Por Francisco J. Cantamutto | Foto de Leo Crovetto
El gobierno de Cambiemos vuelve a enfrentar una semana fatídica, preso de sus propias contradicciones. Desde los anuncios que hicieran Macri y luego el equipo económico de Dujovne, está trabado en una negociación larga con el FMI que, de hecho, suspendió el desembolso del segundo tramo del préstamo acordado por 3 mil millones de dólares.
Ese segundo tramo debía ser depositado este lunes 17 de septiembre y se dilató debido a la falta de pericia diplomática del gobierno que anunció que tenía una revisión del acuerdo para el desembolso. En rigor, esas negociaciones no habían ni comenzado. Eso presionó en contra de la opinión del directorio del Fondo que, si bien su Directora, Christine Lagarde, aún apoya al gobierno, encuentra disidencias internas debido a las problemáticas atenientes al programa.
Sin embargo, no es sólo un problema de comunicación. El Fondo percibe que la profundización del ajuste que propone, el cual hace recordar al “déficit cero” del 2001, va a ser difícil de sostener socialmente e igual o aún más políticamente. En tal sentido, la reunión de la semana pasada con los gobernadores fue una foto que sirve como carta de negociación con el Fondo pero que, en definitiva, no asegura más que el tratamiento del Presupuesto 2019. Requieren aprobar ese presupuesto para dar señales de que efectivamente el ajuste se va a sostener a medida que avance. Eso sólo generará mayores resistencias sociales.
El ajuste va en, al menos, cuatro sentidos. Primero, los recortes en salarios y previsión social. Segundo, los fondos a las provincias. Tercero, recortes a la obra pública y cuarto, recortes a las transferencias que tienen que ver con la previsión social. Todo esto genera un clima de difícil contención y el sistema político, aun contando con cierto apoyo de los gobernadores, no es seguro que se vaya a sostener. Tal como ocurriera en el 2001, Macri pretende algún tipo de “blindaje” de unidad nacional para avanzar con el ajuste.
Además que se dilata el desembolso del segundo préstamo, como ocurriera en diciembre del 2001, el gobierno tiene que enfrentar una nueva etapa de desarme de LEBACs. El día de ayer vencían 400 mil millones de pesos de estas letras, de los cuales solamente 150 mil iban a ser renovados. El resto tiene que ser canjeado por deuda del tesoro, por letras de corto plazo (las llamadas Leliq) a 7 días o por pesos que vuelven al sistema financiero y pueden presionar al peso contra el dólar. Es decir, es esperable una nueva devaluación.
En este contexto, los técnicos del Fondo no tienen en claro por qué vía el gobierno va a garantizar la estabilidad, ya no solamente la estructural del acuerdo político, sino incluso la financiera a corto plazo. ¿En qué nivel va a estabilizar el dólar? ¿En qué nivel va a logar estabilizar las tasas de interés? ¿Va a ser capaz de reducirlas de alguna manera que permita que la actividad se reactive? ¿Cómo va a lograr reducir la inflación? La meta de este año era del 10% y estaría cerrando por encima del 40%.
Todas estas dudas, que comparte el conjunto de la sociedad, también las tienen los técnicos del FMI. Pero además perciben otras señales preocupantes. Hasta este momento, la crisis cambiaria había tenido que ver con la salida de grandes operadores que canjeaban LEBACs a pesos y de ahí se pasaban al dólar. En las últimas dos semanas ha ocurrido un cambio. Empezaron a caer de manera bastante acelerada los depósitos en dólares del sistema financiero. Esto significa que ahorristas están empezando a retirar sus dólares y la corrida ya no es sólo cambiaria sino que está empezando a afectar las finanzas. Aun no es una situación de corrida financiera pero las señales de alarma se encienden en todos los tableros de control.
Con este esquema de poca previsibilidad económica de corto plazo, y política de mediano plazo, la inversión y la credibilidad no se reaniman generando un clima de mayor recesión. Por lo contrario, todo esto contribuye a fomentar esa inestabilidad.
Ante esto, ¿qué ofrece el gobierno? Pretende blindarse internacionalmente, no sólo negociando con el Fondo sino además presionando para que las economías del G20, que este año sesionan en el país, le den su apoyo explícito para lograr alguna reducción de las tasas de interés. Esto no es suficiente. En el caso de que lograse sostener el acuerdo con el Fondo y lograr un nuevo desembolso, lo único que hace es dilatar el problema financieramente porque los fundamentos del programa siguen siendo inconsistentes.
El gobierno, a diferencia de los años 2001-2002, no tiene a la mano dos herramientas claves. La primera y principal es la cesación de pagos. Si el país entra en cesación de pagos se rompe toda la alianza que tiene con el sistema financiero internacional. Eso sería una posibilidad para otro gobierno, no para este porque justamente esta gestión representa esa coalición social. No puede, tampoco, introducir alguna cláusula de Corralito o Corralón o controles cambiarios que frenen la corrida porque, de nuevo, rompe esa negociación con el Fondo. Tampoco tiene a mano la salida devaluatoria que se utilizó en 2002, merced de los propios acuerdos que generó: por ejemplo, dolarizando las tarifas en este caso haría que, con la devaluación, aumentara el ritmo del tarifazo. Es difícil ver cómo se licuarían los costos para generar un aumento de la protección externa que genere renovaciones de la actividad.
En definitiva, el gobierno se encuentra atado de pies y manos por la lógica de su propio programa económico y ninguna de las salidas que propone puede beneficiar a nuestro pueblo.
¿Es posible la dolarización de la economía argentina?
En la desesperación que se percibe también se pueden palpar salidas como la del 2001-2002 que embarran la discusión. Básicamente, la misma idea de la dolarización. No solamente es inviable en términos económicos por la disponibilidad de un recurso que en este momento es escaso sino que lo es políticamente. No resolvería ninguna de las contradicciones del capital que opera en el país.
Por otro lado, desde Estados Unidos, por más que haya algunas voces a favor, no hay ningún tipo de interés en que el Tesoro estadounidense se comprometa en sostener a la economía argentina en esta crisis. Por lo tanto, lo que hace la idea de la dolarización es oscurecer la discusión y correr del mapa las soluciones y alternativas posibles. Porque frente a la dolarización en el 2002 se presentó la devaluación como una salida progresiva. Argentina corre el riesgo de que ocurra algo semejante ahora y, debatiendo algo que no es viable, la sociedad termine tolerando una salida que es regresiva para el conjunto de la clase trabajadora.