El viernes 11 de marzo asumirá como presidente de Chile Gabriel Boric. Se trata de la octava persona en ocupar el cargo después de la vuelta a la democracia en 1990. Boric llegará al gobierno de la mano de la confluencia “Apruebo Dignidad”, que tiene al Frente Amplio y al Partido Comunista como las dos principales fuerzas políticas.
Con su asunción, Boric romperá con sucesivos periodos de alternancia entre las dos principales fuerzas políticas desde el final de la dictadura cívico militar, la ex Concertación y la Unión Democrática Independiente (UDI), partido de Sebastián Piñera, el presidente saliente.
Por Redacción Marcha
Un cambio de gobierno y de época en el país trasandino.
Se trata de un presidente de 36 años que integró el movimiento estudiantil que en 2011 realizó la toma más grande de universidades en los últimos años por una educación gratuita. Fue esta experiencia la que impulsó la carrera política de Boric y otrxs referentes de ese entonces, como Camila Vallejo y Giorgio Jackson, quienes formarán parte del gabinete del nuevo gobierno.
El gobierno de Boric no representará inmediatamente las voces del estallido de 2019, pero sí deberá responder a sus protagonismos emergentes entre problemáticas de coyuntura y deudas históricas. El desafío no será sencillo y si la esperanza emerge será una victoria colectiva, de los pueblos de Chile que seguirán en las calles reclamando transformaciones profundas; un momento político inédito en los últimos 30 años, ya que tras el estallido por la vida digna de octubre de 2019 evidenció la desigualdad del desgobierno de Sebastian Piñera y las élites económicas, y la falta de legitimidad del sistema político en general.
Por una Constitución de los Pueblos
El contexto histórico de asunción de Gabriel Boric como presidente de Chile llega acompañado además, de la tarea de una Convención Constitucional que en julio presentará a los pueblos el texto de la que podría ser la Carta Magna de la posdictadura neoliberal. Un hito y el resultado más visible de lo que significó la rebelión popular. Es por eso que, el nuevo gobierno, tendrá el desafío de cumplir con las demandas que los pueblos depositaron tras elegirlo presidente y también de garantizar el pleno desarrollo del proceso constituyente.
Más allá de la expectativa generada alrededor de su elección, Boric enfrentará varios desafíos y deberá tomar decisiones en temas altamente sensibles para la sociedad chilena, tras 30 años de modelo neoliberal y una política de seguridad que ha sido funcional para sostener las profundas desigualdades que se viven en Chile.
Entre los principales temas en agenda a los que el nuevo gobierno deberá dar respuesta se encuentra el de lxs presxos políticxs por la rebelión, la desmilitarización de la araucanía y una profunda reestructuración de las fuerzas de carabineros, tras las comprobadas violaciones a derechos humanos cometidas en 2019. El nombramiento de Izkia Siches, jefa de la campaña presidencial de Apruebo Dignidad y parte del círculo cercano de Gabriel Boric, como Ministra de Interior, da cuenta del carácter estratégico de estos temas si el gobierno quiere sostener el apoyo de los movimientos sociales.
De avanzar de forma contundente en estos temas, Boric contará sin duda con el apoyo de buena parte de los movimientos sociales y la base social del estallido. Lograr consolidar estos puentes será clave para poder enfrentar los obstáculos que la derecha, que tuvo un pequeño respiro luego de la elección hecha por José Manuel Kast, y las élites económicas, puedan poner al pujante proceso de cambio que demandan los pueblos.
Para avanzar en su programa, el nuevo presidente deberá negociar con las fuerzas socialistas y democristianos, la mayor parte integrantes de la Ex Concertación, aglutinadas en el Nuevo Pacto Social, y con sus aliados del Partido Comunista. Alrededor de esta tensión entre fuerzas de centro y de izquierda, es que la identidad política del gobierno de Gabriel Boric podría irse definiendo.
Particular interés, y también dudas, genera cuáles serán las posiciones políticas en materia internacional. En reiteradas ocasiones, el joven mandatario ha expresado su distanciamiento con los procesos políticos de Venezuela, Cuba y Nicaragua, el bloque del ALBA. De hecho, para la ceremonia de toma de posesión, Boric invitó a Gioconda Belli y Sergio Ramírez, dos ex comandantes sandinistas que forman parte de las principales voces críticas al gobierno de Daniel Ortega desde hace varios años.
Otro de los gestos en materia de política internacional, que permiten perfilar cuál será su política, lo tuvo en su posición frente a la invasión de Rusia a Ucrania, en que condenó la acción armada de Putin y reivindicó el rol del presidente ucraniano Vladimir Zelenski durante la crisis, yendo en este sentido más lejos que otros gobiernos progresistas que también condenaron la acción.
En lo que se refiere a política internacional, todo parece indicar que la política del nuevo gobierno no variará de manera radical y seguiría una línea más moderada, quizás más cercana a la que durante años sostuvo Michelle Bachelet, que a la de sus aliados del Partido Comunista. El nombramiento de Antonia Urrejola, ex presidenta de la CIDH y cercana al Partido Socialista, como Canciller, da pistas sobre la línea en relaciones internacionales. Quedan como interrogantes cuál será la posición respecto a temas como la pertenencia de Chile a la Alianza del Pacífico, la CELAC y la demanda de Bolivia por salida al mar.
La llegada al gobierno de Boric se da en un contexto político donde la esperanza es una conquista que el pueblo ganó en las calles. Y es en ese pueblo, entonces, donde radica la esperanza de que los cambios tan ansiados lleguen.