Por Martina Pesce, Lara Vallega y Sonia Di Ciocco
La Ciudad de Buenos Aires acarrea un limitado acceso a la salud pública, sumado a la desigual distribución que existe, como en otras cuestiones, entre las zonas norte y sur. En las líneas que siguen, una mirada sobre las faltas pero también las propuestas para mejorar el acceso de los habitantes a una salud digna e integral.
Cuando pensamos en los derechos que tienen los habitantes de un país o una ciudad, es evidente que la facilidad para acceder a ellos emerge como una cuestión fundamental. En la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (CABA), el derecho a la salud según la Constitución tiene criterio de accesibilidad, equidad, integralidad, solidaridad, universalidad y oportunidad, pero ninguno de estos aspectos se refleja en la práctica de la cartera de salud. En este campo, la falta de acceso resulta una de sus mayores problemáticas, que se agudiza en la zona sur de la ciudad y promueve así la desigualdad entre los barrios del norte y los del sur.
Si bien se trata del distrito más rico del país, no se garantizan allí los derechos básicos necesarios para gozar de una salud integral. El recorte presupuestario y la subejecución en áreas sociales como vivienda, educación y cultura, tienen su correlato en el área de salud. Los continuos ajustes desde 2007 se visibilizan en el deterioro progresivo de la infraestructura hospitalaria, la falta de insumos y las condiciones de trabajo de los profesionales que, sin ir más lejos, se sostienen en un régimen de residentes sin ningún derecho laboral y con horarios de trabajo de hasta 36 horas de corrido, o el caso de las y los enfermeros con jornadas extenuantes.
En la Ciudad, el sistema público de salud es usado por el 20% de sus habitantes. Este porcentaje se duplica en las comunas 4 y 8, ubicadas en la zona sur. Este número también aumenta en menores de 18 años y en habitantes de villas, donde la falta de urbanización muestra su cara más dura: altísima prevalencia de contaminación por tóxicos e infecciones atribuibles a la falta de agua potable, escasez de cloacas, hacinamiento e inexistencia de un régimen de basura integral, cuestiones que hacen de la enfermedad una moneda corriente.
Los indicadores de salud, según el INDEC, muestran una ciudad dividida: en la zona norte, los valores son similares a los de un “país desarrollado”; mientras que en la zona sur, coinciden con los países subdesarrollados. La mortalidad infantil, entendida como la cantidad de muertes de niños menores de 1 año, son un claro ejemplo de esto: en las comunas del sur este indicador prácticamente duplica al registrado en el norte de la ciudad: 10,7 cada 1000 contra 5,2 cada 1000, respectivamente.
En este sentido, los datos alarmantes no son pocos. La comuna 8–donde más se utiliza la atención pública– es la única que no cuenta con un hospital público, por eso los vecinos tienen que recurrir al Hospital Santojanni, ubicado a 7km, lo que representa 40 minutos en colectivo. La comuna cuenta con diez Centros de Salud y Acción Comunitaria (CeSAC) que, en relación con su población (300.000 personas), son claramente insuficientes y por sobre todas las cosas no tienen la complejidad de un hospital, por lo que no cuentan con médicos especialistas, guardia, salas de internación, entre otros.
Asimismo, la Villa 21, ubicada en la comuna 4, tiene una población de 60.000 habitantes, de los cuales más del 50% utiliza los hospitales públicos. Cuenta con cuatro CeSAC, que quedan a cargo de la atención de 12.000 personas cada uno, y que cuentan con un presupuesto muy limitado. No hace falta pasar un día en uno de estos centros para imaginar las largas colas, la cantidad insuficiente de turnos, la falta de insumos, entre otras problemáticas.
Esta situación se agrava ante la dificultad para llegar al hospital responsable de esta área prográmatica, el Hospital Penna: a pesar de que queda a menos de 25 cuadras, el transporte público no parece cumplir su función, ya que en su recorrido ninguno se acerca a menos de 10 cuadras. Como si fuera poco, nos encontramos con una franja horaria en la cual el acceso a la salud se restringe aún más: entre las 14 y las 8 de la mañana, los CeSACs se encuentran cerrados y el transporte público disminuye su frecuencia. Esta realidad perjudica principalmente a personas bajo tratamientos crónicos con especialistas, a ancianos, niños y embarazadas.
Sobran los motivos para percibir un total desinterés del actual gobierno de Mauricio Macri por suplir las falencias de un sistema sanitario más que insuficiente, pero saltan a la luz medidas que, sin solucionar el problema de fondo, podrían acortar esta desigualdad entre las distintas zonas de la ciudad.
Basta recordar, entre otras, la promesa del hospital de Lugano, en la comuna 8. Ésta se remonta a 1986 cuando Suárez Lastra, intendente de la Ciudad en ese entonces, firmó por decreto su construcción. La obra estuvo prácticamente parada desde ese entonces, hasta que en 2009 fue “inaugurado” el edificio, como una promesa de campaña de Macri. Sin embargo, a seis años de este evento, sigue sin contar con el nivel de complejidad necesario para ser considerado hospital: funciona de 8 a 18 horas, no tiene salas de internación (el proyecto original incluye 250 camas), ni laboratorios, ni servicio de guardia, entre otros.
Entre las medidas que deberían tomarse está la de aumentar el número de los CeSAC y el presupuesto que se les destina de manera proporcional a la densidad de población en la zona que se utiliza la atención pública; ampliar sus horarios de atención, aumentar el número de profesionales de salud y promover campañas de salud amoldadas a las necesidades principales de barrios. Esto resultaría en una honda mejoría del ejercicio de este derecho y en un uso más eficaz del presupuesto.
En el mismo sentido, es necesario ampliar el sistema de transporte que actualmente permite la movilidad del personal de salud entre el hospital y los CeSAC, a uno que tenga una frecuencia todo el día y pueda ser utilizado también por los vecinos del barrio. Así, se lograría acortar las distancias con el hospital de referencia y obtener así un trabajo más integral entre los CeSAC y el hospital, sin sobrecargar el servicio de emergencias y permitiendo la prevención y el abordaje temprano de las enfermedades.
En la actualidad, lejos de cumplirse los derechos y garantías plasmados en la Constitución, se evidencia un sistema excluyente y para pocos que, en lugar de garantizar una necesidad básica, aleja y pone trabas a quienes más lo necesitan. Es hora de poner en la agenda del macrismo qué modelo salud se está brindando a sus habitantes, e invertir en proporcionar un sistema eficaz y solidario que promueva la salud de la población. Aunque, claro está, no será lo suficientemente eficaz hasta que las desigualdades e injusticias sociales no se erradiquen.