Por Aluminé Cabrera desde el D.F., México
Hace tres años un grupo de mujeres decidió formar un grupo de autodefensa alrededor de la inquietud de qué hacer frente a la violencia que a diario nos amenaza. Hoy el Comando Colibrí, con un grupo constante y un plan de trabajo, continúa con su apuesta de romper con las lógicas que nos ubican como víctimas y a entrenar para esa pelea que no daremos nunca.
El miedo está aquí, en esta cotidianidad que atravesamos de sol a luna. Y el miedo ya no es miedo o sí un poco pero es más que nada probabilidad. A ser atacadas, vulneradas, ultrajadas en la calle, en un parque, en la esquina de casa. Las iniciativas de autodefensa feminista se forjaron abrazadas a estas inquietudes pero no quedaron allí.
No se trata de salir desaforadas a querer dar golpes y patadas, tampoco de desarrollar músculos que nos hagan parecer más fuertes. Y el Comando Colibrí, grupo de autodefensa autogestionado del Distrito Federal mexicano lo sabe. “La mejor pelea es la que no se da”, repite como regla María Teresa Garzón Martínez, feminista, investigadora y coordinadora del Comando Colibrí.
En su declaratoria el comando ha dejado claro que su demanda “es una y sólo una: construir las condiciones de posibilidad de una esperanza de utopía, aquí, en el Abya Yala”.
Del parque al gimnasio
“El comando nació hace tres años. Yo soy colombiana, venía de una experiencia de defensa personal allá y en D.F. me encontré con la posibilidad de hacer boxeo tailandés que es Muay Thai. Ahí conocí a mi instructor, Enrique Medina, y varias chicas le planteamos a él la posibilidad de hacer unos talleres en el Parque Viveros, sin equipo, nada”. Así describe Garzón Martínez los comienzos cuando, por entrenar al aire libre, todo dependía del clima y de cuántas chicas se acercaran porque “a veces éramos tres y a veces no llegaba nadie”.
Poco tiempo después, la Academia Bonebreakers Central de la ciudad de México les ofreció sus instalaciones y apoyo técnico con sus entrenadores. “Entonces decidimos dar el paso y empezar a sistematizar ciertos aspectos. Luego comenzamos con la formación de instructoras, abrir mas grupos y cobrar un monto para cubrir nuestros gastos básicos”, cuenta Garzón Martínez.
En la actualidad, el Comando Colibrí se trasladó a otro gimnasio del centro de DF, Fust, donde ofrece tres horarios de entrenamiento y cuenta con un grupo constante de 15 mujeres. Allí la instructora es Katrina Herold mientras que el coordinador técnico sigue siendo Medina.
Las víctimas casi perfectas
“Nosotras hablamos de víctimas casi perfectas. Es una frase que encontramos por accidente en una canción de Shakira y que nos hace mucho sentido. Las mujeres, o cierto tipo de cuerpos que incluyen a las mujeres, hemos sido socializadas en unos imaginarios que dicen ‘tu eres más delgada’, ‘eres mas débil’, ‘eres más nerviosa, te vas a asustar más’.
En general los hombres son más altos, más fuertes, tienen mayor estado cardiovascular, desde chiquitos han aprendido a jugar a los golpes. Sin embargo, esa misma condición imaginaria que habla de los cuerpos representa las escenas como que tú no vas a responder, por lo tanto vas a ser la víctima perfecta: quien va a atacar preferirá atacar a una mujer, si alguien va a robar un celular va a preferir robarle a una mujer.
Por eso, sí, jugamos a ser víctimas, pero víctimas casi perfectas, porque allí hay algo que nosotras debemos hacer fallar y jugar a nuestro favor. Eso tiene que ver con desaprender un montón de cosas, reaprender otras, pero que en la práctica se logra, te va dando conciencia de tu cuerpo, te va mostrando la memoria que tiene tu cuerpo.”
La formación
La formación del Comando Colibrí está orientada en primer lugar a un trabajo fuerte de prevención “pensando siempre eso de que la mejor pelea es la que no se da, porque además la defensa personal no es una pelea, es una respuesta física, táctica, que no puede durar más de 60 segundos para neutralizar a tu atacante”, dice Garzón.
“En una escena de ataque físico, el 80 por ciento de las técnicas que aprendes y naturalizas no te van a funcionar, ahí hay que hacer otro ejercicio que es respirar y estar tranquila y saber que si una técnica no funciona podrás poner en práctica otra u otra u otra”, agrega Garzón Martínez sobre el segundo aspecto, la formación técnica, en la cual se trabaja en un contexto que no lleve a las chicas a pensar que pueden reaccionar o que ya están capacitadas para enfrentar el ataque.
Acerca del tercer aspecto en la formación, el Comando Colibrí asume que es el campo en el cual tienen menos experiencia. Se trata de los procesos de sanación para mujeres que ya han vivido un ataque. “Nos faltan las manos y estudiarlo mejor para hacerlo viable. Llegan muchas chicas que han sido víctimas y por ahora nosotras tratamos de remitirlas con otros grupos para que puedan hacer su proceso mientras que nuestra responsabilidad es mantenerlas con la iniciativa de hacer artes marciales y entrenamiento físico porque nosotras apostamos a esa parte”.
Garzón Martínez hace hincapié en que “también nos formamos para manejar un arma que muchas todavía tenemos que es la intuición, confiar en nosotras mismas, manejar nuestro espacio, nuestro cuerpo, aprender a manejarlo en relación a las otras, saber qué hacer y si hacerlo en un momento en que ves que otra ha sido atacada”.
Con una gota en el pico
“El nombre del Comando Colibrí nace de una historia que es común en varias culturas. De hecho, hace poco conocimos una versión africana. Hay un bosque que se incendia y un pequeño pájaro que en este caso seria una colibrí que va de frente a las llamas mientras todos los animalitos corren en dirección opuesta para salirse de allí. Un venado frena a la colibrí y le dice: ‘¿Y tú qué haces? ¿No ves que vas en dirección al fuego?’. Ella responde: ‘Sí, es que allá hay un lago’. Entonces el venado le retruca: ‘Pero con el agua que puedes llevar en tu pico que es sólo una gota no vas a poder apagar el incendio’. Y ella concluye: ‘Yo estoy haciendo lo que corresponde’.
Y nosotras estamos seguras que si hacemos lo que nos corresponde como mujeres, como feministas, como un grupo que a pesar de ser la mayoría de la población en el mundo es el grupo más vulnerable, si hacemos lo que nos toca seguramente podamos volver a habitar el bosque. Y esa es la apuesta: no queremos sobrevivir más porque para nosotras es vivir sobre la vida. Apostamos a vivir en la vida misma y por hacer de esa vida algo vivible. ¿Con una gota en el pico? Sí, con una gota en el pico.”