Hoy, 7 de septiembre, “día de la independencia” en Brasil, los pueblos tomaron las calles contra la política genocida de Jair Bolsonaro. Hablamos con Sarah de Roure, integrante de la Marcha Mundial de las Mujeres de Brasil.
Por Camila Parodi y Maru Waldhüter
Más de 200 ciudades se sumaron a la manifestación tradicional de Brasil conocida como el “Grito de Excluidos y Excluidas” que denuncia, hace 26 años, los conflictos sociales que atraviesa el pueblo brasileño. El Grito conjuga una serie de actividades que denuncian, desde 1995, al modelo neoliberal y del sistema financiero internacional que únicamente maximizan las ganancias en detrimento de los pueblos y sus territorios. En esta nueva edición y, bajo el lema “La vida en primer lugar”, pueblos indígenas y organizaciones sociales, feministas, campesinas y sindicales salieron a las calles contra el gobierno de muerte de Jair Bolsonaro. Masivas marchas y diversos reclamos se conjugaron bajo el “Fuera Bolsonaro”. Para profundizar y acercarnos al calor de la jornada, Marcha dialogó con Sarah de Roure, integrante de la Marcha Mundial de las Mujeres de Brasil.
¿Qué lectura haces de los acontecimientos políticos y sociales sucedidos en los últimos días en Brasil?
Sobre mi lectura de los últimos días en Brasil, desde los feminismos estamos denunciando el hecho de que hay un clamor popular por el impeachment a Bolsonaro, por la baja aprobación de su gobierno. Incluso los números de los que prefieren a Bolsonaro en la próxima elección también son muy bajos. Nos brinda una sensación de que para la población, en especial en la población más pobre, este gobierno ya no tiene legitimidad o está perdiendo la legitimidad que le han brindado las urnas del 2018.
Las permanentes amenazas del gobierno al sistema electoral están generando un ambiente de mucha tensión. El hecho de que desde la presidencia del Congreso no tenga una respuesta que lleve en serio la propia democracia. Hay una profunda complicidad de liderazgos políticos en la política tradicional de Brasil, de los partidos que se dicen de centro, que intentan diferenciarse del gobierno, pero en realidad son, fundamentales para la manutención de este gobierno por el hecho de que no abren un proceso de investigación, o por lo menos en un proceso que ponga en cuestión el mandato de Bolsonaro.
¿Con esta demostración popular se profundiza la crisis institucional?
El contexto en que se va profundizando una crisis institucional en Brasil es un contexto que se pone muy feo, pero también sabemos que viene desde el 2016 con el golpe en contra la presidenta Dilma. Creo que aquí una cosa importante para pensar los últimos días es que los mismos sectores involucrados en el golpe contra Dilma convocaron a las manifestaciones antidemocráticas para hoy. Por ejemplo, cuando vemos sectores que dirigen la producción de soja en Brasil, los grandes propietarios, los que producen caña e incluso producciones que no afectan solamente a las comunidades y los territorios en Brasil, sino también, por ejemplo, cuando miramos la frontera con Paraguay. La expansión de estos planteos de soja, tiene afectado profundamente las comunidades de las mujeres que están allá también, O sea en las últimas semanas me parece que lo que se va armando y mostrando también son los sectores que están dispuestos a financiar en la economía y los que en la política están dispuestos a sostener su complicidad a este gobierno.
Se trata de un gobierno que hace broma con la condición del pueblo, la desesperación de la pandemia y los números de muertos en Brasil que aún siguen muy altos, digo aunque hay una tendencia de disminución, se trata de un gobierno que menosprecia estas vidas y que menosprecia el hecho de que el pueblo no tiene empleo, no tiene que comer, que la canasta básica sube de precio, un gobierno que sugiere que la gente no puede comprar frijoles y que lo importante se que tenga para comprar un arma. Están tomando el pelo del pueblo, de las mujeres, de la gente trabajadora, de las comunidades de afro en Brasil, de los pueblos indígenas, de la gente que trabaja todos los días para poner comida en la mesa.
¿Cuál es el clima en las calles de San Pablo?
El 7 de septiembre es el Día de la Independencia en Brasil, con lo cual es un día diferenciado como los feriados en general, no es un día festivo. Desde ayer en Brasilia ya habían movimientos de las protestas de apoyo al gobierno, pero también es verdad que no han sido tan grandes como se esperaban. Aquí en San Pablo aún están pasando, o sea, es difícil tener una evaluación de cómo están siendo las manifestaciones en defensa del gobierno. Pero lo que sí sabemos son de las manifestaciones en contra el gobierno, que están en favor del pueblo, en favor del acceso universal a la vacuna, de la renta básica, de que la gente tenga comida. Bueno, esas protestas sí que está pasando, en 200 ciudades y en siete países, eso nos brinda una visión, no solo de lo continental que es Brasil, sino también del hecho de que lo que pasa en acá también tiene efectos fuera de nuestras fronteras.
Cabe aclarar que en los sitios donde había manifestaciones coordinadas por el gobierno se han movilizado muchísimos recursos financieros, se nota en el tipo de transportes, en la presencia de la gente, en quiénes llegaban y en cómo llegan a la calle. O sea, las calles enseñan el volumen de dinero que se han puesto desde grupos privados para hacer viables las protestas en favor del gobierno y de nuestra parte lo que vemos, es gente: Gente indignada, gente trabajadora que quiere tener de vuelta empleo, gente trabajadora que quiere garantizar el acceso a la educación. Son mujeres y hombres, son resistencias desde los pueblos indígenas que están en las calles hoy en todo el Brasil diciendo “fuera Bolsonaro”.
Y en ese tema del ambiente en las calles, creo que merece la pena decir que las protestas del gobierno han hecho eco y tienen un rol protagónico, también es verdad que la protesta en respuesta y resistencias son claves para enmarcar físicamente el espacio para decir no al avance. No es posible que, frente a la avanzada del fascismo, nos callemos. No es posible que no respondamos al mismo momento. No es posible que no nos planteemos de un a otro día, o sea, me parece muy importante destacar que el clima en las calles también tiene que ver con el hecho de que hay resistencias activas en todo el país.
Vimos las cales tomadas por las mujeres y disidencias sexuales, ¿Cuál es la respuesta de este sujeto político frente a las políticas de Bolsonaro?
Me parece importante decir que hemos sido las mujeres quienes desde el 2016 hemos estado al frente, que hemos sido punteras en la resistencia al golpe contra la presidenta Dilma, en la resistencia a los avances de que se saquen derechos de las y los trabajadores del pueblo brasileño. Hemos sido, y seguimos siendo, porque sabemos y sentimos en el cuerpo, en el tiempo, en el incremento de la carga de trabajo doméstico, cómo va avanzando el conservadurismo sobre nuestras vidas y nuestros cuerpos. Las resistencias de las mujeres son desde la autonomía, desde la posibilidad de manejar nuestras respuestas y a eso me refiero, específicamente a experiencias de organización comunitaria, a nuestra experiencia de solidaridad política, a nuestra experiencia de solidaridad práctica que, en el contexto de la pandemia también son muy importantes para el enraizamiento de las luchas. Hemos sido las mujeres las que hemos gestionado las necesidades en esa crisis.
¿Cuáles son las respuestas de las mujeres y disidencias frente a la crisis y el avance del conservadurismo en Brasil?
Frente a las políticas de Bolsonaro, también vemos una respuesta muy importante desde la organización de las mujeres trabajadoras en sus huelgas y desde la organización de las trabajadoras de hogar en sus sindicatos han sido muy activas. Hemos visto también una resistencia fundamental de las mujeres indígenas y la denuncia del agronegocio, el avance de los modelos extractivos en el periodo de la pandemia. De hecho, esta semana está la marcha de las mujeres indígenas en Brasilia, como una expresión absolutamente fundamental de las luchas de la resistencia frente al avance de este modelo, que es un modelo fascista, de control de la vida, del trabajo y de nuestros cuerpos que avanza frente a los territorios. Todo este modelo tiene un impacto muy concreto y directo en la vida de las mujeres.
En ese sentido, las mujeres indígenas lo materializan muy bien. Ellas están en en los territorios en conflicto y están ahí poniendo su vida y sus cuerpos. Resistiendo con todo lo que tienen, su experiencias de posibilidades, de organización colectiva. Este gobierno ha elegido algunos enemigos fundamentales y, por supuesto, eligió a las mujeres y sus derechos como su adversario y lo hace, no solo al retirar derechos, al reducir presupuesto público para las políticas de las mujeres, sino que lo hace también al incrementar la violencia en las comunidades, lo hace también al no referirse a las mujeres cuando habla, sino de forma despectiva. Un gobierno que elige a las mujeres como sus adversario y que apuesta por modelos de femenino que si tiene visibilidad en su gobierno, o sea, la mujer madre de familia, la que defiende la familia, la que está siempre dentro de los patrones de belleza, como la primera dama. O sea, hay una apuesta también del refuerzo de un modelo de feminidad que sea funcional a este modelo de desarrollo y de avance del conservadurismo. Un modelo profundamente misógino y que claro, deja claro el odio que este gobierno tiene a las mujeres y a las disidencias sexuales.
La posibilidad de alternativas tienen que ver con nuestra capacidad de organización colectiva, de respuestas de las necesidades, de sacar de lo privado el manejo del hambre y la ausencia de recursos en los hogares, compartir las experiencias de organización colectiva. Proponemos profundizar la lucha por el impeachment del presidente Bolsonaro, profundizar las resistencias en los territorios, la denuncia y la construcción de alianzas con otro movimientos sociales, con quienes estamos lado a lado en la lucha de la defensa de la democracia, en contra del avance del fascismo, en defensa de la libertad y de la vida de las mujeres.