Por Laureano Debat desde España
De todos los momentos bisagra que parece estar viviendo Cataluña durante estos últimos cuatro o cinco años, el del 27 de septiembre es el de mayor magnitud. Después de esa fecha, el proceso independentista tomará uno de estos dos caminos: o dará un golpe decisivo hacia adelante o se verá sepultado hasta una nuevo renacimiento que puede durar otros cinco, diez o 100 años.
La firma del decreto de convocatoria a las elecciones catalanas para el 27 de septiembre por parte del presidente de la Generalitat, Artur Mas, llegó cuando las cartas estaban jugadas, las alianzas conformadas y las promesas hechas. Su partido, Convergència Democrática, ha logrado un acuerdo histórico: presentarse en una lista única junto con su rival de siempre, Esquerra Republicana, unidos en el Parlamento catalán desde hace años pero por primera vez en la misma lista bajo el objetivo de conseguir que Cataluña deje de pertenecer a España.
Junts pel Sí (“Juntos por el Sí”), además, tiene el aval de las dos ONG’s que vienen organizando desde hace algún tiempo todas las manifestaciones catalanistas, siempre muy concurridas: Òmnium y Asamblea Nacional Catalana.
El golpe de avanzada de los catalanistas nunca se previó tan potente. Todo el arco opositor se vio sorprendido con este acuerdo, sobre todo porque la cantidad de antecedentes de intentos fallidos lo tornaban una utopía. Sin embargo, las dos fuerzas cedieron y anunciaron un acuerdo que atemoriza al PP y al PSOE, que comenzaron a moverse rápido y por separado para responder a esta jugada.
La estrategia del gobierno de Mariano Rajoy se basa en la propuesta de una reforma constitucional que otorgue a la autonomía catalana mayores poderes, sobre todo económicos. Lo que intentan es, por un lado, frenar el furor independentista (cuya principal motivación, se sabe, es de carácter económico y se ha profundizado en un contexto de crisis) y, por el otro, disputarle al PSOE lo que viene siendo su principal caballo de batalla para las elecciones presidenciales que también son este año.
Si bien ambos partidos presentan sus listas para el 27S, ninguno es capaz de pelear de cerca con la coalición, por lo que su teatro de operaciones les es más favorable a nivel nacional. También se viene hablando de que el presidente de España, perdido por perdido, adelantaría por decreto las elecciones presidenciales nacionales para septiembre (previstas para noviembre) y, de esta manera, buscaría solapar la elección catalana. Rajoy y el PP no están dispuestos a reconocer este 27S, pese a ser legal y ajustado a la actual Constitución, debido a su carácter plebiscitario. Porque el 27S definirá el futuro político de Cataluña.
La postura de los nuevos partidos
Paralelamente con el proceso independentista, en Cataluña fueron surgiendo filiales de los nuevos partidos políticos, sobre todo en la capital con Guanyem Barcelona que derivó en el frente Barcelona en Comú liderado por Ada Colau, la actual y primera alcaldesa en la historia de la ciudad.
La postura de su partido es de una cierta neutralidad ante la idea de una Cataluña Independiente o integrada a España. Se dice off the records que Colau mira con mucha simpatía la idea de la independencia, pero en público mantiene la postura de su partido: estar a favor de lo que se llama el “dret a decidir” (derecho a decidir). O sea, apoyar cualquier intento de consulta popular o referéndum.
La misma postura tiene Pablo Iglesias, el líder y candidato a la presidencia de España por Podemos. En su caso, como aspira a gobernar a todos los españoles, ha optado por la postura de no apoyar abiertamente la independencia de Cataluña pero sí de manifestarse también a favor del derecho a decidir.
Hacia el 27S, la coalición que representa a los nuevos partidos es Catalunya Sí que es Pot (“Cataluña Sí que se Puede”) con una plataforma en la que se distancian tanto del PP y del PSOE como de la coalición catalanista CD-ERC. De hecho, ya han asegurado que no darán sus votos para la investidura del nuevo presidente de la Generalitat en caso de que Junts pel Sí resulte ganadora, sobre todo porque no se sienten cercanos a la derecha catalanista encarnada en Convergència Democràtica ni a la izquierda tradicional representada por Esquerra Republicana.
Los escenarios
Todas las encuestas dan como ganadora a la coalición Junts pel Sí. Eso es lo único que más o menos se puede predecir. El resto es una incógnita. Si esta lista gana, tanto Artur Mas como Oriol Junqueras, sus máximos referentes, han prometido avanzar para declarar la independencia en la legislatura catalana.
Lo que no está del todo claro es de cuántos votos se van a valer para semejante acción. Un triunfo aplastante que los dote de una mayoría absoluta parecería darles legitimidad para hacerlo, pero todo hace pensar que necesitarán votos de otras fuerzas políticas. Y de las seis listas restantes, hasta ahora la única que ha prometido el apoyo (aunque de una manera relativa, hay que aclararlo) es la Candidatura d’Unitat Popular (CUP), un partido catalanista de izquierda de base que funciona con asambleas y que rota sus candidatos de manera permanente. Un partido que, en teoría, se ubicaría en las antípodas de los partidos tradicionales pero que profesa el mismo deseo de la independencia catalana.
También resta saber qué hará el gobierno de Rajoy en caso de que el nuevo Parlamento catalán vote por mayoría (absoluta o relativa) la declaración de la independencia. Seguramente se crucen por su cabeza tanques, guardias civiles, llamados de auxilio a Angela Merkel o alguna cadena nacional lacrimógena. Sea lo que sea que haga, tendrá que pensar muy bien la jugada porque el mínimo error de cálculo puede resultar fatal y aglutinar aún a más catalanes en su contra.
De momento, el proceso vive un tira y afloje que después del 27S tendrá números concretos. El 11 de septiembre, 15 días antes de las elecciones, los catalanes colmarán las calles de Barcelona con su tradicional concentración anual que celebra la Diada Catalana (el día de Cataluña) que, paradójicamente, se festeja el día en que los franceses ocuparon la ciudad condal, invasión que significó la posterior integración de Cataluña al Reino de Castilla. Esta manifestación coincide, a su vez, con el inicio de la campaña electoral, por lo que será un buen termómetro para hacer los primeros cálculos y ver hasta qué punto las y los catalanes están dispuestos a subirse a la aventura de un nuevo país.