Por Javier Pineda Olcay – @javierpineda
Con 367 votos a favor y 137 en contra, la Cámara de Diputados brasileña aprobó que se realice el proceso de impeachment contra Dilma Roussef. Con legisladores apelando a la familia, a Dios e incluso a los golpistas del ´64, la líder del PT queda a un paso de ser destituida pese a no existir evidencias de cometer delito alguno.
Una vez más América Latina fue testigo de un episodio propio del realismo mágico. Una Cámara de Diputados que parecía barra brava aprobó el impeachment contra la Presidenta Dilma Roussef, quien fue electa con más de 54 millones de votos en las últimas elecciones presidenciales. Grandilocuentes discursos contra la corrupción, agradeciendo a Dios y a sus familias, fueron vertidos por los Diputados de oposición, quienes consiguieron más de los 342 votos que necesitaban para aprobar la acusación.
Parecía ser justo querer poner fin a la corrupción, pero lo que no decían estos diputados es que más del 50% de los 503 están siendo investigados por el Supremo Tribunal Federal o por la Procuradoría (Fiscalía) por casos de corrupción, lavado de dinero o delitos electorales. Los corruptos se indignan por la corrupción. Uno siempre piensa que sólo en sus países la derecha puede no tener ética y ser tan sinvergüenzas: pero no, la codicia y la sinvergüenzura no tienen fronteras.
La acusación en la Cámara de Diputados fue liderada por Eduardo Cunha, presidente de dicha instancia, quien es investigado por corrupción en el caso Lava Jato y que se le vinculó a sociedades offshore en Panamá y a cuentas millonarias en Suiza. Este personaje denuncia la corrupción del Gobierno. Pero, por si fuera poco, quien asumirá las funciones de la Presidenta cuando la suspendan será Michel Temer, Vicepresidente actual del Brasil, el cuál está siendo investigado por corrupción también y ya se baraja la posibilidad de un impeachment en su contra (que por supuesto no tendrá frutos, pues sus aliados controlan el Congreso). Como decía una diputada del Partido Comunista, nunca se había visto tanta hipocresía junta en un metro cuadrado.
Dentro de tanta hipocresía, el Diputado Bolsonaro mencionaba las verdaderas intenciones de la derecha brasileña: su voto a favor del impeachment lo hacía en honor a los militares golpistas del 64, quienes ejecutaron y desaparecieron a miles y miles de brasileñas y brasileños. Y ese es el verdadero espíritu del impeachment. Realizar un golpe blando, destituir a un Gobierno elegido democráticamente y ponerse a la cabeza del Gobierno sin elecciones. La derecha latinoamericana no cambia. Quieren hacer lo mismo que hicieron con Fernando Lugo, a quien lo destituyeron injustamente en un juicio político en el Congreso, para reemplazarlo por un Presidente corrupto y vinculado al narco. A Michel Temer sólo le faltaría los vínculos con el narco (si es que ya no los tiene).
Los que llevaron a cabo el impeachment decían que lo hacían en el nombre del pueblo, pero parece que sólo se acuerdan de él para estas votaciones. Pues los partidos que votaron sí, son los mismos que impusieron las medidas neoliberales en Brasil (PSDB), son los mismos racistas que discriminan y se han opuesto a los cupos a afrodescendientes en las Universidades, son los mismos que se han opuesto al matrimonio homosexual o a los derechos de las personas LGTBTTI (toda la oposición incluyendo a los evangélicos). Son los mismos que hablan de más empleo cuando quieren trabajadores precarizados y ganancias para las empresas, que luego les pagan coimas y les financian las campañas.
El Partido de los Trabajadores (PT) no está exento de culpa. A pesar de cuantiosos avances en materia de reducción de pobreza y de acceso a la educación, cayeron en la comodidad de gobernar y no pretendieron avanzar más allá de la redistribución de ingresos. Comenzaron a pactar con las grandes industrias de Brasil – las cuales les dieron la espalda ahora – y se dejaron llevar algunos de sus militantes por la corrupción. Sin embargo, como sostuvo la oposición de izquierda al Gobierno de Dilma, no se justifica el impeachment, pues es un atentado directo contra la democracia ya que no existe fundamento para la acusación.
¿Y ahora qué viene? El congreso durante los próximos días deberá ratificar por mayoría simple (que la oposición ya tiene) la acusación contra Dilma. Si eso sucede, Dilma quedará suspendida de sus funciones como Presidenta mientras dure el juicio. El Senado tendrá un máximo de 180 días para deliberar, si la encuentran culpable de las acusaciones con una mayoría de 2/3, Michel Temer seguirá como Presidente de Brasil hasta las próximas elecciones en 2018.
Esperemos que el pueblo sepa responder, organizarse y reivindicar sus derechos para frenar a la derecha golpista. Estar en contra del impeachment no es estar a favor del PT y sus políticas, es estar en contra de los golpes blandos que se van legitimando y haciendo costumbre impunemente en Nuestra América. Cuando se vuelve a las mismas prácticas fascistas de los 70 y 80 encubiertas de otras formas, se hace más vigente que nunca la máxima “Socialismo o Barbarie”. No hay revolución a medias tintas, solo caricaturas de ellas que pueden devenir en tragedias.