Por Matías L. Marra. Life of Pi (Una aventura extraordinaria), la última película del tailandés Ang Lee, plantea ponerle algunos límites a la razón, y volver a pensar en nuestra relación con la naturaleza.
Life of Pi, patéticamente llamada aquí Una aventura extraordinaria (cuando debió ser simplemente “Vida de Pi”), está nominada a once premios Oscar, incluidos Mejor película, Mejor guión adaptado, etc. No importa demasiado eso aquí. Lo interesante en Life of Pi, el último film de Ang Lee (Secreto en la montaña), es que plantea un límite a la razón y propone una reconexión con la naturaleza.
Life of Pi cuenta el encuentro, en una ciudad de Canadá, del Pi del título y de un escritor buscando una historia. Pi le cuenta así su vida, empezando desde que era niño y vivía en la India. El pequeño Pi practicaba el hinduismo, pero conoce el catolicismo y decide practicar a la vez ambas religiones. También, luego, se hace musulmán. Su padre, completamente racional, no reniega de las religiones de su hijo, pero le inculca el uso de la razón como método para tomar las decisiones.
El pequeño Pi, vive en el zoológico de su ciudad. Un día, al zoológico traen un tigre de bengala que Pi quiere alimentar con carne que tiene en sus manos. El tigre se acerca desde atrás de una reja sigilosamente mirándolo, y el padre saca a Pi, le pone una cabra viva adelante al tigre, y lo obliga a ver cómo se la come. Pi crece, así, contenido por la razón. La lección de su padre opera como barrera entre lo natural y lo cultural.
Por una crisis económica que afronta la familia, el padre decide que tienen que ir a vivir a Canadá. En el medio de ese viaje, naufragan, y Pi logra huir en un bote. En él hay otros animales entre los que, luego de una tensión, sale desde abajo de una lona el tigre en cuestión.
Así, la película intentará hacernos reflexionar sobre nuestro propio lugar de espectadores. ¿Qué es entonces lo que nos conmueve? Un animal mata a otro porque eso es natural, pero la carga simbólica que se le otorga a tal acción puede generar un profundo dolor. Esta noción la película la manipula a lo largo de toda la película. Nos exige que renunciemos a nuestra necesidad de significar.
A medida que pasan los días, Pi va negociando con el tigre, que no está allí para negociar nada. Tiene hambre y a metros de él hay un alimento en potencia. Pi aprenderá a generar algo nuevo de la relación opuesta naturaleza-cultura, y hace del tigre un otro por quien velar.
En Life of Pi, la razón es contenida para darle paso a la no-razón, a lo irracional. Life of Pi es una búsqueda por un valor que hemos perdido: nuestra condición de naturales. No se plantea en el sentido que usa la derecha conservadora para argumentar, sino en un sentido del espíritu, de reconectarse (y reapropiarse de la palabra en un sentido no conservador ni neohippie) con la naturaleza, desde lo que somos ahora. Por eso es que la película no niega la razón, sino que hace un llamado a contenerla, porque si lo hiciera no habría posibilidad de relato.
Hacia el final de la película, toda la simbolización que se había hecho se revela bastante. Parte de la rebeldía contra la significación es dejada de lado en favor de una claridad denotativa que podría pensarse que no era necesaria.
Sin embargo, esa claridad denotativa, el dejar en claro todo, no es un pecado, sino casi un alivio. Una medicina para el alma, un acto de justicia con Pi.