor del 47 por ciento de la población. Los votos no fueron suficientes. La sorpresa no fue tal y el plebiscito finalmente no se aprobó. Ganó el no baja. ¡Ganamos!
Uruguay no baja
Minutos después de conocerse el resultado, los integrantes de la Comisión Nacional No a la Baja manifestaron: “Supimos levantar esta bandera del piso y pelearla, hasta convertirla en causa de todos. Somos jóvenes que nos rebelamos contra la desidia y la desesperanza, que decidimos alzar nuestra voz y hacernos escuchar. Quienes supimos respetar nuestras diferencias y unir nuestras fuerzas, dando forma y vida a este movimiento histórico y social.”
La multitudinaria marcha realizada el pasado 16 de octubre, que convocó a más de 50.000 personas, fue el cierre de una campaña intensa, de trabajo y esfuerzo. “Decidimos salir a las calles, a las plazas, nos expresamos en los espacios públicos y llenamos el país de colibríes. Fue así que hicimos renacer la esperanza, así se recordará la generación no a la baja.”
A su vez, reivindicaron el compromiso de trabajo en la búsqueda de soluciones reales. “Tenemos ante nosotros una nueva ventana de oportunidades, debemos juntos construir un Uruguay de convivencia pacífica, comprometiéndonos con soluciones reales e integrales para nuestros desafíos de seguridad. Debemos cuidar y atender a las víctimas del delito, así como garantizar condiciones dignas para las personas privadas de libertad tanto para adolescentes como para adultos. Debemos también avanzar en medidas alternativas, se precisa una efectiva reinserción social a través de posibilidades reales de trabajo, de estudio, salud, deporte y cultura, pero sobre todo debemos querer a nuestros jóvenes, cuidarlos, darles oportunidades.”
El sabor amargo
Mientras escribimos estas líneas, muchos jóvenes están celebrando por las calles del Cordón, lugar elegido por la Comisión Nacional para el merecido festejo. En los barrios, las comisiones de vecinos y organizaciones sociales que se juntaron y autoconvocaron para dar esta lucha seguramente también estarán festejando. Y es que hay motivos. Esta es una victoria de todos los que se organizaron para poner freno a una reforma impulsada por los sectores más conservadores de nuestro país. De los miles que marcharon por 18 de julio o llenaron el velódromo, de todos quienes en todos los rincones del país pusieron su granito de arena, en definitiva, del pueblo.
Sin embargo, los resultados dejan un sabor amargo. El porcentaje de la población que acompañó esta propuesta fue muy alto. Todos asistimos a la apertura de los sobres donde las papeletas por el sí acompañaban votos de todos los partidos. Por un momento todos dudamos de si salía o no la reforma.
Y es que el Uruguay conservador perdió esta batalla pero vive y lucha. Los discursos del miedo encuentran arraigo en amplios sectores de la sociedad que creen en la represión como solución de muchos males, no solo el de la seguridad. Por otro lado, los jóvenes siguen siendo objeto de estigmatización y no sólo cuando se los vincula con el delito, sino también por cómo se visten, por cómo hablan, en definitiva, por cómo son y cómo viven.
Ante este escenario vale la pena recordar algunos puntos centrales de iniciativa plebiscitada. La baja de edad de imputabilidad no representaba una solución a la inseguridad. Se trataba de una propuesta que profundizaba la estigmatización, la exclusión y la desigualdad, poniendo en el banquillo de los acusados a los jóvenes, en particular los más excluidos. En lugar de brindar soluciones reales se apostaba al encierro.
Pero lo central es que no se situaba el problema donde realmente está: a pesar del crecimiento económico sostenido en la última década, la desigualdad no disminuyó en nuestro país y la lógica de consumismo nos determina cada vez más. Somos en la medida que tenemos, este es el mensaje que nos bombardea y se dirige especialmente a los jóvenes. Por otra parte, la marginalidad en la que viven los jóvenes a los que apuntaba la reforma responde a años de carencias materiales, represión y ausencia de políticas sociales. Estas son las principales causantes de la delincuencia y se derivan directamente del sistema capitalista (por más argumentos ver nota).
Así que hoy se le puso un freno al Uruguay conservador, pero sólo la construcción de una sociedad más justa y solidaria podrá dar lugar a un país de hombres y mujeres con valores nuevos, en quienes los discursos del miedo no hagan eco y donde estas propuestas no tengan lugar. Mientras el sistema capitalista exista habrá marginación y derechos que son violentados, por eso la pelea debe ser por construir un mundo diferente y no nada más por detener las iniciativas reaccionarias o por reformar lo que existe. Los jóvenes debemos ser protagonistas de estas transformaciones profundas y también los críticos más agudos de un sistema que nos excluye, nos encierra y, a veces, también nos mata.
Hoy es un día de fiesta, pero mañana deberá ser de organización y lucha. Porque al Uruguay conservador sólo se lo frenará definitivamente con la construcción de otras relaciones sociales. Esperamos, con entusiasmo, que la “generación no a la baja” asuma el desafío.
*Artículo publicado en Zur (www.zur.org.uy)