Por Marina Pandolfi. La joven murió con el 85 por ciento de su cuerpo quemado y el único imputado es su ex pareja, que está bajo prisión preventiva. Pretende insistir en que ella se quemó “por accidente” mientras limpiaba CDs. Hay movilización el miércoles.
En una sala muy pequeña de los Tribunales de Lomas de Zamora, Martín Santillán, de 36 años, espera sentado junto a su abogada el inicio del juicio en su contra. Habla con ella y mira cada tanto a su familia que lo vino a apoyar, porque están “absolutamente convencidos de que es inocente”, afirmó su padre, Ramón. Es el único imputado del femicidio de Fátima Catán, su ex pareja de 22 años que falleció a causa de ser quemada en la localidad lomense de Villa Fiorito, hace cinco años.
En el recinto, también hay algunos familiares y amigos de Fátima -porque la mayoría de ellos declararán ante los jueces como testigos-. Mientras tanto, en un ambiente tan reducido, el aire que se respira entre ambos es cada vez más tenso. Es la primera jornada del juicio oral, al que Santillán llega bajo prisión domiciliaria preventiva, que comenzó el viernes último y continuará hoy y el miércoles.
“Dejame pasar, salame”, le dice Nahuel, el hermano de Fátima, al padre de Santillán quien bloqueaba la puerta y lo miraba con soberbia. “¿Ves? ¿Ves cómo nos agreden? ¿Ves cómo nos tratan? Escribí eso, poné eso también en tu nota”, le grita la madre del imputado a la prensa que estaba presente. Una vez comenzado el juicio, dos horas más tarde de lo previsto, se le leyeron al acusado sus derechos y los fundamentos de la acusación. La fiscal Viviana Simone sostuvo que Santillán, a raíz de una discusión con Fátima, le roció el cuerpo con alcohol y la prendió fuego con el “único fin de matar”, además de provocarle graves quemaduras en el 85 por ciento de su cuerpo. La causa está caratulada como “homicidio en contexto con la ley de violencia familiar”.
La defensa de Santillán, entretanto, sostuvo que “intentará demostrar que en ningún lado consta que el imputado haya agredido a la víctima, que ella no se encontraba embarazada al momento de su muerte y que no hay relación entre los hechos acaecidos entre la discusión y su desenlace”. Es decir, que Fátima sería quien se habría rociado a ella misma con alcohol y prendido fuego con un encendedor después de una discusión y que Santillán intentó impedirlo.
En un juicio con 26 testigos llamados a declarar, el primero que abrió el debate ante los jueces fue el padre de Fátima, Jesús Moisés Catán. Contó ante el tribunal que él, por su trabajo -es obrero de construcción en el sur del país-, pasaba mucho tiempo afuera de la casa, que nunca supo detalles concretos de la relación entre Fátima y Santillán por boca de su hija, sino que su esposa, Elsa Jerez, y su hijo Nahuel, eran quienes le contaban algunos detalles. “Yo supe por mi señora y mi hijo que él le pegaba, porque ellos la habían visto con moretones”.
Según el testimonio de su padre, cuando ellos le preguntaban qué eran esos golpes que tenía en el cuerpo, ella les decía que se había golpeado en el trabajo -era barman en un boliche y también hacía trabajos de peluquería y manicuría a domicilio-.
También contó que la noche del 18 de agosto de 2010, un sobrino de los Catán fue hasta la casa de los papás de Fátima para decirles que “(a ella) la habían tenido que internar pero que estaba bien”. Cuando fueron al hospital Evita de Lanús, el panorama era radicalmente diferente: “Cuando llegué, me encontré con otra cosa. Esa no podía ser mi hija. Salvo su cara y uno de sus pies, estaba totalmente quemada, hinchada y entubada. Los médicos refirieron los dichos de Santillán, de que ella se había quemado mientras limpiaba unos cd’s con alcohol, pero no les creímos. Fátima tampoco despertó y nunca pudimos saber por boca de ella qué fue lo que pasó”.
Su hermano Nahuel, que en ese momento tenía apenas 13 años, era muy unido a Fátima, por lo que en su turno de declarar le dio a los jueces muchas más precisiones sobre la relación de su hermana con Santillán. “Tenían una relación enfermiza. El primer episodio violento que vi entre ellos fue un día que yo llegué antes de la escuela y vi que Santillán le estaba pegando a mi hermana. En seguida me dijeron que me calle y que no les diga nada a mis papas”. También sostuvo que Santillán era “muy celoso”, porque Nahuel, que le había revisado en varias ocasiones el celular a su hermana, encontró muchos mensajes de texto donde la celaba. “En una ocasión, cuando ellos estuvieron separados durante unos meses y ella vivía con nosotros en casa, él no paraba de mandarle mensajes. Todo el día, todo el tiempo. A veces yo intentaba aconsejarla, pero ella lo justificaba o me evitaba. También la obligó a renunciar a su trabajo, para que se quedara más tiempo en la casa”.
El mismo 18 de agosto, mientras Fátima estaba internada, Santillán estaba en la guardia del hospital con las manos vendadas. “Supuestamente me decían que él estaba quemado también, pero cuando bajé a la guardia lo vi intacto salvo por sus manos, que estaban vendadas”, contó Nahuel ante los jueces. Después de eso, él y su padre fueron hasta Fiorito a buscar algunas cosas a su casa. En el camino, de casualidad pasaron por la casa que Fátima compartía con Santillán y se encontraron con él, otras personas más que entraban y salían de la casa con cajas y dos autos. “Quisimos preguntarles qué estaban haciendo pero se nos avalanzaron encima para pegarnos, entonces nos fuimos”.
Cuando volvieron, a los pocos días, acompañados por la Policía, encontraron en el suelo una mancha negra con un bretel de corpiño calcinado, todos los cables de la casa arrancados y un encendedor arriba de la mesa en la cocina. En ese momento, supieron que nada de lo que había ocurrido había sido un accidente doméstico. “Tardé mucho tiempo en denunciarlo. Recibimos todo tipo de amenazas”, contó el padre de Fátima.
Hoy, con 18 años, Nahuel tiene muy en claro lo que pasó. Como su padre trabaja afuera la mayoría del tiempo, él es el sostén de su madre Elsa, quien recientemente sufrió dos descompensaciones. “Nosotros rehicimos nuestras vidas. Con mucho esfuerzo y con mucho dolor por no tener a Fátima, pero lo logramos. Él, en cambio, toda la guita que ganaba en el aeropuerto se la gastó para no caer preso durante todo este tiempo. Ahora, no tiene nada. Está viviendo igual que hace casi cinco años atrás. La misma ropa con la que estaba hoy, la tenía puesta aquella vez en el hospital. Estoy seguro de que, para él, todos los días son 18 de agosto”.
La familia Catán convoca a una movilización frente a los Tribunales de Lomas de Zamora a las 10. Hay un único objetivo: que la Justicia se corra por una vez el velo patriarcal con el que suele convivir y entienda que la muerte de una mujer en mano de un varón que la considera de su propiedad jamás es un “accidente”.