- Por Vivian Palmbaum / @vivi_pal
Hacia finales de enero se conoció la noticia: la justicia en Brasil declaró nula la patente de la soja Intacta Monsanto. Una sentencia sobre una controversia por el pago de derechos por la propiedad intelectual de la semilla, una medida que puede resultar ejemplificadora a nivel regional para frenar a la mega corporación y sus políticas extorsivas. Una guerra en el Agronegocio, responsable del cambio climático, la desertificación y el envenenamiento de los suelos, tal como expresan desde el Movimiento de Trabajadores Sin Tierra. Una guerra por los negocios que se libra en el campo para ver quién se queda con más ganancias.
Una noticia que pasó casi desapercibida, con escasísima repercusión en medios gráficos y escritos locales. El resultado de una disputa de intereses ligado al Agronegocio: las commodities de soja contra la corporación Monsanto por el pago de regalías por el derecho de propiedad intelectual sobre la semilla.
Tal como indican desde la Asociación de Productores de Soja y Maiz de Mato Grosso (Aprosoja), que promovió la acción judicial: El Instituto Nacional de Propiedad Industrial de Brasil (INPI) emitió un informe en el cual reconoció la nulidad de la patente de la soja Intacta de Monsanto.
En noviembre del año pasado, la asociación Aprosoja presentó ante la Justicia Federal brasileña una solicitud de nulidad de la patente de soja Intacta de Monsanto, al considerar que el registro de la misma no cumple con los requisitos previstos en la Ley de Propiedad Industrial. A partir de un estudio sobre la semilla con patente PI 0016460-7 de Monsanto , que impulsó la asociación que nuclea a los productores dueños de las grandes extensiones de tierras cuyo fundamento expresa que: “No informa o demuestra técnicamente cuáles son las construcciones genéticas que fueron originalmente desarrolladas y evaluadas, de manera tal que no es posible inferir hasta qué punto existe un efecto técnico innovador necesario para la concesión de una patente”.
El documento también señala que se “Observó que la patente no revela íntegramente la invención, de modo que, al final del período de exclusividad (veinte años), pueda ser empleada libremente por cualquier persona (como producto genérico), evitando así que una empresa se apropie indebidamente de la tecnología por un plazo indeterminado”. Agrega que “Ahora la Justicia Federal aguarda los fundamentos de la empresa Monsanto. Luego de esa presentación, la Justicia Federal deberá manifestarse con respecto al pedido realizado por Aprosoja de suspender los efectos de la patente por medio del cese de cobro de regalías”, indicó el comunicado de Aprosoja.
Quien se queda con la torta
No es la primera vez que Aprosoja enfrenta a Monsanto en el ámbito judicial. En 2012 esa entidad detectó que la filial brasileña de Monsanto estaba cobrando regalías por la patente RR (tolerancia a glifosato) vencida en 2010, lo que derivó que la Federação da Agricultura e Pecuária do Estado de Mato Grosso (Famato) presentara una demanda contra la compañía que terminó obligando a Monsanto a suspender esa práctica.
Una contienda que favorece mayores tomas de ganancia para los productores agrarios a escala industrial, para escapar a las políticas extorsivas de la corporación Monsanto, que se queda con una parte del negocio. Una controversia alejada de los intereses humanos, donde no se contemplan a las personas sometidas y esclavizadas por estas políticas envenenadoras a granel. Si bien parece auspicioso que uno de los mayores emblemas del capitalismo globalizado, Monsanto, se vea obligado a ganar un poco menos, seguramente volverá recargado. Mientras tanto el presidente Temer, con mandato inconstitucional, ha impulsado medidas para ocultar el record histórico de registro de agrotóxicos: se registraron 277 nuevos agroquímicos, impidiendo que la Agencia Nacional de Vigilancia Sanitaria (Anvisa), subordinada al Ministerio de Salud, divulgue esta información que queda en manos de la asesoría de prensa de la agencia.
No son productores, son industriales
La Asociación de Productores de Soja y maíz de Mato Grosso (Aprosoja), es una entidad que representa a los productores rurales a escala industrial, vinculados a los cultivos de soja y maíz de Mato Grosso. Su objetivo central es unir la clase, valorándola, tal como ellos mismos afirman. Cuenta con una cantidad superior a los 5 mil asociados y asociadas, que defienden sus ganancias en una zona de gran producción agrícola con tierras altamente productivas, dedicadas a la explotación industrial del cultivo de soja y de maíz.
Desde el Movimiento Sin Tierra (MST) se expresan calificando a los conflictos que se producen en el campo brasileño como una guerra. “La guerra agraria siempre ha estado latente y su base está calcada en la formación socioeconómica dependiente brasileña y en la expropiación de tierras de campesinos, pueblos indígenas y pueblos y comunidades tradicionales para dar espacio al latifundio exportador de commodities, además de facilitar la acumulación primitiva del capitalismo para los países centrales”.
Desde el MST han estudiado el belicismo en el campo, que no solamente se expresa en los embates y conflictos sino en la propia lógica de la configuración de la producción agraria. La Revolución Verde, como es conocido el proceso de “modernización” agrícola experimentada en las décadas de 1940 y 1950 en Estados Unidos -y exportada a los países latinoamericanos en las décadas siguientes- tiene relación embrionaria con la tecnología militarista. Después de las grandes guerras mundiales era preciso enfocar la tecnología belicista desarrollada para nuevas formas de acumulación y gestión de tierras y territorios, en especial sobre los Estados-naciones dependientes del imperialismo político-económico de los países de capitalismo central.
Una problemática a gran escala que los movimientos populares en defensa de la tierra y contra el latifundio vienen enfrentando desde hace varias décadas. Una guerra por los negocios en la que los habitantes quedan de espectadores, afectados y afectadas por estas políticas extractivas de los recursos naturales, donde tal como vienen mostrando las organizaciones populares, no queda otra salida más que la organización que permita enfrentar las políticas depredadoras de la vida humana.