Bajo el lema “Juntas por la democracia, la justicia y la igualdad”, feministas en Colombia se reunieron en la primera Convención Nacional Feminista que decidió el apoyo a dos candidaturas presidenciales para 2022. Se realizó de forma presencial y remota y participaron más de 3 mil personas. Una experiencia de organización y participación política para tomar el poder y cambiarlo todo.
Por Julieta Penagos @laJuli68
El pasado 5 de abril de 2021, las feministas colombianas hicieron historia. En Honda, Tolima y conectadas virtualmente en 100 municipios, se reunieron en la primera Convención Nacional Feminista para afirmar la vocación de poder que comparten para ocupar el Estado y transformarlo. Allí, hubo representación significativa de la pluralidad y diversidad de los feminismos que construyeron en Colombia durante más de tres décadas, feminismos que actualmente ponen el cuerpo en las calles y las instituciones.
A orillas del Río Grande de La Magdalena, se juntaron para evocar la historia, la memoria y la dignidad colectiva. Ante un río que es camino, encuentro, viaje y vida, que las llevó al origen del relato de la emancipación del país, que ha sido truncado por años. Desde la Convención Feminista, quienes participaron, propusieron a los feminismos como nueva potencia política, democrática y transformadora. Es la emergencia de una actriz política que toma voz en un momento decisivo para la historia del país nuestroamericano. En defensa de la vida, las mujeres y las personas LGBTIQ+, el medio ambiente, la paz, la diversidad y la igualdad.
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Hace años estaba recopilando material audiovisual para un documental de la cineasta Clara Riascos que conmemora un aniversario del derecho al voto en Colombia. Encontré entonces un relato de Ofelia Uribe en el programa de televisión Contravía sobre un argumento para disuadir a las mujeres de exigir igualdad y derechos. Se trataba de un perfumito alojado en el cerebro que les daba a las mujeres feminidad y belleza, el perfumito se evapora si iban a la universidad o si alguna propiedad quedaba a su nombre hasta convertirse en horrendos marimachos. Si el perfumito se iba las mujeres serían responsables, por ejemplo, de la fragmentación de las familias o la descomposición social ya que su lugar natural era el hogar. La mayoría de mujeres y hombres estaban muy bravos y preocupados por el futuro del mundo ante la posible evaporación del perfumito. Eran los años treinta, las ofensas que recibían las mujeres que corrían el riesgo evaporar el perfumillo aquel, atravesaban todos los sectores sociales y políticos, todos los medios de comunicación y todos los espacios públicos y privados que conocieran.
Casi un siglo después de la anécdota y de que las mujeres se arriesgaran a volverse marimachos, ocurrió en el municipio de Honda en el departamento del Tolima, la primera Convención Nacional Feminista que tuvo como objetivo fundamental el fortalecimiento de la democracia, promoviendo la participación plena de las mujeres en las próximas elecciones y apoyando dos candidaturas presidenciales. Quienes no participamos físicamente del evento lo pudimos seguir virtualmente y discutirlo en redes sociales, observando siempre, como el avance de las mujeres sigue leyéndose como un obstáculo para los planes de los hombres. Allí estuvieron Ángela María Robledo y Francia Márquez, dos mujeres políticas precandidatas presidenciales de las dos coaliciones de las fuerzas de izquierda y alternativas más representativas de Colombia.
Las coaliciones que buscan hacerle frente a la extrema derecha instalada bajo el mandato de Iván Duque, son las de “El pacto histórico”, liderada por el senador y líder natural de la oposición Gustavo Petro y la “Coalición de la esperanza” liderada por el ex candidato presidencial Sergio Fajardo. Quienes militamos en la izquierda soñábamos con una gran coalición fortalecida y robusta que llegara en primera vuelta a ganarle a las hegemonías políticas, pero así no fue, aunque, según parece, algunas voluntades personales de lado y lado lo siguen intentando.
En democracia y en tiempos preelectorales, las fuerzas se mueven, discuten, establecen alianzas, generan acuerdos programáticos y se enfrentan según las reglas de la democracia, o es así como ha pasado en Colombia durante años. Desde luego, esas reglas claras tienen resultados inesperados y en Colombia casi siempre alterados.
Uno de los hechos más polémicos en la convención fueron las palabras de Ángela María Robledo en uno de los debates: “Las feministas no aceptamos vetos: Petro y Fajardo tienen derecho legítimo a sus candidaturas. ¿Qué tenemos que hacer? Tú, Francia Márquez, ganarle a Gustavo Petro y yo debo ganarle a Sergio Fajardo”. Ese momento emotivo estuvo lleno de aplausos y dejó la firme intención de seguir trabajando por la presidencia de Colombia, pero afuera no pasó lo mismo.
La afirmación que enriquece a la democracia porque garantiza la participación de las mujeres allí, manteniendo la dinámica de convencer en la plaza pública al elector, a la electora, para que voten por unos y otras, tuvo todo tipo de interpretaciones y argumento que pasaban por las ofensas, las ridiculizaciones y la típica desconfianza hacia el trabajo político de las mujeres.
Uno de los argumentos fue el debilitamiento de las campañas de los respectivos líderes de las dos coaliciones. A quienes los rodean, les preocupa que la participación de estás políticas les reste, les quite, como si con su experiencia y preparación no fuera suficiente para enfrentarse a ellas y ganarles según las reglas de la democracia. Hasta el momento los señores aspirantes no han dicho nada.
Otra, es la falta de preparación de cualquiera de las dos. Déjenme les recuerdo: Ángela María Robledo es psicóloga, antes de ser política fue decana de la facultad de psicología de la Pontificia Universidad Javeriana, ha sido profesora universitaria, investigadora y funcionaria pública, fue elegida dos veces como representante a la Cámara por Bogotá y fue formula vice presidencial de Gustavo Petro. Enserio, ¿es poca cosa esa hoja de vida? Y Francia Márquez, defensora ambiental y de derechos humanos, ganadora en el 2015 del premio Nacional de la Defensa de los Derechos Humanos en Colombia, ganadora en el 2018 del Goldman Environmental Prize considerado el Nobel del medio ambiente, en más de una ocasión ha puesto en jaque a la minería ilegal y a las represas gracias a su defensa del derecho a la consulta previa. ¿Les parece poca cosa su trayectoria política? Dudar de las capacidades de las mujeres en los espacios profesionales y laborales ha sido una práctica exitosa y extendida utilizada siempre. Funciona.
La instrumentalización de sus candidaturas por parte de sectores ideológicamente opuestos al de ellas ha sido otro claro temor, y es que de esa forma le restan seriedad a sus determinaciones porque quizás ellas “No saben bien lo que hacen”, “No entienden bien las consecuencias de sus actos”, “Están confundidas sobre sus propias capacidades” o “Son muy, muy ingenuas” Y es así como sus candidaturas son infantilizadas por el simple hecho de ser mujeres, querer ser presidentas y aspirar ganar las consultas internas en sus respectivos espacios. En otros casos menos agresivos y más considerados con ellas, las han llenado de consejos sobre qué deben hacer o a quién deben apoyar, como lo harían con un niño.
Y el argumento más aterrador: haber dicho, como lo han hecho siempre los hombres en todas las historias de las campañas políticas, que tienen que ganarle a su contendor para seguir el camino a la presidencia fue leído como una afrenta, una deslealtad, un desafío, un irrespeto. Esa indignación generalizada por jugar el juego de la política a su nivel, con sus reglas y en sus términos, refleja el poder normalizado del patriarcado y la incuestionable autoridad de los hombres en la contienda política.
De un lado, las reacciones a los debates feministas demuestran todo lo que deben trabajar los partidos políticos con sus militancias y sus bases; y de otro lado, la desacreditación al feminismo parece ser bastante efectiva.
En los años treinta a la sociedad le aterraba que las mujeres fueran a la universidad a aprender de leyes o ingresaran al mercado laboral remunerado; en el 2021 a la sociedad le aterra que las mujeres aspiren a la presidencia y se pongan la meta de ganarle a su contendor político. Todas retadoras del perfumito.
Sobre la polémica por el derecho a la participación política, mi decisión personal es mantener la calma, seguir formando, entender los procesos personales de cada hombre, de cada mujer, de toda la sociedad, insistir en evaporar el perfumito y tener mucha paciencia. No hay de otra.