Por Matías Eskenazi y Mario Hernández. Segunda parte de la entrevista a Julio Gambina sobre la política cambiaria y la económica a partir de la conformación de un nuevo equipo con Kicillof al frente. Los desafíos para la organización popular.
Dialogamos con Julio Gambina, presidente de la Fundación de Investigaciones Sociales y Políticas (Fisyp) sobre los lineamientos del kirchnerismo en política económica y los signos de subordinación de los últimos años frente a los capitales trasnacionales. Cuáles son los desafíos para el movimiento popular de cara al 2015.
“El fallo Griesa frustró el plan del gobierno de ganar tiempo endeudándose”
-Desde mi valoración, Kicillof está por debajo de Fernando Henrique Cardoso quien dijo: “Una cosa es ser intelectual y otra cosa es ser político”, tanto intelectual como políticamente; pero quería retomar algunas cosas que planteaste. Coincido con que desde Roberto Lavagna no hay un equipo económico que tenga una coherencia. Lavagna, quien tenía un plan no solo económico sino político, comenzó su gestión durante el gobierno de Duhalde y continuó con Néstor Kirchner hasta finalizar la reestructuración de la deuda en el 2005. Después de eso NK prescindió de él.
-Ahora, no hay excusas porque todo el equipo económico responde a una misma dirección, pero no llegaron al Ministerio de Economía en la llamada “etapa rosa” del kirchnerismo, sino en el momento en que hay que administrar los flancos débiles del modelo. En un primer momento, plantearon un plan industrial que hasta ahora quedó en la nada. Luego, una política que consistía básicamente en arreglar con todos los organismos de crédito internacionales para volver a tomar deuda, lejos de ser industrialista o popular, dicha política fue frustrada por los propios a quienes se quería convencer. El fallo de Griesa, entonces, da por tierra con ese plan y pareciera que no hay otro alternativo. El plan de ganar tiempo endeudándose fracasó, no porque el gobierno haya dado marcha atrás, sino porque ha sido frustrado por un juez estadounidense, y ahora no hay un rumbo económico coherente.
-Lo describís muy bien y por eso digo que se pueden generar expectativas en la sociedad y crear condiciones en el movimiento popular para discutir el rumbo de la Argentina en el futuro cercano. En rigor hay intelectuales orgánicos de las clases dominantes y también del movimiento popular. El gran desafío para nosotros es poder interactuar en el plano ideológico, para generar conciencia y sentido común contra el objetivo que tienen las clases dominantes. Cardoso fungió de pensador marxista en un tiempo y luego terminó siendo funcional a las clases dominantes del Brasil y del mundo en un debate que todavía nos involucra.
-No se trata de esperar hasta el 2015 para construir un proyecto político alternativo que desde una disputa electoral genere condiciones para un cambio económico en el país, sino que hay que hacerlo desde ahora generando las condiciones de movilización. Es una punta del ovillo para discutir la suspensión de los pagos y alentar la auditoría y la investigación de la deuda para generar condiciones objetivas de transformaciones, lo que solo se logra con movilización popular. Si hay un equipo económico que quiere formular un proyecto emancipador, las condiciones de posibilidad son las condiciones políticas de movilización popular para esa transformación.
No hay excusa porque hoy no hay superávit comercial ni fiscal para sustentar una política social masiva y mucho menos para armar un proyecto de transformación del modelo productivo y de desarrollo. Eso supone una política que vaya contra la sojización y la dominación de las transnacionales de la alimentación y la biotecnología, ir contra el aliento a la megaminería y la explotación de los hidrocarburos no convencionales y contra la industria de armaduría que se ha desarrollado, especialmente, en el sector automotriz. Ahora no tienen excusas. De lo contrario, se afianzará lo que venimos viendo en la última etapa del gobierno de la presidenta Cristina Fernández, donde en un sentido muy pragmático se orienta a subordinarse a las demanda de los capitales transnacionales.
-¿Y cuál es el desafío para el movimiento popular?
-Es necesario que el debate del movimiento popular pueda resaltar que nuestro discurso crítico y emancipador no es utópico. Lo que necesitamos es afianzar una fuerte voluntad política del movimiento popular en Argentina para que gestione cambios.
Se acaba de ratificar en el Ministerio de Trabajo la personería de la CTA y eso fue producto de la lucha de más de veinte años por su reconocimiento. Algunos podrán decir que el gobierno necesita tener una central sindical afín y por eso legaliza la central dirigida por Hugo Yasky, y al mismo tiempo no tiene más remedio que legitimar a Micheli; pero no se puede negar el desarrollo real y la construcción de una central sindical en el marco de la fragmentación del movimiento obrero en Argentina que muestra cinco centrales de trabajadores.
Lo importante es ver que si no se lucha, es muy difícil arrancarle concesiones a cualquier gobierno, no solo al actual. El 14 de octubre pasado hubo una audiencia pública en el Congreso nacional convocada por la Asamblea por la suspensión del pago de la deuda donde, entre otros, estuvo Eric Toussaint, el titular del Comité de la Deuda Externa del Tercer Mundo, quien incentivó un debate en el Parlamento y hacia el conjunto del movimiento popular para una campaña por la suspensión del pago de la deuda.
El gobierno nacional nos dijo durante mucho tiempo que era imposible investigar la deuda porque distintos turnos constitucionales la habían legitimado y legalizado con distintos canjes. Aunque muchos dicen que no va a tener sentido práctico, hay una ley que establece una Comisión Investigadora. Eso es un logro del movimiento popular. La izquierda, históricamente, desde los tiempos de la dictadura militar, sostuvo el “no pago de la deuda” con consignas como “FMI o pueblo” marcando que había una contradicción muy fuerte. Muchos, ahora desde el gobierno nacional, han sustentado esta política de desendeudamiento, que ha significado el pago de más de 190 mil millones de dólares en estos años, como cancelación de esa misma deuda.
Hoy hay condiciones para que eso que parecía imposible pueda ser una realidad si el movimiento popular genera movilización y debate ideológico en el conjunto de la sociedad.