Por Periódico Venceremos, desde Chile*. El gobierno de Michelle Bachelet terminó el 2014 cediendo a los sectores de derecha y dejando atrás las promesas de reformas. Mientras tanto, las organizaciones populares demandan un cambio que rompa con el legado dictatorial.
Recordamos que el actual gobierno asumió en marzo con el mandato de llevar a cabo reformas que el pueblo estaba exigiendo cambios en materia laboral, educativa, del sistema de salud, de las pensiones. El programa de la Nueva Mayoría, si bien muy parcial y tibiamente, recogía algunas de ellas. Meses después constatamos que esas reformas quedaron en muy poco, o fueron postergadas.
¿Qué hizo el gobierno con las ilusiones de millones de chilenos que aspiraban a un cambio? Las dejó de lado para mantener el favor de los dueños de país, de quienes buscó su consentimiento para asegurarse estabilidad a costa de los intereses de las grandes mayorías. Lo mismo que hace 25 años, la Concertación renunció a hacer frente a los intereses de la minoría privilegiada que es la beneficiaria del actual modelo. Ahora la excusa ya no es “proteger la democracia”, sino “proteger el crecimiento económico”, pero los efectos paralizantes son los mismos. Como si fuera el neoliberalismo el que asegura crecimiento económico, no los elevados ingresos por el precio del cobre en el mercado mundial (ingresos que serían muchísimo mayores, por cierto, si tuviéramos soberanía sobre él).
La Nueva Mayoría se mostró como una Concertación 2.0, y esto porque prefirió:
-Mantener la “política de los consensos” con la derecha en vez de apoyarse en la mayoría suficiente que le dieron las urnas para avanzar en la implementación del programa. Ejemplo: el acuerdo de la reforma tributaria que pactó en el Senado, cediendo a la UDI a cambio de unos votos que no necesitaba en absoluto.
-Persistir en el viejo estilo de “la cocina” entre cuatro paredes en vez de abrirse a dialogar y legislar con los movimientos sociales realmente existentes (y no sólo con los sectores, a menudo minoritarios, identificados con la política gubernamental). Ejemplo: la actitud soberbia del ministerio de Educación frente al movimiento estudiantil.
-Tranquilizar a los multimillonarios en vez de llevar a cabo reformas estructurales en beneficio de las mayorías. Ejemplo: la reforma laboral, que tras desdecirse numerosas veces sobre su contenido y retrasar su presentación, a estas alturas ya es una caricatura incluso del tibio compromiso al que había llegado el gobierno con la dirección de la CUT.
-Seguir las recetas neoliberales en vez de apostar por un nuevo modelo económico, con fomento del mercado interno, diversificación de la matriz productiva y derechos sociales garantizados. Ejemplo: no ha variado un milímetro la política entreguista y servil frente a las empresas que saquean el cobre y el resto de nuestros recursos naturales.
Es decir, en líneas generales la Nueva Mayoría mantuvo la política que convirtió a la Concertación en gestora de la herencia pinochetista. La hegemonía en el seno de la nueva coalición de gobierno la ostentan aquellos que gobernaron el país durante 20 años continuando y profundizando el modelo neoliberal impuesto por la dictadura.
Aunque les cueste reconocerlo, los sectores de la Nueva Mayoría que aspiran a cambiar la correlación de fuerzas al interior de este conglomerado están perdiendo la partida, frente a una Democracia Cristiana que sigue corriendo más y más las políticas públicas hacia la derecha, saboteando reforma tras reforma, y una derecha que gracias al oxígeno que le brindó el gobierno frenó su caída e incluso ha intentado pasar a la ofensiva movilizando a sus bases sociales.
Con la política de hostigamiento y sectarismo frente al movimiento popular que han mostrado en los últimos meses no hacen más que agravar esa situación: achacar a la derecha las movilizaciones que no dirigen es una política nefasta, que no hace más que mantener abierta la brecha entre lo político y social instalada por la dictadura y alimentar a la derecha de fuera y de dentro del gobierno, que no se deja impresionar por estas demostraciones de responsabilidad mal entendida.
Y decimos responsabilidad mal entendida porque entendemos que lo responsable, si se quiere servir al pueblo, sería actuar con lealtad con sus organizaciones representativas, no tratar de aparecer como “chicos buenos” a los ojos de fuerzas políticas con cada vez menor arraigo popular y que no dudan en aplastar todo lo que huela a reformas.
El camino de ningunear a las organizaciones populares que no se es capaz de orientar (o cuya orientación se les escapa como resultado de su política) está provocando una deslegitimación en ellas de buena parte de los dirigentes identificados con la Nueva Mayoría, que están pagando el coste de no haber mantenido la necesaria independencia frente a una línea gubernamental neoconcertacionista y, por tanto, ajena a los intereses y necesidades más sentidos por sus representados.
Lo más grave es que están tratando de quitarle el piso a exigencias legítimas, tensionando innecesariamente las organizaciones populares y dedicando más esfuerzos a atacar a quienes están luchando por cambios de fondo que a quienes los están frenando. Su lamentable actitud en el Magisterio en el marco de la negociación de la Agenda Corta ha sido una muestra clara de esta política.
A quienes nos atrevemos a cuestionar este camino hacia ninguna parte y nos negamos a seguirlo se nos dice que le hacemos el juego a la derecha.
Pero es el gobierno, con su tibieza, sus indefiniciones y su incapacidad para superar el modo de gobernar concertacionista, quien le está haciendo el juego a la derecha, dándole oxígeno, manteniendo su legado y abriendo espacios para su discurso despolitizador.
Para ello la derecha, entre otras herramientas, sigue contando con el monopolio de los medios de comunicación, monopolio que el gobierno no ha hecho nada por desmontar ni hay indicios de que se plantee hacerlo. ¿Para cuándo una Ley de Medios que ponga freno a la escandalosa concentración que existe a día de hoy?
Es en la fuerza del pueblo donde hay que buscar el impulso para avanzar, no en certificados de buena voluntad emitidos por quienes, por intereses egoístas de clase y de casta, quieren mantener el modelo tal cual está: la derecha y los amplios sectores de la ex Concertación que mantienen sólidos vínculos con el puñado de familias que desangran a Chile.
No estamos dispuestos a seguir esperando por tiempo indefinido los cambios que nuestro país necesita urgentemente, los tomaremos por asalto si es preciso, con la fuerza de la razón y la razón de la fuerza. Este 2015 también será de lucha.
*Editorial del nº3 del periódico “Venceremos”, verano 2015. Este medio se autodefine por tomar “partido decididamente por quienes se esfuerzan para conseguir mejores condiciones de vida para el pueblo”.