Desde Lápices, un musical con memoria proponen un recorrido por los hechos de aquel septiembre de 1976 trayendo al presente una historia que merece no ser olvidada.
Si el teatro tiene una magia particular es la de transportarte, en este caso a un tiempo que, ya pasado, es necesario que se mantenga en el recuerdo. A pocos días de cumplirse 42 años de aquel 16 de septiembre de 1976, Lápices, Un musical con memoria, presenta la historia de Claudia y Pablo en 100 minutos llenos de recuerdos, memoria, reclamo por el boleto estudiantil y el pedido de “Nunca Más” que recorre el tiempo y toma fuerza en el presente.
“Hacer el papel de Pablo Díaz es un desafío, lo fue y lo seguirá siendo porque ensayo a ensayo y función a función el equipo de Lápices deja todo arriba de esas tablas y es imposible no involucrarse y no sumarse a su lucha”, cuenta Ignacio Bernárdez, encargado de ponerle el cuerpo a uno de los detenidos-desaparecidos durante el gobierno del represor Rafael Videla. Él y Claudia son, esta vez, las historias centrales, pero la obra remarca la importancia de todos los compañeros y compañeras para la resistencia y la lucha que permitió que Pablo salga en libertad. Además de reconocer que, así como esta historia hay muchas más y que la personalización es solo una excusa para tener un hilo conductor.
Pablo Díaz fue a ver la obra. Aunque el encuentro entre el actor y la persona en la cual se basa el personaje se dio antes de comenzar las funciones, cuando realizaron una entrevista para armar la obra. “También hubo un segundo encuentro -cuenta Ignacio- fue muy inesperado porque me lo crucé en un tablado al cual yo voy siempre, desde chico, en Uruguay que es de donde soy. Tuve una hermosa charla con él, conocí a su familia, él a la mía y fue un momento que siempre voy a guardar. Compartimos más cosas de las que creí”.
En la obra, los personajes múltiples van desde los detenidos-desaparecidos por luchar, pasando por las madres que reclamaban ante la angustia de no saber si sus hijos están enfermos, si tienen frío o si tienen hambre y no olvidaron retratar a los represores, figuras que se completan con audios de discursos que, con su sola presencia en el aire de algunas radios, generaban miedo.
Ignacio afirma que todo el proceso que hicieron para contar esta historia no hubiera sido posible si no era acompañado del enorme elenco formado por más de 20 artistas en escena y muchos otros y otras que no vemos, pero que conforman lo que el actor reconoce como “una gran familia”.
La obra cuenta con un excelente manejo de las luces y del sonido, sumado a músicos en vivo que acompañan la historia contada a través de canciones de la época como la “Marcha de la bronca” o “Yo vengo a Ofrecer mi Corazón”.
“Por alguna razón fuimos todos a parar a esta hermosa obra, que también se puede hacer gracias a la gente que apoya el arte y valora con su aplauso y abrazos este pedacito de historia que interpretamos para entregar este mensaje de lucha y amor”
* La obra, que empezó como un proyecto estudiantil, continúa con presentaciones hasta fin de agosto los sábados a las 23:00hs en El Galpón de Guevara (Guevara 326)