Por Florencia Maffeo desde São Paulo
El feminismo y el movimiento de mujeres junto a Dilma Rousseff, la presidenta electa de Brasil. Las movilizaciones populares y las resistencias ante las violencias materiales y simbólicas de la destitución de una política que rompió con el estereotipo de quienes ejercen el poder.
En estos días, se ha visto que la alegría no es brasilera, al menos no por ahora, no del pueblo brasilero, y mucho menos de las mujeres brasileras. Tras la “suspensión” de Dilma Rousseff en el cargo de Presidenta de la República Federativa del Brasil, lo que se observa es un golpe de Estado institucional y el avance de la derecha a través de mecanismos parlamentarios, que poco tienen de democráticos, como quieren hacer creer.
Desde que inició la campaña de desprestigio a Dilma Rousseff, quien no tiene acusaciones penales de corrupción pese a los intentos de la derecha de hacerlo, el pueblo brasilero se ha movilizado demostrando su apoyo, considerando que esto es una afrenta de las corporaciones económicas contra las decisiones populares, pero también un ataque de la derecha machista contra las mujeres.
“Ni recatadas ni del hogar, las mujeres en la calle están en lucha”
Con este canto, la Paulista – la avenida más importante de San Pablo que los domingos se convierte en una peatonal poblada de artistas, vendedores ambulantes, familias y grupos de amigos que salen a disfrutar de la tarde- se convirtió en el punto de encuentro de una cantidad muy numerosa de personas autoconvocadas por las redes sociales, con eventos creados por grupos de mujeres, para apoyar a la primera mandataria.
La frase, cantada al son de los aplausos, que se escuchaba en la boca de mujeres y varones de distintas edades, hace referencia a las expresiones sexistas de la conocida revista “Veja”, que en una nota sobre Marcela Temer (ex modelo y licenciada en derecho), la esposa del (vice) presidente Temer, se la destaca como una mujer “bella, recatada y de su hogar”, sin ninguna otra descripción a sus habilidades o capacidades para desempeñarse en puestos públicos. Esto ha enfurecido a las brasileñas, que se expresaron contra la descalificación de las mujeres en el ámbito público y de toma de decisiones, y repudiaron este estereotipo, de la mujer-objeto decorativo (como sucede también en Argentina con muchas revistas al hablar de Juliana Awada, esposa de Mauricio Macri), e imagen que además se aleja bastante de la realidad cotidiana de miles de mujeres.
El carácter patriarcal y conservador de este golpe de derecha y empresarial es cada vez más evidente. Desde el principio, Dilma Rousseff se ha mostrado con la frente en alto, algo que ha enfurecido a los sectores conservadores que esperaban verla débil y llorando públicamente por el boitcot mediático. Sin embargo, Dilma ha sido la única mandataria del Brasil que ante un impeachment ha soportado el proceso hasta el final, y ha salido por la puerta grande de la casa de gobierno, donde era esperada por una gran movilización, principalmente de mujeres.
¿Qué es lo que no le perdona el patriarcado a Dilma, además de ser una mujer en el poder? Es todo lo que rompe con los estereotipos femeninos. Por un lado, su entereza, de la que hemos hablado antes, que quiebra la idea de la debilidad femenina. Por otro lado, ser una mujer “sola”, sin un varón a su lado, es algo que tampoco pasa desapercibido, como tampoco ha sucedido con Michelle Bachelet, divorciada, y Cristina Kirchner, de quien se dijo que, una vez que quedó viuda, no podría hacer frente a la gestión gubernamental.
Tampoco le perdonan a Dilma no cumplir con el mandato de ser la mujer sumisa, cualidad resaltada por la revista “Veja”. Rousseff ha sido parte de los movimientos guerrilleros contra la dictadura militar, y fue presa política y torturada. Los honores que el senador Cunha (declarado antiderechos y enemigo público del feminismo brasilero) ha realizado al torturador de Dilma Rousseff es la máxima expresión de este odio a quienes se opusieron al anterior golpe de Estado. Este acto de Cunha tampoco puede aislarse de su declarada oposición a que las mujeres decidan sobre continuar o no sus embarazos, y las presiones ejercidas para que Rousseff no impulsara la legalización del aborto, que llegaron a ser una condición para que la candidata del PT pudiese llegar a la presidencia, otra señal de que el patriarcado se empeña en no desaparecer de la agenda política.
El feminismo y el movimiento de mujeres junto a Dilma
La participación de las feministas y el movimiento de mujeres en general en las convocatorias para apoyar a Dilma ha sido muy potente, desde ser parte de las manifestaciones hasta la organización de éstas, en diferentes ciudades del país vecino, como San Pablo, Curitiba y Porto Alegre. Para algunos sectores, esto parece una mera “solidaridad de género”, en la que las feministas empatizarían con Rousseff porque es una mujer la que es atacada. Pero debemos poder ser capaces de mirar más allá, para observar que este apoyo no se limita a ponerse en los zapatos de otra que está en un espacio de poder, porque ya sabemos que no es lo mismo una mujer que otra en los puestos gobierno, y los cuerpos femeninos no reemplazan la ideología política que portan.
El respaldo de los movimientos feministas populares la presidencia de Dilma tiene que ver también con el apoyo a los aciertos (sin dejar de criticar los errores) del PT en el gobierno, las políticas públicas a favor de los sectores populares, así como las acciones de gobierno contra el racismo y el sexismo. En este sentido, imposible pensar que fuese una casualidad que se haya aprobado el impeachment, unos días después de haber sido aprobada la ley para trabajadoras del hogar, que garantiza derechos laborales para el sector de empleadas domésticas, que trabajan en las casas de sectores de clase media y alta, y que en su mayoría son mujeres negras, como la última gota que rebalsó el vaso, el vaso del odio al apoderamiento de los sectores populares.
Cómo no mencionar entonces que entre las primeras medidas que tomó Temer, a 6 horas de su asunción, fue cerrar 4 ministerios, entre ellos el Ministerio de la Mujer, Igualdad Racial y Derechos Humanos, y dejar el gabinete ministerial compuesto con todos varones. Cuando a las feministas se les pregunta su opinión sobre esto, responden: “mejor que las mujeres no estén en el gobierno de derecha, así no aprenden a hacer política de derecha”. ¡Que así sea!
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