Por Andrea Sosa Alfonzo. Marcha dialogó* con Alberto Santillán y Vanina Kosteki. Condena y justicia social, juventud y política, la continuidad de la lucha y la reivindicación de las figuras de Darío y Maxi a través del tiempo.
Ciudad y punto. Humedad y llovizna, afuera el mundo como si nada, como si nada para los otros. Como si todo para mí que estaba de espectadora. La ventana fría, del otro lado un padre con su hijo van por la vereda angosta de este barrio de veredas angostas. El niño juega al equilibrista en la línea del cordón, el padre va tras él repitiendo el movimiento de los brazos que hace de los equilibristas expertos, como si abajo hubiera un abismo. El padre pierde y el hijo se burla con sonrisas.
El reloj marca las 18.10 horas. Recién cae la tarde y el cielo ya está en una mezcla de color negro y naranja. En la mesa de enfrente desde hace un rato un grupo de ancianos estudian un idioma que no logro descifrar. Aunque el oído se esfuerza por interceptar alguna palabra, es en vano. Desisto. Vuelvo a chequear los grabadores, tintineo, chequeado. Los apago.
Cuando el grupo de estudio del idioma incomprensible se levanta de la mesa, la señora de blusa floreada bromea con la moza mientras se pone el abrigo; Sí, era el hermano menor, que si no se parecían era porque él era menor. Y todos risas. Los dos de pelo blanco y una fisonomía parecida, estaban de espaldas a mí y sin embargo me parecían hermanos. O era el concepto de hermanitud lo que hacía convencerme. Él, el hermano menor, toma entonces a la señora de la blusa floreada -ahora con abrigo- por el hombro y así salen del bar y así hasta que se hacen muchos.
Alberto llega primero, pausado como el día que afuera se abría paso entre la humedad de una ciudad a la que su nombre le preceden los aires que le llegan del río. Un café y muchas palabras reflejan la audacia del que menos espera y sin embargo sigue. Del tono suave al persistente, sin buscar las más adecuadas porque los años ya le han dado la enseñanza. Los años y la ausencia. Alberto de tono grueso y rostro grande, se hace presente. Un recuento emotivo del documental La dignidad rebelde de Miguel Mirra me parece imposible de derribar. “Quedé sorprendido porque no las había visto nunca esas imágenes”, me dice con la mirada fija y profunda, penetrante. “Increíble como Dari hablaba tan claro siendo tan joven.” Tan joven y tan sabio pienso yo.
Dari es Darío Santillán, asesinado por la Policía bonaerense el 26 de junio de 2002 en la Masacre de Avellaneda. En el documental de Mirra, una imagen lo muestra de perfil con unos niños jugando detrás, esa imagen que tantas veces vimos. Alberto la trae a la mesa mientras revuelve el café y le da pequeños sorbos. “Ni yo en casa tengo imágenes como esas de Dari.”
Silencio. Presumo que esta entrevista va a desafiar mi pulso.
Al rato llega Vanina. Algunos chistes respecto al modelo de tolerancia que cada uno tiene en relación a la espera. Vanina está con un pañuelo que, cruzado por detrás del cuello, sostiene su mano izquierda. “Es por el trabajo, tantos años de abrochar papeles, agarrar carpetas. Me operé de la enfermedad de Cristina: tendinitis” (risas). Vanina tiene una palabra activa, explosiva. Y unos ojos que revolotean de aquí para allá en un rostro pequeño. Alberto quiere ayudarla con los sobres de azúcar que eligió para poner en el café.
Y sin mediar pregunta, sin ampliar los motivos, aquellos dos tiran abajo cualquier presunción que uno pudiera hacer y se empecinan en reforzar la mítica idea de los dos que se encuentran en un Café. Porque los encuentros en un Café pueden ser de los más variados, pero los presumen ciertas reglas cafeísticas que en general no son acompañadas por un grabador o mejor dicho dos. Dos grabadores para dos.
Vanina dice que tiene un hijo que se llama Maxi, y se llama así por Maximiliano Kosteki; su hermano, asesinado por la Policía bonaerense el 26 de junio de 2002 en Avellaneda, la misma que mató a Darío cuando se quedó a su lado hasta el último momento.
La charla arranca sin preludios, siguiendo el hilo de la tarde que se iba. El Café que estaba a dos pasos de la 9 de julio se vació. Y se vació hasta que la entrevista terminó.
Alberto y Vanina, Vanina y Alberto, sin importar quién va primero porque en realidad van juntos, con la firmeza y la coherencia de los luchadores que se saben en la lucha porque aún no ha sido ganada, dialogaron con Marcha; a diez años del 26 de junio de 2002, de Darío y Maxi, de Maxi y Darío.
¿Cuál es el estado de la causa hoy?
Vanina Kosteki (VK): El día que lo sentenciaron a Fanchiotti (Alfredo, ex comisario de la Policía Bonaerense) y a Acosta (Alejandro, ex cabo de la Policía Bonaerense) yo me entero de casualidad. Voy al centro a visitar a una amiga del trabajo y veo que estaba cortada la 58 que es donde empieza el Tribunal. Cuando llego al Ministerio, mi compañera me dice: “¡Sentate Vanina! Acabo de escuchar. ¿Cómo es que se llama el comisario ese? – ¿Quién, Fanchiotti? –le digo. Si, si, ése. Lo acaban de nombrar en la radio dicen que lo traen acá al Tribunal porque lo van a dejar en libertad.”
No me vio salir de la oficina. Cuando llego al Tribunal, no me dejaban entrar. Pegué dos, tres gritos. Un oficial me deja pasar para hablar con una empleada. Y viene otro y me dice: “¿Ud. quién es? Soy la hermana de uno de los chicos asesinados en el Puente. Me acabo de enterar que lo traen a Fanchiotti y no sé por qué. Hay una audiencia con el juez –me dice. Y Ud. acá no se puede quedar. Yo quiero hablar con el juez o traeme al fiscal- le contesté. Cae el secretario y me dice: Es una audiencia de apelación de Casación, es la audiencia de rutina. Y me muestra un papel.” Ahí, en ese papel aparecían para notificarse Alberto, mis hermanas, los abogados, los heridos, los abogados de los heridos. A ninguno le había llegado la Cédula.
En esa ocasión, Fanchiotti se presentó y dijo un montón de cosas. Pero no era una audiencia de defensa sino que era una audiencia para ver si se tomaba en cuenta lo que decían los abogados, y los fiscales. Me acuerdo que Fanchiotti había ido con las audiencias de peritos, de balística, sin embargo no era una instancia de presentar pruebas.
¿Eso en qué año fue?
VK: Y esto fue en el 2007, porque en 2006 terminó el juicio.
Alberto Santillán (AS): Yo fui porque él había pedido declarar con el juez Lijo (Ariel) y se aceptó porque se pensó que iba a aportar algo con respecto a la responsabilidad política. Pero nada. Como siempre, lavándose las manos. La misma mentira desde el primer día cuando dijo “Yo no estaba en la estación.”
VK: Cuando él se presenta acá en la causa federal, fue por un pedido que yo le hice al fiscal Osorio (Miguel) ya que en la audiencia de Casación lo había nombrado a Aníbal Fernandez y a un par más. Lo que sucedió es que en Casación no se toma nota porque no es una audiencia común. Sin embargo, Fanchiotti y Acosta en esa audiencia piden reducción de la condena. Ahí Acosta se hace cargo de que él cometió el delito de homicidio y que actuó en defensa de Fanchiotti y bajo su mando, o sea, en Casación admite lo que no había admitido en primera instancia, mientras que Fanchiotti pedía la nulidad del juicio y ser juzgado en fuero federal.
Después la resolución que toman: les reducen la condena para algunos –los que tenían condenas menores- y lo absuelven a Vega (Félix, ex comisario mayor de la Policía Bonaerense).
AS: Vega tenía pena de tres años y en este sentido no han tenido penas mayores los que fueron participes también, pero era la primera vez que condenaban a un comisario por el asesinato de dos luchadores sociales. En cambio siempre está la salvedad: primero que están extra muro, segundo; deberían estar con una población carcelaria común y tercero que están amparados por sus camaradas de armas. Por eso mismo la salida recientemente de Fanchiotti es una burla. Sus mismos camaradas decidieron que estaba depresivo y lo dejaron salir a comer un asado.
VK: Ahora hay un pedido de Fanchiotti de pasar de una cárcel de máxima seguridad a una común, y Acosta pide lo mismo. El informe que hace el Servicio Penitenciario al Tribunal en este sentido es que no tiene el lugar ni los medios de evitarlo, por un pedido que vengo haciendo yo de que no los saquen de donde están, porque si estando en una cárcel común Fanchiotti sale a comer asados y a pasear. Imaginate cómo sería de otro modo.
AS: ¿Pero vos hablas de una cárcel común o de estar con población carcelaria? Yo creo que él lo que menos quiere es estar con población carcelaria porque lo van a matar a bollos.
VK: El régimen en el que está ahora es el de una población común. El Tribunal de Lomas lo que le está pidiendo al Servicio Penitenciario es que arme una unidad de régimen abierto para gente del Servicio cumpliendo condena. Hasta ahora, todos los policías que cumplen una condena, la cumplen en una unidad de máxima seguridad. Por ejemplo, Fanchiotti no tiene tanta libertad en Varela –como la que está solicitando por eso el traslado-. Acosta que está en la Unidad 9 en La Plata dentro del Pabellón de máxima seguridad, tiene un régimen abierto, dentro de esa misma Unidad. Esto es, vivir en una casa con paredones donde vos entras y salís, tenes tu habitación pero ahí adentro sin salir afuera, que es lo que no tiene Fanchiotti actualmente. Lo que implica el pedido que está haciendo Fanchiotti, es que otros detenidos policías podrían gozar de ese privilegio, que es lo que se está tratando de evitar.
AS: Es medio difícil no, pero tal vez se crearía con esto un precedente…
¿Qué implicancias tiene que ellos pasen a una cárcel común?
VK: Que vuelvan a hacer lo mismo.
¿Que puedan salir?
VK: Si. Cuando hablaba con el Servicio Penitenciario les decía, yo no tengo que hacer valer la justicia, no tengo por qué estar controlando al que tiene que controlar el orden. Son Uds los que tienen que hacer que los reos cumplan su condena. Esa es la regla, ahora que un familiar de una víctima tenga que estar pendiente de si el asesino está cumpliendo la condena o de si el Servicio Penitenciario está cumpliendo con el reglamento que tiene que cumplir, eso implica un mayor desgaste para nosotros.
AS: Uno no tiene que hacer el trabajo de la justicia, pero si vamos al principio convengamos que lo logros no se hubiesen dado sin la participación, sin las marchas, sin los escraches. Como el hecho de que hayan acampado los compañeros durante un mes y pico en la época del juicio, cagándose de frío y mostrando una lucha. Desde el arranque siempre quisieron cajonear el asesinato de los dos. Si hubiéramos esperado a que la justicia hiciera algo, olvidate, hubiese quedado como tantas otras muertes impunes. No es el caso de Darío y Maxi.
Esto se ha hecho porque nadie de los familiares de Maxi y de Dari nos quedamos encerrados en una pieza llorando. Hemos aprendido y a los golpes. Por eso la condena a estos dos asesinos es en base a la militancia, en base al apriete, en base a ir y escracharlo al fiscal Shell (Bernardo) cuando tenía que declarar Duhalde y no quiso ir, quedó escrachado todo el juzgado en Lomas. Sin toda la lucha que hubo, lo hubiesen manipulado como hacen siempre, y más siendo camaradas de armas, porque todos saben los muertos que cada uno tiene encima.
VK: También está la otra; de lo que va del 2002 a la fecha hay entre 14 o más compañeros asesinados en una protesta social, o en un reclamo social de distintas características y que a la fecha ninguno ha tenido una condena para sus asesinos. Por eso lo que nosotros logramos, hace que salgan hoy a reclamar y decir “Si lo pudieron hacer ellos, por qué no nosotros”. Muchos de ellos tienen hoy esa polenta para seguir saliendo a la calle, como el reclamo por Fuentealba que está dentro de las mismas características: el policía que lo mató fue juzgado y condenado pero quedó todo como si nada, y los responsables políticos aún sin condena.
* Primera parte de la entrevista completa a Alberto Santillán y Vanina Kosteki, publicada en fragmento en el Cuaderno Número 1 de Marcha “Huellas y voces del Puente”