Por Diego Ariel Bernardo. El 22 de diciembre se cumplieron 25 años del asesinato de Chico Mendes. Sin embargo, su lucha está más vigente que nunca. El atrevimiento de proponer un modelo de desarrollo más justo, sustentable y con la participación de los pueblos originarios de la amazonia le granjeó el rencor de los hacendados del Estado de Acre que se cobraron su vida.
Las reservas extractivas, el proyecto seringueiro en alianza con los pueblos originarios del Amazonas
En este contexto los seringueiros, con Chico a la cabeza, dan un paso adelante e impulsan la expropiación de Cachoeira para convertirla en reserva extractiva, el gran proyecto de los seringueiros, con el que demostraban que ya en ese entonces una hectárea de la selva producía más en caucho, nueces, resinas y otros frutos que una hectárea dedicada a la ganadería. Ese es el sentido del ecologismo popular de Chico Mendes, a diferencia de los conservacionismos que comenzaban a cobrar fuerza:
“Nosotros, los seringueiros, no queremos transformar la Amazonia en un santuario; sólo queremos que la selva no sea destruida. A la pregunta de cuál es nuestro propósito, respondemos que, además de discutir sobre nuestra lucha para frenar la destrucción, hemos empezado a pensar en una propuesta alternativa para la conservación de la selva amazónica. Esta propuesta se basa en la creación de reservas de extracción. Los seringueiros no estamos interesados ni queremos títulos de propiedad, no queremos ser dueños de nuestra tierra… Estamos presentando una alternativa económicamente viable, que da prioridad a los productos de extracción que existen en la Amazonia, los que hoy en día están amenazados y que nunca fueron tenidos en cuenta por el Gobierno brasilero” decía Chico.
Este proyecto se hizo viable por otro lado gracias al acuerdo y al fino trabajo de consenso entre los seringueiros y los pueblos indígenas amazónicos, que habían sido enfrentados como parte de la misma estrategia de los latifundistas. Así, todos los trabajadores que vivian de la extracción sea del caucho, de la castaña, del yute, o de otros elementos que existían en la selva, convergieron con las comunidades indígenas en lo que se conoció como la “Alianza de los Pueblos de la Selva”. En palabras de Chico Mendes desde ese momento:
“Nunca más uno de nuestros camaradas hará correr la sangre del otro. Juntos podemos defender la naturaleza, que es el lugar en el que nuestras gentes aprendieron a vivir, a criara sus hijos y a desarrollar sus capacidades, en un pensamiento en armonía con la naturaleza, con el medio ambiente y con los seres que viven aquí”.
El agravamiento del conflicto por la tierra y el asesinato de Chico Mendes
En 1988, en junio, el ayuntamiento de Río de Janeiro le entrega las llaves de la ciudad en lo que será el primer reconocimiento público dentro de su país. La respuesta de los hacendados de Acre no se hace esperar y matan otro dirigente seringueiro luego de lo cual el gobierno se decide a expropiar por decreto los seringales de Cachoeira, Sao Luis do Remanso y otros dos más pequeños que se convierten así en las primeras reservas extractivas. Pero estos hechos no detienen la violencia desatada y el 22 de diciembre de 1988 Chico Mendes es asesinado en su casa de Xapurí, pequeña ciudad de la amazonia occidental brasilera cercana a la frontera con Bolivia.
Ante este triste hecho se formó el Comité Chico Mendes compuesto por más de treinta entidades de naturaleza sindical, religiosa y política que exigieron que el crimen no quedase impune. La presión sobre las autoridades consiguió que los asesinos materiales, el terrateniente Darly Alves de Silva y uno de sus 21 hijos, Darcy Alves Pereira, que fueran juzgados y condenados en diciembre de 1990 a 19 años de cárcel, pero escaparon sin muchos problemas de la cárcel de Río Branco, capital del estado de Acre, en 1993; siendo el padre detenido nuevamente en 1996.
La autoría intelectual del crimen quedó impune aunque se estima que la UDR siglas de Unión Democrática Ruralista de Acre, agrupación de hacendados, tuvo que ver con el mismo. Un testigo del caso denunció que Darly Alves se reunió con Joao Branco, presidente de esta agrupación para discutir la idea del crimen un mes antes de que este ocurriera. Branco fue citado a declarar como testigo pero nunca fue juzgado. Según el propio Chico Mendes la UDR de Acre era el núcleo de un auténtico escuadrón de la muerte pero los contactos políticos de sus miembros (diputados, concejales, terratenientes) hacían que sus crímenes permanecieran impunes. Cuando veía acercarse a su final, fue el mismo quién dijo:
“No quiero flores en mi tumba porque sé que irán a arrancarlas a la selva. Sólo quiero que mi muerte contribuya a terminar con la impunidad de los matones, los cuales cuentan con la protección de la policía de Acre, y que ya han matado a 50 personas como yo, líderes seringueiros, dispuestos a salvar la selva amazónica y a demostrar que el progreso sin destrucción es posible”.