Por Federico Orchani* / Foto: Milangela Galea
El masivo rechazo al “2 x 1” de la Corte Suprema de Justicia que desbordó la Plaza de Mayo abrió una crisis para el gobierno. Hipótesis del origen del fallo y la batalla cultural del neoliberalismo.
La tensa calma que le devolvió tranquilidad al gobierno nacional luego de un mes de marzo cargado de movilizaciones, se esfumó. El mar de gente que colmó la Plaza de Mayo el pasado 10 de mayo para rechazar el fallo de la Corte Suprema de Justicia –que allanaba el camino para la libertad de cientos de genocidas–, abrió una crisis ¿inesperada? para el gobierno cuyo alcance enturbia uno de sus valores más cuidados: el ficcional de un poder judicial que funciona de manera independiente. El macrismo y aliados de Cambiemos verificaron rápidamente que el rechazo al fallo “2 x 1” era masivo y quizá por eso desde el jefe de gabinete Marcos Peña pasando por la gobernadora bonaerense María Eugenia Vidal hasta el ministro de Justicia de German Garavano se desmarcaron del fallo de la Corte sin que eso logre aplacar los ánimos ni las críticas a la administración macrista. El Congreso sancionó en tiempo exprés una enmienda colocando a los delitos de lesa humanidad fuera del alcance del 2 x 1 para llenar el supuesto vacío jurídico que sirvió de argumento al máximo tribunal de la nación.
Orígenes del fallo “2 x 1”
Los principales diarios en su edición dominguera poblaron sus páginas de explicaciones y versiones cruzadas acerca del origen del fallo expedido por la Corte en el caso del represor Luis Muiña (quien ya se encontraba en libertad) pero que abrió la puerta para una lluvia de pedidos por parte de genocidas –ya condenados por crímenes de lesa humanidad– solicitando el mismo beneficio. El atajo para el intento de libertad a genocidas y represores fue posible por el voto a favor de los jueces Rosenkrantz, Highton y Rosatti, el presidente de la Corte Ricardo Lorenzetti y su par Juan Carlos Maqueda quedaron en minoría.
Algunas versiones, apuntan a un mal cálculo del juez Horacio Rosatti, que sin ser partícipe de la redacción del fallo, anhela desplazar a Lorenzetti al mando del máximo tribunal, para esto cuenta con el apoyo de Elisa Carrió, rival declarada de Lorenzetti. El propio Lorenzetti previendo el rechazo masivo que desataría el fallo, habría “dejado hacer” sin oponer demasiada resistencia para que otros carguen con las consecuencias políticas del fallo y él conservar su liderazgo. Una jugada arriesgada. En el diario Pagina 12, el periodista Martin Granovsky identifica al abogado corporativo Carlos Rosenkrantz y su asistente Federico Morgenstern como responsables materiales e intelectuales del fallo, movido por la intención de alterar el consenso en materia de juicio y castigo a los crímenes de lesa humanidad.
¿Puede un juez de la Corte de manera aislada impulsar semejante iniciativa? Difícil. ¿Hay responsabilidad del ejecutivo macrista? El periodista Julio Blanck difunde una versión en su columna para el diario Clarín del domingo, donde señala que “el jefe de asesores presidenciales, José Torello, y el abogado de Macri para casos especiales, Fabián Rodríguez Simón, habían sido impulsores originarios del fallo del 2 x 1.”En el gobierno lo niegan, obvio.
Sea cual fuere el resultado de intenciones, responsabilidades e intrigas palaciegas, la responsabilidad del gobierno, la cúpula de la Iglesia Católica argentina y sectores del periodismo que reclaman impunidad bajo el eufemismo de “reconciliación” es notoria.
La batalla cultural del neoliberalismo
Vale recordar que este proceso empezó con un editorial del diario La Nación repudiada en asamblea por los propios trabajadores de prensa del medio. Allí se invertían los términos de “justicia” por “venganza” en alusión a la política Memoria, Verdad y Justicia y los juicios a los autores materiales de la última dictadura cívico militar. No fue el único editorial pro impunidad del diario La Nación. Luego vinieron los dichos de los funcionarios de Cambiemos, Darío Lopérfido y Gómez Centurión, que insistían en debatir la cantidad de los detenidos y detenidas desaparecidos durante la última dictadura como si eso borrase el terror de la represión ilegal. Se retomaron argumentos anacrónicos donde se insiste con revolver la “teoría de los dos demonios”. El propio presidente Macri hablo de “guerra sucia” en lugar de represión ilegal o terrorismo de Estado, sutil operación.
El neoliberalismo, nunca es meramente una agenda de reformas económicas. Es antes que nada, un proyecto político e ideológico de dominación. Así, el macrismo lleva adelante su propia batalla cultural. En relación al fallo de la Corte, es interesante leer al historiador Ezequiel Adamovsky al respecto, “el punto principal para ellos no es conseguir la libertad de los genocidas, sino algo mucho más importante: producir un cambio radical en el modo en que nos relacionamos con el pasado”. Un pasado que les resulta incómodo, cercano. Cambiemos es la expresión política de “ellos”, los ganadores del modelo económico implantado a sangre y fuego por la última dictadura cívico militar. El rostro “derecha friendy” se diluye cuando las grietas del cerco mediático develan los vínculos de la familia presidencial y las empresas privatizadas que desguazaron el Estado durante la década del 90’.
La cúpula eclesiástica y el medio millón de votos que aportó la “familia militar” son dos de los pilares de sostén moral e ideológico de Cambiemos. De esa manera se explica el intento insólito de reabrir el “debate” sobre la religión en las escuelas en boca del propio ministro Esteban Bullrich. Un “debate” que retrotrae años de separación ente el Estado y la Iglesia. El propio fallo “2 x 1” –una amnistía encubierta– se inscribe en esta lógica de apoyos y retribución de favores.
No nos han derrotado
Por abajo, la economía no arranca, los brotes verdes no aparecen y la única lluvia fue de mosquitos en lugar de inversiones. 30 por ciento de pobreza, indigencia y desocupación en aumento, inflación de dos dígitos pero el gobierno insiste en hablar de “prácticas mafiosas” en lugar de dirigentes gremiales que luchan por mejoras laborales, se le dice “extorsión” y delito a la protesta social en un país cuyo deterioro económico y social no deja margen para otra cosa. Eso es batalla cultural. El verdadero “cambio” que persigue el macrismo. No perder de vista esta cuestión lleva a no subestimar la vocación restauradora de PRO. No subestimar pero apostar a la movilización y la organización popular, el reaseguro más potente frente al cambio reaccionario. Con el ejemplo de las Madres y Abuelas, los docentes, movimientos sociales y tantos otros actores que forman parte del entramado social no derrotado luego de la victoria electoral macrista en diciembre pasado. Sin perder de vista la disputa política que se avecina con las próximas elecciones de medio término.
El macrismo tiene enfrente la otra batalla cultural. La que pone por delante la vocación emancipatoria, el protagonismo popular, la democracia callejera por encima de las roscas palaciegas. Los miles de pañuelos al aire que poblaron la Plaza de Mayo el pasado 10 de mayo marcan el camino. No nos han derrotado.
*Militante del Frente Popular Darío Santillán
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