Por Julieta Penagos
Lorena es una joven mujer de 23 años que ha estado 11 en la guerrilla. Un equipo documentalista nos propone este primer testimonio, parte de la guerra y la paz en Colombia. Una posibilidad de redimensionar aquellos relatos y ponerlos en el lugar de humanidad que siempre debieron habitar.
El período de violencia y conflicto social y armado en Colombia -que no termina-, ha dejado también unos lastres cotidianos y simbólicos que atravesaron todos los relatos narrativos y audiovisuales en el país. Así como el lenguaje ha sido clasista, racista y sexista, ha tenido también un alto contenido bélico que ha sido consumido por mas de 50 años. A menudo, para referirnos a lo que estábamos viviendo, acudíamos –y aún lo hacemos- a términos como: violencia partidista, guerra de baja intensidad, paramilitarismo, narcotráfico, magnicidio, escalamiento, desescalamiento, masacres, desapariciones forzadas; y otros tantos que han reflejado períodos históricos puntuales en Colombia.
Con la firma del acuerdo de paz entre el gobierno de Juan Manuel Santos y la guerrilla de las FARC, el país no sólo tiene la oportunidad de transformar dinámicas políticas y económicas sino que también se abre la posibilidad de redimensionar aquellos relatos y ponerlos en el lugar de humanidad que siempre debieron habitar.
¿Qué pasa si conociendo el contexto de la guerra en Colombia, sostenemos una charla desprevenida con una integrante de las FARC para hablar de cotidianidad, expectativas y amores? Nada del otro mundo: sus emociones son bastante obvias y cotidianas, todas y todos hemos sentido los mismos temores, los mismos desamores, los mismos deseos, las mismas decepciones.
Lorena, protagonista del primer capítulo de “Tres edades de la guerra y la paz”, es una joven mujer de 23 años que ha estado 11 en la guerrilla. Su vida, apasionante y cinematográfica, pasa por las típicas historias de aventuras y horror que hacen que cualquiera termine protagonizando un conflicto, que ha dejado marcas en su cuerpo, épocas de largas caminatas, pérdidas, dolores, riesgos; y sin embargo, sus preocupaciones reflejan lo que cualquier humanidad puede sentir o añorar: la esperanza del amor, del reencuentro y de consolidar una vida en familia. Eso no significa que no esté politizada, en un momento se refiera de manera contundente a “la rebelión como un derecho”, y a lo convencida de su lucha dadas las condiciones de desigualdad en las que ha estado el país.
Una producción modesta y sincera, que pretende hacer contrapeso a la larga tradición de información parcializada y malintencionada que siempre ha buscado perpetuar el odio para mantener el poder.
Producciones Café Picante
Dirección: Antonio Morales Riveira
Realización: Julieta Penagos
Edición: Javier Zambrano
22 min.
Colombia