Por Tomas Eliaschev / Foto por Gustavo Pantano
La polarización entre dos proyectos supuestamente antagónicos no se verifica en materia de seguridad. Los elogios cruzados entre Montenegro y Berni dan cuenta de una verdadera política de Estado inspirada en Rudolph Giulani, el ex alcalde neoyorquino impulsor de la tristemente célebre “tolerancia cero”.
Las recientes declaraciones de Daniel Scioli prometiendo “orden en las calles” y jurando que si es elegido “no habrá más cortes de calles” porque le “joden la vida a la gente” ponen de relieve cuál es el consenso que comparte con su contrincante, Mauricio Macri. El candidato del Frente para la Victoria, al ser consultado sobre las protestas, planteó además que habrá “tolerancia cero al narcotráfico”, mezclando a los reclamos sociales con el crimen organizado, en un intento para seducir a los votantes de Sergio Massa, que proponía llevar el ejército a los barrios populares. Mientras tanto, desde Cambiemos, más allá de su campaña de lobotomía y globos de colores, brindan claras señales de que coinciden con el ex motonauta. Comparten una misma perspectiva: coindicen en quién es “gente” y quién no. Por eso, acuerdan en endurecer la represión contra los luchadores sociales y seguir reforzando a las distintas fuerzas de seguridad sin contemplar los altísimos niveles de violencia y corrupción estructural que infectan tanto a las policías provinciales como a las federales.
Scioli se vanaglorió de haber ordenado “muchas veces” la represión de protestas sociales. Refuerza su perfil haciendo campaña con el teniente coronel Sergio Berni. El secretario de Seguridad es famoso por sus declaraciones antiinmigrantes y por infiltrar con gendarmes los reclamos de trabajadores. Fue quien tumbó el intento reformista de Nilda Garré, que intentó tímidamente poner un límite a la connivencia policial con el delito complejo. Su postura efectista fue ganando espacio en el kirchnerismo. Incluso Mariano Recalde, referente de La Cámpora, cuando fue candidato a jefe de gobierno porteño no dudó en hacer campaña con a su lado Berni, los dos rodeados de flamantes patrulleros policiales. Como si los problemas de “inseguridad” se pudiesen resolver inundando las calles de móviles y uniformados.
El derrotado candidato a gobernador por el oficialismo se sumó a la propaganda manodurista del sciolismo: “A mí no me gusta que haya piquetes, entonces ¿por qué callarlo? Nunca en mi vida dejé de expresar mi posición en contra de estas medidas”, disparó Aníbal Fernández. No en vano justificó el reciente asesinato del piquetero chaqueño Ángel Verón. Fernández es coherente en su discurso represivo: así se lo pudo ver operando en contra de los movimientos de trabajadores desocupados luego de los asesinatos de Darío Santillán y Maximiliano Kosteki, en 2002. En esa oportunidad, como Secretario General de la Presidencia fue uno de los voceros que ante los medios de comunicación difundía los informes de la ex SIDE, que vinculaban a los reclamos piqueteros con la “lucha armada”. El recuerdo de tenebrosos días donde Eduardo Duhalde era presidente no es caprichoso: el único funcionario confirmado por la gobernadora electa de la provincia de Buenos Aires es un duhaldista de paladar negro. María Eugenia Vidal anunció que Cristian Ritondo como ministro de Seguridad provincial. No en vano el vicepresidente primero de la Legislatura porteña se mostró tan cariñoso con el ex presidente Duhalde durante la inauguración del monumento a Juan Domingo Perón.
En estos días que la masiva toma de tierras en Merlo volvió a traer la memoria del Indoamericano es necesario refrescar algunos hechos. En ese entonces Fernández estaba a cargo de la Policía Federal, que dirigió el operativo conjunto en el cual la Metropolitana debutó disparando plomo contra las familias sin techo. Las balas policiales terminaron con la vida de Bernardo Salgueiro, en la Villa 20, y con Rosemary Churapuña, en Los Piletones. Luego, la zona fue liberada: ahí ingresaron patotas de barrabravas con protección policial presuntamente vinculadas a Ritondo. Así, asesinaron a Emilio Canaviri Álvarez. En ese entonces, Vidal a cargo del ministerio porteño de Desarrollo Social fue uno de los puntales del operativo de desalojo definitivo, que combinó la presencia amenazante de gendarmería con las ilegales amenazas de quitar ayuda social a quien estuviera ocupando un pedacito del parque, que al día de hoy sigue siendo en su mayoría un inmenso terreno baldío.
A propósito de Vidal: la figura estelar del macrismo acaba de cometer una gravísima falta de respeto contra los familiares de Lucas Cabello, el joven músico y cuidachoches baleado por un agente de la Metropolitana. Mientras el joven lucha por su vida en el Hospital Argerich, Vidal no dudó en ensuciarlo vinculando a la víctima con un caso de “violencia de género”. Perversa utilización de una demanda urgente del movimiento de mujeres que plantea “ni una menos”. Hasta el momento, la gobernadora electa no respondió a la carta abierta que le envió Carolina, la madre de Lucas, y que fue difundida por La Garganta Poderosa.
Otro personaje que suena en estos días y que tuvo mucho que ver con la balacera feroz contra las vecinas y vecinos de Lugano y Soldati es Eugenio Burzaco, que era jefe de la Metropolitana. En estos días reapareció, pero no para dar explicaciones de porqué sus hombres cambiaron las postas de goma por plomo. Tampoco fue para dar explicaciones por los negociados de su hermano Alejando, involucrado en la mafia del fútbol. Autodenominándose “experto en narcotráfico” y con apelaciones xenófobas a que “la frontera es un colador”, Burzaco suena como uno de los posibles funcionarios de un probable gobierno macrista.
Los de amarillo suman más nombres que remiten a un incremento represivo. El actual ministro de Seguridad de la Ciudad, Guillermo Montenegro, estaría siendo promovido a un cargo de mayor responsabilidad. Recientemente se conoció un ejercicio que hacen los ingresantes a la Metropolitana. Se trata de una representación teatral en donde se ve cómo los agentes policiales reprimen a un grupo de trabajadores y los reducen en el suelo. Todo un mensaje de cara a una etapa en donde los reclamos obreros y populares se multiplicarán ante el ajuste que ya está en ciernes.
Se agrega otra coincidencia. Los dos candidatos que se batirán en el balotaje compiten por declarar estados de excepción para que las garantías constitucionales no sean un freno en la lucha “contra la delincuencia”. En el macrismo tomaron otra idea fascistoide de Massa: declarar “emergencia en seguridad a nivel nacional”. Es lo mismo que hizo Scioli en la provincia, vanagloriándose de los “delincuentes abatidos” y de las toneladas de droga decomisada. Lejos de los amagues de su vicegobernador, Gabriel Mariotto, que al principio intentó cuestionar a la Bonaerense por sus innegables vínculos con el asesinato de Candela Sol Rodríguez, durante su gestión no hicieron más que fortalecer a la Maldita Policía. Le sumaron las policías locales como auxiliares e impidieron cualquier reforma de esta cuestionada institución, vinculada por ejemplo a la desaparición forzada de Luciano Arruga. Además de Berni, Scioli quiere promover como ministros nacionales a Alejandro Granados y a Ricardo Casal, dos hombres que abiertamente plantean el empoderamiento de una las fuerzas policiales más corruptas del país. La imagen de la Bonaerense reprimiendo en la Catedral marplatense en alianza a grupos neonazis vinculados al macrismo local es una alerta de lo que podría suceder si los dos candidatos siguen avanzando en esta línea.
La polarización entre dos proyectos supuestamente antagónicos no se verifica en materia de seguridad. Los elogios cruzados entre Montenegro y Berni dan cuenta de una verdadera política de Estado inspirada en Rudolph Giulani, el ex alcalde neoyorquino impulsor de la tristemente célebre “tolerancia cero”. En Estados Unidos este tipo de planteamientos ha llevado a una brutal política de represión que potenció los casos de gatillo fácil y brutalidad policial, como quedó en evidencia a partir del asesinato de Mike Brown, en Ferguson. Los hechos de violencia institucional –sobre todo contra afrodescendientes y latinoamericanos- se expandieron como reguero de pólvora en la principal potencia mundial, de Este a Oeste. Sin embargo, macristas y sciolistas siguen pensando que hay que imitar al país del norte, llenando a las calles de cada vez más policías, cada vez más armados, cada vez más violentos. Y desbordando las cárceles de presos: todos de origen humilde. Nunca un pez gordo. La violencia es contra los ladrones de gallina o los “portadores de rostro”. Sus políticas de seguridad sólo prometen un horizonte donde haya más asesinatos y torturas policiales en contra de los más pobres, sobre todo contra los más jóvenes. Sus discursos promueven un peligroso incremento de la agresión estatal contra de quienes nos rebelamos contra los padecimientos de nuestro pueblo. Quienes defendemos los derechos humanos de ayer y de hoy debemos estar alertas para que el vendaval represivo no nos lleve puestos.