Por Agustín Bontempo / @agusbontempo
Hace algunos días se difundió una noticia, con videos incluidos, que habla de un “nuevo acto de indisciplina” de Ricardo Centurión, jugador de Racing Club. En este artículo, cuestionamos todos los sentidos comunes que circularon en torno a este acontecimiento.
“Otra vez Centurión” es el título que, más acá o más allá de sus palabras, se repite en los medios de comunicación masivos desde el lunes por la tarde. Y es que el joven futbolista de Racing, quien cuenta con un prontuario de “malas conductas” –especialmente en su antiguo club, Boca Juniors–, nuevamente infringió las normas morales del buen deportista profesional: aparentemente, bajo condiciones de consumo de alcohol, pasó dos semáforos en rojo con el agravante de que fue en una zona escolar. Todo esto, en su día libre.
Por otro lado, es llamativo que los mismos generadores de opinión pública silenciaron tan rápido la denuncia por violencia de género que cae sobre esta misma persona, siendo ese realmente un hecho de gravedad. En definitiva, y más allá de estos lugares comunes sobre la indisciplina del jugador, lo que más nos debería preocupar es cuántas exigencias y debates hay en torno a lo que un jugador hace en su tiempo libre pero cuando se trató de violencia la recurrencia fue de un problema doméstico y no de un problema social.
Esta situación llevó a este periodista a preguntarse algunas cosas: ¿cuál es la verdadera gravedad del hecho? ¿Que una persona consuma alcohol, conduzca bajo esas condiciones o que cometa una infracción de tránsito? ¿Serán las tres cosas juntas? ¿Es algo que debemos machacarle a un deportista o es una falta grave para cualquier persona? ¿Es lo más grave que rodea la vida del jugador? ¿Es una falta de conducta o hay una transferencia de una supuesta moral social que no asumimos cada uno y una? ¿Será que es porque hablamos de un joven de origen humilde? ¿Realmente es una enfermedad?
Buscar respuestas a estos interrogantes motiva lo que leerán a continuación.
Maldición, va a ser un día hermoso
Los generadores de opinión pública lanzan: “Centurión le falló a Milito, a Blanco y a la gente de Racing”. Ese fue un zócalo en C5N, bastante duro. Con matices, fue lo que se replicó masivamente. Y luego las redes sociales hablando de la irresponsabilidad del jugador, según quienes lo atacaban, o del supuesto problema o enfermedad que tiene, según quienes lo defienden, amparados también en la opinión del presidente del club, Víctor Blanco.
Pero vamos más allá de la opinión pública instalada ¿Cualquier persona en cualquier trabajo, es irresponsable si en su día libre consume alcohol? En líneas generales, diríamos que no. En todo caso, prefiero que cuestionemos que, bajo esas condiciones, haya conducido y cometido infracciones de tránsito. Pero en ese caso, ¿cuál sería la irresponsabilidad y la falla para con el mundo racinguista? Entrena todos los días cumpliendo con los horarios exigidos, juega y lo hace de gran manera cada fin de semana.
Por el otro lado, se lo defiende esgrimiendo que tiene una enfermedad y que hay que entenderlo. Acaso, ¿no será que es una salida fácil para no avanzar en ninguna complejidad con una proyección social más relevante?
Lo que realmente se piensa desde estas líneas es que lo que aconteció con Centurión no dista mucho de lo que cualquier lector o lectora de este artículo vive o vivió en sus tiempos libres. Y ante la pésima falta de autocrítica social, el no reconocimiento de las propias limitaciones y, especialmente, la necesidad de ajusticiar con una supuesta moral de hierro, se cae sobre un futbolista. O tal vez debamos preocuparnos más y realmente creer que una persona, por ser deportista profesional, no puede consumir alcohol pero jamás debemos escandalizarnos tanto cuando las y los consumidores son funcionarios públicos o dueños de empresas. Tal vez haya una doble moral que puede ser vista con el ojo derecho en un caso y con el ojo izquierdo en el otro.
Frente a esta arremetida que banaliza nuestra sociedad, porque le exige a un deportista lo que no le exige a quienes definen el rumbo de nuestras vidas, la defensa habla de la falta de oportunidades que tuvo Centurión. Si efectivamente el jugador tiene un problema y no es, como se menciona más arriba, una situación común de cualquier trabajador o trabajadora en su tiempo libre, ¿realmente no tuvo posibilidades para afrontarlo?
El presidente de Racing dijo que acompañarían al jugador y le sumarían otro profesional a trabajar con él. Nadie niega el origen humilde de Centurión y un sinfín de dificultades por las que pudo haber pasado, pero justamente contemplando eso, ¿no está teniendo más posibilidades que cualquier otro? Una de las grandes consecuencias de las adicciones son el deterioro económico, producto de que todo el dinero se gasta allí. Ustedes, lectores y lectoras, si están ante una dificultad así, ¿pueden recurrir a “sumar otro profesional”, sin tener que pagar nada porque eso lo gasta la institución en la que trabajan?
El fútbol profesional es un ámbito que desborda las posibilidades para superar este tipo de problemas. En todo caso, nos podríamos preguntar cómo se puede ser millonario por patear una pelota pero cuando un docente exige no ganar salarios de hambre, repudiamos las medidas de lucha que se toman. Discutamos cómo puede ser que el fútbol sea un gran expulsor del sistema educativo de jóvenes que se harán ricos pero que enriquecerán con su talento a muchas personas más, para que luego la moral social caiga sobre personas por consumir alcohol en su tiempo libre. Si realmente no tuvo posibilidades de chico y la riqueza deportiva tampoco se las dio, es hora de mirar el profesionalismo de otra manera porque los dueños de la pelota promueven conductas y estereotipos en función de sus ganancias. Y no importa si es alcohólico, salidor o tiene una disciplina ejemplar, mientras los billetes lleguen a las arcas de los poderosos de siempre.
Finalmente, como decíamos al inicio, lo que se impulsa desde las grandes tribunas de comunicación es que lo importante es si una persona en su tiempo libre consumió alcohol o cometió una infracción de tránsito, en lugar de ocuparse de un flagelo que deja a cientas de mujeres muertas por año.
El estigma villero como bandera
Sin embargo, y como estamos seguras y seguros de que estas cuestiones no tienen un tinte simple de analizar, a pesar de hacer los cuestionamientos antes esbozados, sí se puede abordar esa doble moral aplicada a un jugador de origen humilde. A Centurión se le dice “caco”, “wachiturro”, “negro”, “villero”, entre otras cosas. En la cancha, esas referencias se hacen con simpatía. Sin embargo, son las mismas referencias con las que se lo carga ante los casos de irresponsabilidad.
El periodismo más sofisticado, que muchas veces es él mismo amante de la noche y los consumos ilegales, atacando o defendiendo, esgrime que Centurión llega a estas situaciones por haber tenido una infancia dura, rodeada de violencia y delincuencia. Para las personas que manejan términos coloquiales, el jugador comete estos arrebatos porque es un negro villero que no cambia más.
La sociedad no suele ser tan dura, estigmatizadora y prejuiciosa con los funcionarios públicos, músicos de bandas modernas y rentables, deportistas de elite, grandes empresarios como sí lo es con el joven pobre y morocho que se hizo famoso y millonario. La cuestión del negro, ese otro peligroso, no es menor.
Así como repudiamos y seguimos sosteniendo que se lleve adelante la denuncia por violencia de género, en este señalamiento social sobre su supuesto “alcoholismo”, necesitamos tomar partido por el jugador de Racing. Porque siempre son los sectores más vulnerables de esta sociedad los que cargan con ciertos prejuicios y características y que, en definitiva, el sistema tiene a ser cada vez más certero en sus embates contra su bienestar.
Debemos decir, a modo de conclusión, que todos los males que esta sociedad mastica necesitan responsables en todos los ámbitos. Y toda la falsa moral que se construye en los papeles, pero se niega en la práctica, tiene que ser depositada en alguien: el niño peligroso que es baleado por la espalda a manos de las fuerzas de seguridad, el delincuente de celulares que es linchado porque hay muertes que sí valen un teléfono, el jugador villero que pudo haber sido un ladrón. Eso sí, Centurión es un profesional del fútbol que sale en la televisión. A él sí que no lo van a linchar.