En menos de 30 días el actual presidente de Bolivia, Juan Evo Morales Ayma, deberá enfrentar las elecciones más importantes desde que llegó al Palacio del Quemado en el año 2006. El próximo 20 de octubre más de siete millones de bolivianos y bolivianas elegirán al binomio del Poder Ejecutivo, 130 diputados nacionales y 36 senadores para el período 2020-2025.
Por Lucio Garriga Olmo para Dossier Especial Contrahegemonía Web / Marcha Noticias
El oficialista Movimiento Al Socialismo-Instrumento Político por la Soberanía de los Pueblos (MAS-IPSP) deberá revalidar su mandato en un contexto nacional e internacional distinto al momento en el que llegó al poder, con una deslegitimación importante luego de una polémica habilitación para presentarse a un quinto mandato pero con la intención de seguir siendo el centro progresista en un contexto regional adverso.
El MAS volverá a presentar la misma fórmula con la que llegó al gobierno y con la que ya obtuvo dos reelecciones (2009 y 2014): Evo Morales para la presidencia y Álvaro García Linera como vice. El principal candidato opositor será el periodista, académico y ex Vicepresidente y ex presidente Carlos Mesa, quien asumió en el año 2003 en reemplazo del presidente electo en ese momento, Gonzalo Sánchez de Lozada, quien renunció luego de la Guerra del Gas.
Hasta el momento todas las encuestas dan como ganador a Evo Morales la diferencia, entre unas y otras, radica en el porcentaje que obtendría pero la incógnita más importante, que ninguna encuesta puede responder de forma segura, es si habrá o no ballotage el 15 de diciembre. Para obtener la victoria en octubre el candidato ganador deberá obtener más del 50% de los votos o un mínimo de 40% con una diferencia superior al 10% con la segunda candidatura. Estas encuestas hoy en día le dan alrededor de un 40% a Evo Morales y un 20% a Carlos Mesa. El tercer candidato que aparece en estos estudios es Oscar Ortiz, de la alianza Bolivia Dice No, que conseguiría un 11%. El resto de los candidatos, seis en total, no supera el 2% de intención de votos.
El cambio de época en la campaña
El oficialismo aspira a una victoria en primera vuelta para poder evitar una posible gran alianza opositora en diciembre que le podría arrebatar el poder. A Evo Morales le favorece la dispersión opositora, principalmente las diferencias que existen entre Mesa y Ortiz, dos candidatos con lo que se especuló que podría llegar a haber una gran alianza pero que desde que comenzó la carrera presidencial no dan ningún mensaje de posible unidad de cara a un ballotage.
El 20 de septiembre comenzó la campaña en las redes sociales y los medios de comunicación de todo el país y los mensajes y las estrategias discursivas que se utilizarán hasta octubre quedaron claras. Evo Morales apela a la continuidad del modelo económico y político que tantos réditos le dio a Bolivia en sus 13 años de gobierno. En un video que publicó en su Twitter habla a la cámara y dice: “El país va bien pero necesitamos cinco años más”. En el mismo sentido habló en el mes de mayo cuando lanzó su candidatura ante miles de personas en Cochabamba: “¿Por qué cinco años más? Para terminar las grandes obras. Para garantizar la liberación para toda la vida. Para tener una nueva Bolivia”.
Evo Morales tiene logros y objetivos cumplidos como para hacer campaña hablando de ellos. Antes de su llegada al poder Bolivia vivió épocas de inestabilidad política y económica con una crisis social muy grave. Durante años fueron repetitivos los intentos y los golpes de Estado, la llegada al Poder Ejecutivo de presidentes con muy poca o casi nula legitimidad y los mandatos ejecutivos que no escuchaban las demandas de la sociedad. Evo Morales logró una estabilidad política que nunca existió en el país y un crecimiento económico inigualable a ningún momento de la historia boliviana. El promedio del aumento del Producto Bruto Interno (PBI) entre los años 1985 y 2005, el período neoliberal, fue del 3%. El mejor año ocurrió en el 1991 cuando se llegó al 5,3% y el peor fue 1986: -2,6%. El promedio del PBI entre el 2006 y el 2014, bajo los gobiernos del MAS, el promedio fue del 5,1%. El mejor resultado fue el 6,8% del 2013 y el peor fue en el 2009, en plena crisis económica internacional, con el 3,4%. Estos números macroeconómicos, además, fueron acompañados con resultados sociales muy importantes como la salida de dos millones de personas de la pobreza extrema, que pasó del 38,2% en el 2005 al 21,6% en el 2012. En estos días Evo apelará a lo mejor que tiene para convencer al electorado: sus resultados económicos y la estabilidad política alcanzada.
Por su parte la oposición se reúne alrededor del referéndum del 21 de febrero del 2016 donde la población rechazó, con el 51,3% frente al 48,7%, permitir una nueva postulación de Evo Morales ya que sus dos reelecciones permitidas por la Constitución (2009 y 2014) ya habían ocurrido. Finalmente fue la justicia quien habilitó al binomio Morales-García Linera a presentarse a una nueva elección. Desde aquella votación la oposición encontró una veta para penetrar en la discusión política y hacer sufrir más de un dolor de cabeza a un gobierno que en las elecciones
del 2014 había arrasado con un 63% de los votos. Ante un Evo Morales que parecía imbatible la oposición, que no tenía un líder claro, competitivo ni representativo, encontró en ese referéndum un discurso válido para discutir el poder y las denuncias contra el autoritarismo del oficialismo no tardaron en llegar.
La oposición es consciente de los logros alcanzados por el oficialismo en materia económica y social por lo tanto el discurso de denuncia por la pobreza o por los problemas económicos no logra tener mucha resonancia porque, a pesar de los problemas que todavía existen, ningún mandatario obtuvo tan buenos resultados económicos como Evo Morales. En el mes de marzo pasado Carlos Mesa visitó al Argentina –donde se encuentra el electorado extranjero boliviano más importante de mundo- y en una exposición que brindó reconoció que Morales tuvo “un manejo de la economía sensato” y “un manejo de la macroeconomía correcto” y que, a raíz de estos logros, “sería una tontería para cualquier candidato el pretender un retorno a un pasado previo al 22 de enero del 2006”.
El gobierno tiene muchos logros en la economía para mostrar. Desde las felicitaciones de la ortodoxia económica del Banco Mundial hasta el apoyo de la izquierda latinoamericana. En estos 13 años de gobierno la Organización Mundial de la Salud (OMS) calificó la política sanitaria boliviana como “un ejemplo” y la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) declaró a Bolivia libre de analfabetismo. Ante este panorama la oposición recurre a un discurso válido y que encontró mucha repercusión en la sociedad: las
denuncias contra el autoritarismo. En el discurso que Mesa brindó en Buenos Aires aseguró que “el tema de fondo es la democracia” porque el país “sufre un profundo autoritarismo”.
La campaña presidencial que acaba de comenzar es el reflejo del cambio de época que vive Bolivia desde el año 2006. Luego de 13 años de gobierno la principal discusión de la escena política no pasa por las cuestiones económicas y sociales, sino que, lejos de lo que se podía llegar a imaginar antes de la jura de Evo Morales, la disputa es entre un polo que se presenta como defensor de la democracia frente a otro autoritario. Un cambio de un país que logró revertir los graves problemas económicas que tenía al ingresar al siglo XXI y que tiene, dentro de un clima de época porque es una discusión que se ha presentado en diversos países del continente, nuevas discusiones en una nueva época.
Los desafíos del cambio
Los cambios de gobierno y, en el caso boliviano, también de modelo, de un neoliberalismo salvaje a un capitalismo en parte controlado por el Estado, traen nuevos desafíos y nuevas demandas que deben ser resueltas. Los logros económicos y sociales alcanzados durante estos 13 años de gobierno masistas han provocado resultados muy buenos, pero, a la vez, nuevas exigencias por parte de la sociedad. El ejemplo más claro de este nuevo panorama es el surgimiento o crecimiento de la clase media que en el pasado tenía ciertos pedidos pero que ahora, una vez realizados, tienen otros nuevos que son legítimos y a los que el gobierno debe darles una respuesta.
Este nuevo tablero político ha estado presente en las últimas elecciones presidenciales de América del Sur donde los gobiernos, calificados ampliamente como progresistas, debían revalidar sus mandatos ante una sociedad que había cambiado. Este nuevo escenario ha provocado serios problemas para esta clase de gobiernos que apelaron a lo largo de la campaña presidencial, como ha ocurrido en Ecuador con Rafael Correa y con Lenín Moreno o en Brasil con Fernando Haddad, al voto recuerdo, es decir, apelar a que la gente que había logrado la satisfacción de sus demandas o un ascenso social iba a volver a votar a los gobiernos progresistas porque fueron ellos los que permitieron esa escalada social. En el último tiempo esto no ha ocurrido y algunos gobiernos, como el kirchnerismo en la Argentina, han caído.
Este mismo escenario se plantea en Bolivia de cara a octubre. Bajo el gobierno de Evo Morales los estándares económicos han crecido de forma sostenida: la inversión pública, la inversión extranjera, la reducción de la pobreza, el crecimiento económico y la distribución, entre otros. También ha ocurrido lo mismo con la distribución del ingreso y la riqueza, con el acceso a lugares antes exclusivos para una minoría, como los viajes en avión que crecieron un 50% entre el 2006 y el 2010, o el acceso al auto propio ya que el parque automotor se multiplicó por diez en
el mismo período. Estas nuevas demandas pueden ser más fáciles de observar en el aumento de la clase media: bajo el gobierno de Morales pasó del 35% de la población al 58%, es decir, de 3,3 millones de habitantes a 6,5 millones.
Los nuevos estándares de vida traen de la mano nuevas demandas que traen, a su vez, nuevas exigencias hacia el gobierno. El arte de la política radica, en gran medida, en saber detectarlas, responderlas y cumplirlas. Es en este panorama donde las denuncias contra el autoritarismo y donde la venezolanización de la política encuentran su lugar. Al panorama boliviano, que ha sido similar en algunas de las últimas elecciones del continente, se le suma un detalle que no ha estado presente en los comicios del 2014: el contexto regional marcado por los gobiernos de
derecha. El próximo 30 de octubre Bolivia votará en una nueva actualidad tanto nacional como internacional. Los desafíos son amplios tanto a nivel interno como a nivel externo y el próximo 30 de octubre se sabrá si Evo Morales, ese “indio” que no terminó la escuela y que lideró el período económico-social más próspero de la historia del país, logró su ratificación para enfrentarlos e intentar satisfacerlos a partir del 2020 o si ya fue demasiado tarde para intentar lograrlo.