Por Laura Cabrera @LauCab/ Fotos: Seba Klein
Con un Luna Park agotado, el músico Lisandro Aristimuño presentó su último disco, “Constelaciones” junto a artistas invitados y una propuesta musical que volvió los inicios del artista y la vez demostró la madurez musical de quien lleva siete discos editados y un camino recorrido por centros culturales, dos Gran Rex y este primer Luna.
Pensar en cómo empezar a contar lo que pasó el sábado pasado en el Luna Park es pesar en empezar a contarlo por el cierre, con Lisandro sobre el escenario, saludando a quienes estuvieron en ese estadio repleto y dejando un mensaje de apoyo a la música independiente, a la autogestión y a la música argentina. Es que de ahí parte la historia de Aristimuño: de las pequeñas salas, de compartir escenarios con músicos de ese palo, de tocar en lugares pequeños, siempre con la misma energía. Y ahí estaba, presentando Constelaciones en el Luna, casi como si esta acción fuese también parte de la poesía que abre la puerta al mundo Aristimuño, ese en donde la sensibilidad desde lo musical pasa por el cuerpo de quienes escuchan y se conectan a algo que en el mundo real (el que en esta oportunidad estuvo afuera del Luna Park) no se puede encontrar.
Pasadas las 21.30, Lisandro salió al escenario con “Rastro del percal”. Así se iniciaba un show en donde se sintieron la fuerza de la banda, los aportes brillantes de los invitados e invitadas y los momentos de Lisandro solista, todo esto en poco más de dos horas en las que las emociones podían sentirse en el aire. No faltó en ese tiempo la mención al Sur y a Azul, su hija, ambos presentes en muchos de sus temas. Pero tampoco faltó el compromiso social como artista y el no poder dejar de preguntar dónde está Santiago Maldonado, justo al inicio de “Green lover”, tema dedicado a las Abuelas de Plaza de Mayo.
La presentación de Constelaciones contó además con momentos en los que grandes de la música nacional se subieron al escenario. Las primeras en hacerlo fueron Hilda Lizarazu y Fabiana Cantilo, quienes sumaron sus voces al alegre “Voy con vos”, cuarto tema de la noche. A mitad de show fue Javier Malosetti quien se sumó con arreglos en bajo al nostálgico “Good morning life”, primer corte de difusión de este último disco. Pero la sorpresa de la noche se dio al momento en que Fernando Ruiz Díaz (Catu Pecu Machu) apareció en escena para cantar “Para vestirte hoy”, rompiendo por completo con el show, cambiando la energía por el estilo rock que lo caracteriza, generando el quiebre en el momento justo, demostrado también la grandeza de un músico que deja todo el protagonismo a su invitado.
Así como pudieron escucharse variantes de “Tu corazón”, “Blue”, o “How Long” (en donde Rocío Aristimuño se llevó todos los aplausos, luego de su zapateo estilo flamenco), también hubo lugar para el Lisandro de los tiempos en los que el número de público era menor, en donde una guitarra y su voz eran todos los instrumentos. Así sucedió en “Me hice cargo de tu luz”, “tu nombre y el mío” y “canción de amor”, temas en los que no sólo cambió la atmósfera por la de un concierto más íntimo, sino en donde además se dio la mayor interacción con el público, entre chistes e historias de la poesía encerrada en cada letra.
¿El cierre? Lento y relajado con “Respirar” y “Canción de amor”, explosivo con el último de la noche: parches y cuerdas a fondo para “Elefantes”, uno de los más fuertes del antecesor, Mundo Anfibio.
Más allá de la inmensidad del Luna, de la popularidad alcanzada por Aristimuño y sus resultados reflejados en la cantidad de público, el músico demostró que todo sigue igual, que su música es esa que habla de las realidades cotidianas, de las identidades, amores, emociones, de todo eso que la disfunción narcotizante o esa idea de estar conectado con el mundo, hace que en el día a día quede en el olvido. Es que el mensaje parecería ser siempre el mismo: la música nos acerca a eso que suena a lo que más queremos, a lo que nos emociona y nos conecta. La música nos hace viajar.