Por Francisco Farina. La Escuela Nacional Florestan Fernandes cumple 10 años. Un recorrido por la historia y proyección de esta conquista de los trabajadores sin tierra, en constante construcción.
La necesidad de la formación política es uno de los pilares que sostiene al Movimiento de Trabajadores Rurales Sin Tierra de Brasil (MST) desde hace más de 30 años. Esta formación, en todos sus niveles, debe ser de calidad, constante, pero sobre todo producto de la praxis de la misma clase trabajadora como única certeza para no perder el horizonte estratégico en la lucha de clases.
En la profundización de esta convicción, en 1996 el MST decidió fortalecer y crear un espacio propio para la formación de su base, sus militantes y cuadros políticos. Un año más tarde comenzó la campaña de financiación. A partir de la donación de los derechos de las fotografías de Sebastián Salgado, los escritos de José Saramago y la música de Chico Buarque, se editó el libro Terra, cuya venta fue esencial en la tarea de recolectar recursos para financiar la construcción. A ella se destinaron cientos de militantes que contaron con el aporte y la contribución de distintas organizaciones y entidades de Brasil y otros países. La Escuela Nacional Florestan Fernandes (ENFF) surge como “el resultado de una acumulación de experiencia que propone el reto de profundizar las prácticas políticas, económicas y sociales relacionadas con las organizaciones de trabajadores rurales y de la ciudad comprometida con la superación de la injusticia social y la solidaridad entre los pueblos”, explican desde el MST.
Entre los años 2000 y 2005 más de mil militantes del MST y voluntarios de todo el mundo participaron en el desarrollo de la ENFF. Durante la construcción de este espacio, los trabajadores se alfabetizaron y se organizaron en 25 brigadas conformadas por participantes de 112 asentamientos y 230 campamentos del movimiento. Cada ladrillo de los edificios que se ordenan en los 120.000 metros cuadrados de la escuela, fue elaborado por estos trabajadores.
La ENFF está ubicada en la localidad de Guararema (a 70 kilómetros de San Pablo) y fue inaugurada el 23 de enero de 2005. A lo largo de estos diez años, pasaron más de 25.000 personas por los distintos cursos, seminarios y conferencias que se realizan.
Para llevar adelante todas las tareas que sostiene la escuela existe una brigada permanente y rotativa que se bautizó “Apolônio de Carvalho”, en homenaje al militante internacionalista brasileño. La brigada, que vive en la ENFF, se ocupa de las cuestiones pedagógicas, de infraestructura, de higiene y de la administración. La escuela cuenta con una capacidad para 200 personas, con tres aulas, un auditorio, anfiteatros y una biblioteca que cuenta con más de 40.000 libros donados.
La EENFF, como el MST, sostiene una propuesta pedagógica que involucra integralmente diversas áreas: el estudio, el trabajo, las relaciones humanas, la organización, la cultura y el arte. A su metodología la explican “combinando actividad teórica con la aplicación práctica” y tiene como objetivo “la formación a través de alianzas con las universidades públicas, los sindicatos y los movimientos sociales en las distintas áreas de conocimiento”. Según una de las profesoras de la escuela, “lo que forma es la lucha, es lo que te permite ‘salir del lugar’, ampliar la perspectiva, ver posibilidades. La escuela ayuda a sistematizar las reflexiones sobre la propia lucha, poniéndola dentro de una historia mayor, más colectiva, es decir, politizando la lucha, la experiencia del militante”. De allí su importancia: “La Escuela Nacional Florestan Fernandes es una contribución del MST para la clase trabajadora de Brasil y del mundo para su formación política. Para su formación como protagonista histórico”, resume.
Por sus aulas pasaron los más importantes referentes sociales y políticos de la izquierda mundial y de los movimientos sociales. Intelectuales como Itsvan Meszaros, Ana Esther Ceceña y Aleida Guevara, entre otros. Y los temas que se trabajan en los cursos y seminarios son de los más diversos, pero siempre desde una perspectiva emancipadora. Algunos de ellos pueden ser la agroecología y la cuestión agraria; la educación y los Derechos Humanos; los Movimientos Sociales y América Latina.
EL MST siempre consideró que la ENFF es un espacio que no se agota en el territorio brasileño, sino que es “una escuela que son muchas escuelas, cuyos espacios físicos van más allá de sus límites geográficos, incluyendo las acciones educativas ejecutadas en todo el territorio nacional”.
Aquel “sueño en construcción” que es la escuela, hoy “sigue en construcción, ahora fortalecida por manos, pies y conciencias que entienden que la lucha del campo y de la ciudad es una sola”, dicen desde la ENFF en alusión a las propuestas de Reforma Agraria Popular como proyección luego de su Sexto Congreso realizado en febrero del año pasado.
Hoy la Escuela Nacional Florestan Fernandes es una referencia política y pedagógica en Nuestra América. Es, a su vez, un patrimonio de la clase trabajadora y de los oprimidos de la tierra que, a través de la lucha y su necesaria e inherente formación política, buscan una sociedad sin explotación, guiadas por la solidaridad y el internacionalismo.