Por Darío Cavacini
En algunas tribus, las enfermedades mentales son tomadas como un tema que implica a la comunidad toda. Quien las padece es quien se transformará en una curandera o un curandero. Una perspectiva que viene de lejos y que contrasta con los tratamientos del modelo médico hegemónico de la actualidad.
Entre los Dagara y otras tribus de Burkina Faso, cuando alguien sufre un problema, se le atribuye a que algo en el tejido social no está funcionando bien y esa persona es simplemente el portavoz que lo pone de manifiesto. Nadie dice “tengo un problema” como una cuestión individual desligada del contexto en el que se encuentra. Si alguien enferma, la enfermedad y su curación se hallan también en las raíces de la propia comunidad.
Según esta tradición ancestral, cuando algún integrante tiene una dificultad que no sabe cómo solucionar es porque le falta la distancia necesaria para comprender su origen y encontrar una respuesta sin necesidad de pelearse con esa situación que lo aqueja. Es ahí donde entra el concepto de comunidad para su develación y posterior resolución.
Como refiere Sonbofu Somé, una de las chamanes más reconocida de los Dagara: “Para resolver una crisis, es preferible abrazarla, entonces ya no es un enemigo al que se deba vencer. Solo cuando no te asusta empiezas a encontrar la manera de estar con ella. Es importante abrazar el dolor que conlleva la crisis para comprender qué es lo que molesta tanto a esa persona, familia o comunidad”.
Ante esa situación, las preguntas que suelen hacerse, lejos de culpabilizar a la persona como un hecho individual o sin resolución, se relacionan con intentar encontrar su significado y el mensaje que se oculta detrás de esa problemática.
Esta cosmovisión se extiende a diferentes situaciones más o menos cotidianas, como por ejemplo lo que en occidente conocemos como síntomas de una enfermedad mental. Desde este punto de vista, esas manifestaciones (como escuchar voces o tener visiones) señalan un llamamiento espiritual que da como resultado el surgimiento de un nuevo curandero.
Así, lo que en Occidente decodificamos como enfermedad mental, para los Dagara son emergencias espirituales que ayudan al curandero a surgir y descifrar la información que tiene para esa comunidad en particular. La persona ha sido elegida a través de esas experiencias como un medio para trasmitir un mensaje trascendental que necesita ser comunicado desde otro mundo.
La comunidad, a través de rituales dirigidos por chamanes, va a reconciliar esas energías provenientes de ambos mundos, el espiritual con el que se fusiona y quien lo vivencia. Esa persona puede entonces servir como un puente que provee a los vivos la información y la curación que necesitan. Así la crisis genera un curandero o curandera.
Dentro de esta cultura, el uso de la práctica chamánica es imprescindible ante estas situaciones. Se la requiere primero para separar la energía de esa persona de las extrañas energías ajenas con el objetivo de limpiar y despejar su aura (ritual conocido como “barrido”). Al limpiar su campo energético, la persona ya no recoge una avalancha de información desconocida, abrumante y, por lo tanto, ya no tiene una razón para sentirse perturbada. Recién luego de esa ceremonia es que se puede ayudarla a alinearse con la energía del ser espiritual que está tratando de expresarse a través de ella.
En ese sentido, Sonbofu Somé agrega: “El ritual nos conecta con el espíritu y también con el gran misterio, con todo aquello que no sabemos. Lo que hace el ritual es movilizar la capacidad para abrirte a lo que va a suceder. Así te lleva a entregarte, a que permitas que ocurra algo sin interferir en el proceso. Se trata de rendirse y reconocer que tú no tienes el poder de controlar lo que está sucediendo en ese instante”.
El bloqueo de esa información, expresada en crisis existenciales, es lo que crea problemas y genera el pánico que habitualmente se observa en quienes las vivencian. La energía del sanador es de alto voltaje, por eso cuando está bloqueada consume a la persona y se trasforma en una experiencia aterradora. El enfoque chamánico de los Dagara se basa en adaptar las energías para que no haya tal obstrucción y así la persona puede llegar a ser el sanador que está destinado a ser y descifrar el mensaje que trae consigo para trasmitirlo a la comunidad.
Un Chamán en Estados Unidos
Malidoma Patrice Somé fue arrancado de los Dagara a manos de su padre cuando tenía tan solo cuatro años y llevado a un internado Jesuita donde recibió educación occidental con el fin de crear otro sacerdote negro. Pero no fue lo único que recibió en ese lugar, también fue víctima de abusos físicos y emocionales a diario por lo que a los 20 años decidió escaparse y regresar a su lugar de nacimiento en Burkina Faso.
Sin embargo, la vuelta tampoco le sería demasiado fácil, ya que su larga ausencia generó que los ancianos de la tribu dudaran de su adoctrinamiento cristiano por lo que fue sujeto de una serie de rituales de iniciación que lo devolverían a su cultura. Uno de ellos pretendía reunir a su espíritu ancestral con su cuerpo y su destino.
De ahí nacería su nuevo nombre, Malidoma, que en la creencia Dagara significa “amigo del enemigo/extraño”. A partir de esa experiencia entendió que su destino era promover el entendimiento entre las culturas occidentales y africanas. Por ello, decidió viajar a los Estados Unidos para completar sus estudios de medicina y llevar adelante los designios de su destino.
En aquel viaje, Somé se encontró con una realidad que lo movilizaría de tal manera que lo haría sentir que por fin había encontrado el sentido material de aquello que había sido signado en los rituales chamánicos cuando regresó a Burkina Faso.
En una visita a un hospital psiquiátrico de la ciudad Denver, en Estados Unidos, se toparía con la manera en que son tratados las y los enfermos mentales en occidente. Lo que más le impactó fue el énfasis puesto en la vertiente patológica de los mismos fenómenos que él había visto en su propia cultura. El uso excesivo de psicofármacos y los abusos físicos y psíquicos de los que eran víctimas aquellas personas fueron un shock que lo reconectarían con su propia misión.
Según sus propias palabras: “Cuando este tipo de energías emergen en la psique occidental, el individuo en cuestión no está equipado para integrarlas o incluso reconocer qué está pasando y el resultado es aterrador. Sin el contexto y la ayuda pertinentes para lidiar con la apertura hacia otro nivel de la realidad, a efectos prácticos, esa persona está loca. Las elevadas dosis de antipsicóticos agravan el problema e impiden la integración que podría llevar al desarrollo y el crecimiento del alma del individuo que ha recibido estas energías”.
Aquella experiencia fue tan conmovedora que decidió llevar a Burkina Faso a Alex, un joven inglés de 18 años que había sufrido un brote psicótico cuando tenía tan solo 14 años. En ese momento, Alex padecía alucinaciones, depresión y había tenido numerosos intentos de suicidio, por lo que era medicado fuertemente, y quedaba preso de un estado de profunda abulia que no le permitía prácticamente hablar ni expresarse.
Alex fue aceptado por los Dagara, quienes realizaron diferentes rituales diseñados específicamente para ese propósito (los rituales cambian de acuerdo a la persona o el grupo involucrado). En su caso, tenía que ver con ayudarlo a descubrir el origen de aquellos fenómenos y aceptar la llamada que estaba recibiendo desde otro mundo para cooperar con ellos en la tarea de sanación a la que estaba predestinado.
Alex regresó a los Estados Unidos después de cuatro años y comenzó a compartir los mensajes que el espíritu tenía para este mundo. Somé lo describe: “Alex estaba tratando de alcanzar algo, fue una llamada de emergencia. Su trabajo y su propósito era ser un sanador. Él dijo que nadie estaba prestando atención a eso”.
Lo último que supo Somé de Alex fue que había ingresado a la universidad de Oxford para completar sus estudios de posgrado en psicología clínica. Luego de aquellos años junto a los Dagara logró entender el significado de tales manifestaciones y convivir con ello de forma armoniosa y consiente sin sentir el pánico que le generaba anteriormente.
Encausar: máquina versus naturaleza
Según la ancestral concepción de los Dagara, aquellos fenómenos tienen relación con una energía muy potente que ha quedado trabada en la persona lo que lleva a un padecimiento extremo. El trabajo ante esas situaciones, es retroceder el tiempo para descubrir el origen y significado a toda esa información proveniente de otro mundo. En la mayoría de los casos, ese espíritu está conectado con la naturaleza, sobre todo con las montañas y los ríos.
En el caso de la energía proveniente de las montañas (como fue con Alex) es un espíritu que camina al lado de la persona, creando una distorsión de espacio-tiempo que afecta a quien queda atrapado en ella. Lo que se requiere ahí es la alineación entre las energías de la persona y el espíritu.
Somé cree que el padecimiento intenso que se da en occidente está relacionado con que la organización social se centra en la energía de la máquina, en lugar de hacer eje en aquella proveniente de la naturaleza, lo que da como resultado una desconexión y ruptura con el pasado.
El espíritu ancestral viene de visita porque ve en la persona una llamada a algo grande, a algo que le dará sentido a esa vida. Esa llamada trasciende al materialismo y se mueve en una dimensión cósmica difícil de comprender para nuestras ideas occidentalizadas.
El enfoque dado por los Dagara a los fenómenos que conocemos característicos de la enfermedad mental da la posibilidad de ampliar nuestras miradas y no verlos sólo como manifestaciones patológicas a eliminar mediante psicofármacos y el uso de la fuerza. Esta cosmovisión permite comprender lo que le está pasando a la persona desde otro punto de vista, lo cual genera mayores oportunidades de deconstrucción y autoconocimiento.
El etnocentrismo retrógrado del modelo médico hegemónico imperante pretende suprimir estas vivencias sin preocuparse ni por el sentido singular que pueden llegar a tener, ni por la historia que las precede. El respeto por la pluralidad de creencias es una de las piedras angulares sobre las cuales deben refundarse los sistemas de salud mental en occidente, teniendo en cuenta que cada persona es única, individual e irrepetible y, por lo tanto, su manera de decodificar el mundo también será única, individual, irrepetible y no menos valiosa.