Más de 200 trabajadores organizados resisten y exigen la reincorporación de los más de 50 despedidos por la empresa alimenticia CALSA. La Multinacional inglesa despide y reincorpora trabajadores, con el objeto de quebrar la organización obrera.
A la persecución sindical, organización obrera. A los despidos disciplinadores, paros por tiempo indeterminado. A las actitudes mezquinas de las patronales, unidad, lucha y organización. Este parece ser el panorama al que las y los obreros de la empresa alimenticia CALSA, más conocida por ser una panificadora instalada a nivel nacional e internacional en el país desde hace 90 años, deben enfrentarse por estos tiempos en defensa de sus fuentes y sus derechos laborales.
Fueron convocados a una reunión conciliatoria el lunes pasado en el Ministerio de Trabajo de la provincia de Buenos Aires pero sostienen la medida de fuerza y redoblan la apuesta con un paro indeterminado, acampe y bloqueo del portón de la planta fabril.
“Echaron a tres compañeros sin causa, hicimos cuatro días de paro, dictaron conciliación obligatoria por quince días, se prolongó 5 días mas y luego de ese período echaron a 52 compañeros”, cuenta Hugo Moreira, delegado sindical de CALSA. “Luego de eso hicimos otras seis jornadas de paro y vinieron otros veinte días de conciliación obligatoria. Nuestro objetivo en las conversaciones siempre fue pelear porque entren todos de vuelta y no se logró; se logró en las negociaciones la reincorporación de solamente 32, quedando 22 afuera” cuenta.
La empresa ubicada en Lanús este, predio donde también funcionan las oficinas y el centro de distribución de la empresa multinacional, cuenta con 230 trabajadores que se hallan en situación de extrema vulnerabilidad respecto de sus puestos laborales. Exigen la reincorporación de los más de 50 trabajadores despedidos y denuncian las maniobras de la patronal alimenticia en pos de romper la organización sindical, obrera y clasista que los puso en pie de lucha. Mediante un comunicado publicado en “Calsa en lucha”, perfil para difundir el conflicto en la red social Facebook, los trabajadores denuncian que la empresa “nunca cesó en su ataque” y que aun “en conciliación obligatoria, con apercibimientos, suspensiones, amenazas de más despidos, circulares internas” fueron responsabilizados “de los problemas ocasionados (a la empresa) por esta situación”. Difunden que sostienen la decisión de parar por tiempo indeterminado porque creen que “una empresa con tamañas ganancias debería enfocarse en solucionar sus enormes problemas de seguridad e higiene en vez de atacar a aquellos que la sostienen todos los días”.
Denuncian, y ya cuentan con múltiples apoyos en su medida tales como Hernán Cortez, trabajador petrolero de Las Heras procesado, que por defender la fuente de tres compañeros despedidos, fueron echadas más de 50 personas. “Mantuvimos la fábrica paralizada durante diez días hasta que una conciliación obligatoria, la tercera en los últimos meses, nos obligó a volver al trabajo”; y denuncian, “eliminar a ciertos sectores como represalia a las conquistas ganadas en los últimos años y permitirle a la cúpula de la empresa mantener un control coercitivo sobre los trabajadores gracias al cual podrá imponer sus ritmos crecientes de producción (…) nos vimos obligados a tomar acciones de defensa a través de la unión, la solidaridad y la convicción”.
Organizarse y sumar solidaridad
Albino Rivas, integrante del cuerpo de delegados, expresa que “desde el primer momento nosotros mantuvimos el diálogo con la empresa porque queremos evitar que se generen más despidos masivos. Este conflicto lleva ya varios meses y creemos que (los despidos) no se dieron por cuestiones económicas sino que hay otros motivos”. Entre los trabajadores creen que las medidas tomadas por los directivos de la empresa CALSA son disciplinarias ya que los telegramas de despidos hablaban de “daños causados a la empresa”, considerados por los trabajadores como “sin justa causa” y porque además, llegaron luego del reclamo de reincorporación de tres obreros despedidos.
Ya llevan cuatro paros por tiempo indeterminado en seis meses de lucha y más de siete días de acampe frente a las instalaciones de la empresa en Lanús. Denuncian la actitud hostil de la multinacional, amenazas de desalojo, persecuciones y apercibimientos –aun en conciliación obligatoria-, la presencia de la Policía de la provincia de Buenos Aires dentro de la fábrica y dicen que no van a suspender las medidas de fuerza hasta que la empresa devuelva el derecho laboral a las y los compañeros despedidos. “Nosotros no queremos el paro pero estamos obligados porque no podemos dejar a nuestros compañeros afuera, mas en esta situación de dificultad para todos los trabajadores”, sostiene Rivas.
El domingo pasado, realizaron un festival en Lanús en solidaridad con las 54 familias que quedaron sin trabajo. Estuvieron presentes quienes se quedaron sin empleo y quienes exigen la inmediata reincorporación y recuperación de los puestos laborales. Vecinos y activistas de agrupaciones políticas y sociales de la zona, de comisiones internas y secretarías de derechos humanos, delegados sindicales y hasta representantes de la cámara de diputados de la provincia de Buenos Aires, sostuvieron la firme convicción de una empresa con todos reincorporados.
El origen del conflicto
En octubre del año pasado la planta obrera defendió, luego de muchas reuniones, el puesto laboral de un compañero paralizando en forma total la producción de la fábrica. Expusieron de esa manera las precarias condiciones de trabajo en priorización de la productividad y las ganancias de la multinacional CALSA. Los directivos, luego de la medida de lucha, reincorporaron al obrero en cuestión, pero a modo de represalia –y cuando esperaban la apertura del diálogo en pos de mejoras salariales y laborales pendientes-, siete obreros fueron despedidos solo dos semanas después.
Luego de eso, la planta se mantuvo virtualmente tomada en solidaridad con los echados y la respuesta de la empresa fue seguir con los despidos a modo de disciplinamiento. Más de 50 fueron dejados sin fuentes de ingresos, algunos luego reincorporados entre este periodo y marzo de este año. Sin embargo, los trabajadores de CALSA se mantienen unidos, trabajando sin distinción de quienes se encuentran “adentro o afuera” y clamando organizados, en lucha, por ninguna despido. “O todos o ninguno” aseguran.