Por Vivian Fernandes
En esta última entrega del Especial Colombia Profunda, un acercamiento al sistema de guardias indígenas, negras y campesinas .
“La guardia somos todos, carajo”. Caminando en círculos, más de una centena de indígenas, negro y campesinos –hombres y mujeres, niños y ancianos- entonaban en coro esta frase. Dentro de las rondas, otras centenas respondía gritando junto.
Así se presentaron la Guardia Indígena, Campesina y Cimarrona [de los pueblos negros] en la apertura de la Asamblea Legislativa Popular y de los Pueblos, realizada por más de 40 organizaciones y movimientos sociales colombianos, en el último mes de octubre, en Bogotá.
Con carácter de defensa, disciplina e identidad, los guardias populares garantizan el buen funcionamiento de la actividad política. Son ellos los responsables de cuidar la seguridad y la participación en los espacios, además de mediar cualquier conflicto que pueda surgir entre los más de 1.300 militantes que participaron de la asamblea. Policía no entran en ese espacio.
Vistiendo chalecos de colores como verde, azul, marrón, beige y negro, ello representa sus orígenes, localidades y símbolo en la espalda del atuendo. Siempre acompañados de un “bastón de mando”, la “arma” que cargan, símbolo de resistencia y respeto, y no de violencia.
“No nos definimos como un ejército. Nosotros servimos y acompañamos las comunidades, obedecemos las decisiones y los mandatos de nuestras comunidades y nuestras organizaciones”, explica Luis Acosta, Coordinador nacional de la Guardia Indígena de Colombia.
Dentro de esta estructura, los guardias poseen tareas internas, como las realizadas en la Asamblea Legislativa Popular, las cuales también desempeñan en las comunidades disciplina, orden, control de entrada y salida y organización.
“Pero también cumplimos tareas de acompañamiento a situaciones de emergencia, de riesgo, por parte del conflicto armado y acompañamos todo lo que son misiones humanitarias”, explica Luis.
En el cortometraje “Mientras no se apague el sol”, de Romeo Langlois, es posible entender lo que eso significa. En medio del fuego entre guerrilla y Ejército, la guardia indígena orienta la comunidad para protegerse, busca dialogar con los actores del conflicto para que no llegue o se aproxime a la comunidad, garantizando la autonomía en aquel territorio.
Para participar de la guardia, es necesario formarse. La capacitación y el estudio se dan en formación política, criminalística, primeros auxilios, derechos humanos, implicando desde niños –en los “semilleros de resistencia indígena”- hasta los ancianos. “Ahí se enfatiza mucho la formación del ser, de la persona. No es a partir de lo militar. Nuestra base fundamental es el trabajo de formación para la vida, para la conciencia y para defender la Madre Tierra”.
“Y también la guardia se convirtió en ese símbolo de resistencia y de acompañamiento al proceso social en todo el país”, describe el jefe de la Guardia Indígena, que usa el término “solidaridad” para señalar lo que quiere decir, explicando que acompañan protestas en las calles de las ciudades, actividades de otras organizaciones, entre otros.
Orígenes de resistencia
En la guardia hace 35 años, Luis Acosta es el principal referente de este proceso. Del pueblo Nasa, uno de los pueblos indígenas del departamento colombiano del Cauca, es hijo de una “mamá muy revolucionaria y de un papá desaparecido por la guerra”.
Él cuenta que la Guardia Indígena tiene origen en la invasión española en Colombia, en el siglo XVI. “Podemos decir que somos herederos de esa historia de genocidio, pero también de esa historia de resistencia”.
Pero Luis explica que la guardia como tal comenzó a formarse durante el gobierno de Álvaro Uribe Vélez, presidente de extrema derecha, entre los años 2002 y 2010. Periodo en el cual “la violencia se agudizo mucho en los territorios indígenas”. Primero en el Cauca y después en todo el país, los indígenas comenzaron a organizarse como guardias en un “proceso de resistencia, de defensa territorial, sin armas”.
Una particularidad de la Constitución colombiana de 1991 sobre los derechos indígenas es que esta garantiza, en los artículos 7, 330 y 246, algunos derechos de autodeterminación de estos pueblos. En este último, como cita Luis, tiene algo que trae “un reconocimiento oficial”.
Según el texto constitucional, “las autoridades de los pueblos indígenas podrán ejercer funciones jurisdiccionales dentro de su ámbito territorial, en conformidad con sus propias normas y procedimientos, siempre que no sean contrarias a las Constitución y a las leyes de la Republica”.
Así, la guardia indígena afirma: “Tenemos todo el valor y la fuerza para defender, o para hacer soberanía”.
Campesinos en lucha por la tierra
Walter Quiñones, también oriundo del Departamento del Cauca, es el coordinador de la Guardia Campesina colombiana. “Desde muy tierna edad me fui vinculando a procesos organizativos, sociales en los pueblos. Y hicimos un trabajo que nos permitió ir pensando diferente, que nos permitió ir soñando que somos capaces de construir un país donde haya justicia”:
Miembro de la Organización para el Desarrollo Urbano y Campesino (Ordeurca), articulada con el Coordinador Nacional Agrario (CNA), él cuenta que dentro del movimiento comenzaron a construir la guardia que tiene aproximadamente cinco años. El objetivo fue crear una estructura para “defender los derechos de las comunidades y, sobretodo, para exigir el derecho a la tierra, recuperarla”
Con expansión a nivel nacional, vinculada a las organizaciones integrantes del CNA, las Guardias Campesinas defienden los derechos de los campesinos y sus territorios, para “sacar a las multinacionales de las comunidades y, también para la protección de los líderes sociales, que no tienen protección [del Estado]. Y nosotros creemos que la mejor protección esta en las comunidades”.
Según un estudio del Instituto de Estudios para el Desarrollo y la Paz (Indepaz), Marcha Patriótica y Cumbre Agraria, solamente en el primer semestre de 2018 fueron asesinados 123 líderes sociales en Colombia.
Y la solución para esta realidad, Walter apunta que es por medio de la construcción en el interior de las comunidades y por la paz. “Nosotros comenzamos a decir: ‘Compañeros, tenemos la necesidad de poder tener personas que puedan soñar la defensa del territorio, la defensa de los líderes’, e comenzamos a montar las guardias dentro de las mismas comunidades en que estamos”.
“Un guardia no es cualquier persona. Un guardia debe respetar la comunidad y buscar que la comunidad y buscar que la comunidad también lo respete, no a la fuerza, pero a través del diálogo, de un ejercicio de solidaridad, de bondad, de compartir. Porque los guardias deben ser humanos, pues son defensores de los derechos humanos y constructores de caminos de paz”.
Y esa trayectoria, el coordinador cuenta que los campesinos ya han caminado desde hace mucho tiempo, marcada por la propia historia de violencia en Colombia. “Los campesinos hicieron luchas históricas, en las cuales tuvimos que pelear contra el asesinato de líderes sociales, contra los desplazamientos forzados, la masacre de comunidades; hay mucha gente resistiendo [frente a eso]”.
Comunidades negras por la vida
La defensa ancestral de los pueblos es lo característico que atraviesa las identidades étnicas y culturales de las guardias populares colombianas. Así también sucede con la Guardia Cimarrona.
“El nombre se refiere a los cimarrones, cuando la esclavitud, de la época de nuestros ancestros, en cual decimos que descendemos de África. Ellos conformaron los cimarrones, de guardia, para que se defendieran de la esclavitud que los trajo a ellos [a América]. Ellos fueron conformando esa cuestión de guardia para protegerse y se liberaran del yugo que nos habían colocado”.
Así explica el origen de la guardia a la cual pertenece Helimelec Blanta, coordinador de la Guardia Cimarrona y representante de la Asociación de Consejos Comunitarios del Norte del Cauca (Acon), provincia que hace parte del mismo departamento colombiano del Cauca.
De acuerdo con Helimelec, cada uno de los 43 consejos de las comunidades de la región definirán la formación de la Guardia Cimarrona en sus territorios, frente a las violaciones de derechos que enfrentan.
“La guardia defiende la vida, el territorio, nuestros líderes. Y lo que nos llevó a conformarla son las mismas inseguridades a las que somos sometidos. Porque vemos que en el Norte del Cauca somos masacrados, y no solamente ahí.”
Uno de los puntos centrales para los pueblos negros también se centra en la protección de los elementos naturales. #Defender el agua y lo que es el medio ambiente. Y [contra] lo que es la minería, porque la minería aquí en Colombia es lo que nos tiene fuertemente presionados, y es lo que acaba con la naturaleza. Y nosotros defendemos, como guardia, así como los consejos [comunitarios], estamos defendiendo la vida y la naturaleza”.
Un territorio de paz y no de violencia es lo que pregona también la Guardia Cimarrona, que, así como las otras, congrega hombres y mujeres, bien como niños y ancianos en su proceso de articulación y formación.
“Como coordinador, estoy haciendo un trabajo de conformar guardias en los colegios, para que nuestros niños crezcan con ese impulso de cuidados de su territorio y de su vida”, apunta el dirigente Cimarrón. “En la guardia, lo que queremos es que sea una persona humilde, que tenga relación y conozca los derechos humanos”.
Creciendo junto a las comunidades negreas de todo el país, la Guardia Cimarrona tiene ahora otro desafío que es la unidad entre los distintos colectivos de autodefensa, como apunta Helimelec.
Unidad, territorio, cultura y autonomía
Con sus distintas identidades étnicas y culturales, indígenas, campesinos y negros colombianos organizados en guardias se reunieron en la Asamblea Legislativa Popular y de los Pueblos para dar un paso adelante en su conformación, con la creación de la Guardia Interétnica Intercultural.
“En los territorios y en la defensa de la vida, todos estamos unidos”, define el coordinador de la Guardia Cimarrona, Helimelec Balanta, sobre el próximo paso que las tres organizaciones comienzan a dar en este periodo.
En línea de la unidad de pensamiento y de los esfuerzos, el representante de la Guardia Campesina Walter Quiñones también define que este es el desafío. “Hoy queremos hacer una guardia donde estemos los negros –los cimarrones-, los indígenas y los campesinos, y donde estemos los urbanos”.
Con su tierna voz y que inspira respeto, el más antiguo en comandar una de las guardias, el indígena Luis Acosta, trae, al mismo tiempo, la mística que circunda ese ejercicio colectivo de defensa y autonomía. “Somos una guardia de mil colores, como yo lo digo, de mil sabores, de millones de pensamientos. Donde la palabra es fundamental. La palabra, el intercambio, la formación”.
Con el desafío lanzado, las tres guardias retornan a sus territorios para hacer crecer esta idea de unidad plantada durante la Asamblea, respetando el ciclo de su propia construcción: quien decide son las comunidades.