Por Vivian Palmbaum / Foto: Quimeras DS
En el marco de la Semana de Acción Global Contra el G20 se inauguró la Escuela de Economía Feminista en el Hotel Bauen.
Una vez más el Hotel Bauen se convirtió en un clásico para los encuentros de debate. El Salón Cascadas se vió casi desbordado por la cantidad de presencias nacionales e internacionales que se juntaron a escuchar, dialogar y plantear los pareceres para entender, de manera colectiva, cómo funciona el mundo en ese reparto tan desigual del que somos objeto y para poder contraponer nuestras luchas y resistencias.
La Escuela de Economía Feminista surgió como una idea que germina a partir de distintos espacios y talleres de formación, tanto presenciales como virtuales, y en diferentes idiomas. Luego para el Encuentro Regional de Mujeres, Lesbianas, Trans y Travestis en La Matanza, en un taller sobre economía feminista y G20, “dijimos `¿por qué no incentivar desde la Red de Feministas del Sur Global estas discusiones sobre la globalización y herramientas de la economía feminista?´, y así armamos este encuentro que aporta al Foro Feminista Contra el G20 como un espacio de formación”, contó Flora Partenio, una de sus integrantes.
Fue una jornada para compartir, juntarse, acuerparse y escucharnos. La Escuela de Economía Feminista se realizó en el marco de las movilizaciones y acciones de resistencia contra la realización de la Cumbre del G20 en nuestro país. Es por eso que la red de activistas feministas del sur global DAWN la impulsó, junto a otras organizaciones y colectivas feministas. Las anfitrionas nos brindaron un arduo trabajo de producción teórica para formarse y compartir con otras, una lógica transversal y solidaria de los espacios feministas. Una formación donde se compartió el diagnóstico sobre la situación en la que estamos, necesario para ir construyendo propuestas colectivas.
Estuvo organizada en cinco bloques temáticos, estrechamente entrelazados: 1- Capitalismo financiero global, captura corporativa y la crítica de la Economía Feminista. 2- Entender los flujos financieros ilícitos en clave feminista. 3- Economía digital, presente y futuro del trabajo y justicia de género. 4- Acceso a bienes y servicios, financiamiento de políticas públicas y endeudamiento. 5- Experiencias democráticas, económicas y feministas en resistencias.
Apuntes
Entender cómo el capitalismo financiero global nos afectan como colectivo feminista y en nuestra vida cotidiana fue la tarea inaugural de Corina Rodríguez Enríquez. “Se ha vuelto más lucrativo el financiamiento que la producción ¿en que nos puede afectar?”. Hoy para ganar dinero ya no hace falta producir bienes porque los negocios son financieros, pero además para producir estos bienes y atraer las inversiones que giran por el mundo necesitamos ofrecer peores condiciones laborales para las y los trabajadores.
El decálogo que enuncian los gobiernos neoliberales está implícito en las propuestas maquilladas del G20 y en los acuerdos con el FMI. ¿Y eso que tiene que ver con nosotras en particular? Por un lado empeora las condiciones laborales, sobre todo para las más explotadas del sistema, que tenemos que trabajar más horas por la misma paga y que además tenemos que llegar a nuestras casas, como responsables de las tareas de cuidado y seguir trabajando en eso que hacemos todos los días y que no tiene un equivalente remunerado.
Son los fenómenos migrantes los que muestran que “hay romper con la idea que si la esclavitud se ha abolido no existe”, porque las mujeres migrantes son las que en su mayoría se ocupan de los cuidados domésticos, liberando el tiempo de otras mujeres, quienes obtienen una situación de ventaja. “Se va derivando el cuidado de mujeres a mujeres, donde las mujeres migrantes suelen ser los eslabones más débiles”, agregó Corina ante la pregunta por las cadenas de valor que integramos las mujeres.
Ese trabajo de la vida cotidiana, el trabajo doméstico y de cuidado, es un trabajo no remunerado que ha sido cuantificado, porque contribuye al 20% del Producto Bruto Interno, que en países como México y Argentina equivale al total del gasto público.
Pero además, la disputa para atraer las inversiones ha transformado en mercancía la producción de la vida misma. Los alimentos que consumimos, por ejemplo, se convirtieron en activos financieros que son independientes de la compra y venta de productos. Las corporaciones de alimentos tienen acciones que se cotizan en la bolsa. En el otro extremo, hasta está mercantilizada la reproducción de la vida misma, con la subrogación de vientres. Hay un conflicto entre el capital y la vida, una crisis sistémica en donde la acumulación del capital es incompatible con la reproducción de la vida.
En cuanto a los aspectos jurídicos, quizás las maquilas nos muestran los sistemas de reproducción de condiciones de neo- esclavitud, donde las mujeres son reproductoras y productoras de bienes, sobre todo en la industria textil, con salarios miserables para trabajos de jornadas extensas en condiciones de peligro para la vida misma, que no son evitables para quienes más lo necesitan. Así fue que en 2009 unas 289 mujeres murieron, en Pakistán, en sus puestos de trabajo, porque frente a un incendio no tuvieron la posibilidad de escapar porque las puertas de su lugar de trabajo estaban trabadas.
Continuó la jurista Adoración Guamán: “esas no son desgracias, son crímenes”, que se producen por complicidad de los Estados con las corporaciones y hace falta regular las condiciones de trabajo y ponerle algún freno al capital sin territorio, que subvierte a las democracias. “Esas violaciones a los derechos humanos tienen que tener responsables”. Pero además, es necesario notar que el derecho laboral está construido en base a los varones y que las organizaciones gremiales también lo están.
Una de las asistentes hizo notar que es necesario visibilizar que en los procesos de abuso y desigualdad que sufrimos las mujeres se suman las discriminaciones por negras, campesinas e indígenas.
En fin, flujos financieros ilícitos, paraísos fiscales, FMI y G20 son claves que necesitamos desentrañar porque como conceptos abstractos no logramos entender cómo repercuten en nuestra vida cotidiana.
Mientras nos dicen que países como Panamá o las Islas Caimán son paraísos financieros, la realidad oculta es que EE.UU., Suiza o Inglaterra son el destino principal de los capitales financieros que buscan evadir sus responsabilidades tributarias, a la vez que omiten explicar el origen de esos fondos. ¿Eso qué quiere decir en nuestra vida, en el día a día? Que esos fondos no vienen en forma de tributos a los países en donde se originaron y empeoran la calidad de las prestaciones básicas en salud, vivienda y educación, obligando a pedir créditos a organismos como el FMI que pone condiciones que empeoran nuestros servicios, siendo las mujeres las que suplimos esas carencias o tratamos de solucionarlas en nuestra vida cotidiana, para lo que nos endeudamos, y esa deuda tiene una tasa diferencial más elevada para los sectores menos formales y más pobres. Mientras tanto, además a través del consumo de alimentos, pagamos más impuestos que los que más tienen.
Las plataformas de información usan nuestros datos para que lo usen otros, el comercio, la salud, la educación las finanzas. Esto está en nuestra vida y no solo también está en la política. Son mercancía para hacer negocios. Estas empresas se convierten en las condiciones para que interactuemos en nuestra vida cotidiana. ¿Quién no? Vivimos con el teléfono, las aplicaciones sin darnos cuenta. El acceso por supuesto, es desigual. Mientras nos muestran que podemos trabajar desde casa y ser mujeres exitosas, en la realidad la mayoría de las mujeres no tienen acceso a esas capacidades tecno sociales para entrar en buenas condiciones a ese nuevo mercado de la economía digital, decía Cecilia Alemany, mientras exponía que el contraste se encontraba en las cifras concretas, donde la tasa de desempleo de jóvenes entre 19 y 25 años, en mujeres en el conurbano es del 24,6%. En esta nueva era en donde hemos plataformizado nuestra infraestructura, el debate sobre desarrollo o igualdad de oportunidades es una visión superficial del derecho de las mujeres, donde el acceso es diferenciado y donde la igualdad de género se coloca como llaves de negociación pero donde no hay transformaciones estructurales que hagan que cambie la realidad.
Seguir en acción
Nora Cortiñas, también se acercó a este espacio inaugural a escuchar y acompañar, tal como lo hace cada vez. Su presencia es un símbolo de reconocimiento. Comenzó expresando su repudio al G20 y diciendo: “no vamos a pagar esta deuda que nos impusieron. Uds. saben que no hace muchos años que soy feminista, yo me hice feminista por uds. Desde que salí a la calle, hace 42 años, tuve muchas amigas y grupos de mujeres, y el camino lo hacía acompañada de mujeres. No fue fácil aprender”.
La Escuela de Economía Feminista estuvo organizada por un espacio colectivo, donde el programa, la agenda y las invitadas implicó a muchas organizaciones feministas impulsada por DAWN, Mujeres para una Nueva Era, y a la que se fueron sumando organizaciones y redes internacionales como AWID, las compañeras que vinieron de Acción Aid que son redes de India y de África, o de acá como Quimeras, feministas de la SEC, la Asociación de las Mujeres y Estudios de Género que están en todas las universidades y ahí empezamos a conformar los módulos temáticos e invitar a las compañeras que venían a la Semana de Acción Global.
Flora Partenio, integrante de la Escuela, nos contó que “la propuesta es transformar esto en una escuela itinerante para abrir el diálogo con África, el Caribe y nuestra propia región”. Agregó que “la evaluación fue muy buena por el nivel de diálogo que se abrió entre espacios tan diversos como sindicatos, economías populares, artistas y distintas colectivas LGBTTIQ+”. Y finalizó afirmando que “seguimos con la Semana de Acción Global, el Foro Feminista y la gran Asamblea para trabajar los aportes de la Escuela hacia el Paro Internacional de Mujeres, porque las discusiones están en torno al trabajo y la economía”.