Texto y foto por Silvana Iovanna
Frente al referéndum constitucional, algunos puntos para analizar la actual Bolivia.
En enero de 2015 viajamos con Marcha a cubrir la tercera asunción de Evo Morales como presidente de Bolvia. Aprovechamos días antes y días después de la gran fiesta para recorrer algunos pueblos del oeste y otros del este e indagar en el desarrollo del Estado Plurinacional. Un recorrido por algunos medios de comunicación alternativos, cosechas y mineras nos permitió entrar en debate sobre el rol del Estado, qué es lo Plurinacional, el lugar de las autonomías y el del modelo de desarrollo industrial.
Para indagar más profundo entrevistamos a Jorge Viaña, consultor en Ministerio de Autonomías, quien desde su libro Configuración y horizontes del Estado Plurinacional, plantea una crítica abierta y un aporte al debate político en función de las contradicciones de lo que él llama “el germen de un estado Plurinacional”.
Si bien la entrevista fue realizada en hace casi un año, unos días previos a la asunción de Evo, su publicación un año después cobra relevancia en un momento en el que, pese a las contradicciones, Bolivia pelea por sostener un modelo de país en el marco de un claro avance de la derecha sobre América Latina.
-¿Cómo llega a pensar en la idea del germen del estado Plurinacional?
Es muy importante ir pensando lo que estamos viviendo. Se puede hacer por etapas. Yo creo que del 2005 al 2008, incluso hasta el 2010, era un momento de confrontación muy grande y en verdad era muy difícil plantearse desafíos y profundización más grandes del Estado Plurinacional, como ser las formas de autogobierno. Pero el problema es que ya desde el 2010 hasta el 2014 ha pasado un buen tiempo, desde el 2008 incluso, que es el momento que se comienza a derrotar a los sectores más conservadores. Ahí comienza una cuestión que yo creo que es muy importante. En verdad creo ahora que no existe ningún estado plurinacional. Existe el germen de un estado plurinacional.
Parto de pensar que hay dos visiones equivocadas. Una exitista y triunfalista que piensa que estamos viviendo la revolución democrática, la revolución educativa, la revolución cultural, productiva. Y hay que pensar hasta dónde esto es revolución. Y para salir del lugar de las cosas mal intencionadas que piensa que todo es puro complot. Entonces esta visión está vinculada a una tendencia que yo llamaría un pragmatismo estatalista. Ese eslabón está priorizando un desarrollo de un tipo de modelo que justamente ha empezado a descuidar los temas centrales del estado plurinacional: autonomías indígenas, procesos más profundos de autogobierno y autorepresentación social. Por ejemplo, el Ejecutivo propone dejar entrar a 14 representantes indígenas en el Parlamento del 2008. Y en esta negociación, se bajan a 8 y en un día, quedan en 7, uno por departamento. Pero aparentemente ninguno de esos siete se elige por democracia comunitaria sino por lógica liberal electoral, además de generar conflictos internos porque, por ejemplo en Beni hay un representante para 18 pueblos indígenas. Se ha implementado un diseño que en términos prácticos se ha ido menguando en cuanto a lo plurinacional.
Por otro lado, el catastrofismo sobre el Gobierno donde todo es una visión negativa. Desde mi punto de vista, esto se usa para acusar de populismo y neoliberalismo y yo no estoy de acuerdo con eso tampoco. Esta visión es muy peligrosa. Hay un germen de un estado Plurinacional, es decir, en desarrollo de algunas cosas y en estancamiento de otras.
-¿Cómo puede avaluar entonces el proceso de desarrollo de este nuevo Estado?
El proceso ha sido una visión muy pragmático estatalista. Por ejemplo, el ideal de que el Estado aporte al desarrollo de las economías comunitarias con el 30% del PBI no fue fructífero.
Asimismo, las autonomías indígenas están en una situación grave. Ha habido un Referéndum en el 2010 para que los municipios dejen de ser municipios y se conviertan en autonomías indígenas. Pero sólo se ha hecho en once un referéndum pero les han puesto requisitos autonómicos tan fuertes que hasta bordean la inconstitucionalidad. No es sólo un cambio de nombre pues este cambio les otorgaría atribuciones legislativas. Si ven la Constitución dice que las autonomías dice que éstas se regirán por sus usos y costumbres, pero si ven los estatutos esto no es así, es más, les piden certificado de ancestralidad, certificado de gobernabilidad. Sólo después de cuatro años de pelea, tres han conseguido que el Tribunal Supremo Electoral les de su certificación de constitucionalidad de que sus estatutos autonómicos son constitucionales.
-¿Es decir que se han burocratizado instancias de reconocimiento para dilatar las autonomías?
En los hechos, lo que está pasando es que esta burocracia y trámites para el reconocimiento, queda tapado por las elecciones de alcaldes que no reconocen las autonomías y no son obligados a reconocerlas, por lo tanto quedan prácticamente en la nada. A este paso, las autonomías indígenas no van a incrementar.
Ese es un aspecto muy importante. Porque 2008 acaba el pleito, 2009-2010 despliega los elementos más rudimentarios del Estado Plurinacional, diez grandes leyes, entre ellas las autonomías. Pero estamos en el 2015 y estamos en riesgo de que no aumenten las autonomías indígenas en ningún lado.
Creo que hay ciertas cosas que al ir priorizado un modelo y no otro el panorama se va complicando. Por ejemplo, ha salido la Ley de Deslinde Jurisdiccional (justicia comunitaria) y era muy complicada porque, luego de maravillar los principios de la justicia comunal, en su artículo 10 dice que no se puede aplicar ni en la justicia agroambiental, ni en la minera, ni en la justicia agraria, sólo en los lugares donde está titulada la tierra. La justicia comunitaria no podía aplicarse en ningún lado. Quedaron en cambiar la ley luego de varios talleres. Pero no se sabe. Es un problema de horizonte político. Nos estamos encaminando a un modelo que descuida la justicia comunitaria, la autorepresentación indígena, y por lo tanto, lo fundamental de lo plurinacional, más progresivo o revolucionario. Es complejo discutir esto adentro de las estructuras del Estado.
-Un claro ejemplo de la profundización de esta contradicción Estado – autonomías fue el conflicto del Tipnis, ¿cómo puede analizarlo?
La represión del Tipnis fue otro tema muy complicado porque antes nadie se había atrevido a reprimir. El problema era político porque no se podía reprimir y lo hicieron. Lo que las comunidades pedían era la previa consulta y el respeto a la autodeterminación de las comunidades. Se agrava más cuando pensamos en quién tiene la administración de todos los recursos de ese territorio.
-¿Es posible entonces el desarrollo de un Estado Plurinacional?
El gran debate es qué es el Estado Plurinacional. Para construirlo creo que hay que poder romper con las lógicas liberales y abrir aunque sea lugares mínimos de autogobierno y autorepresentación, es decir, ir reduciendo el monopolio de la política en manos de unos pocos representantes. El gran debate es cómo construir otra práctica política.
Entonces, en esta coyuntura hay grandes debates como por ejemplo, qué vamos a hacer con el barril de petróleo en 40 dólares cuando estaba en 120, estamos entrando en déficit fiscal, Bolivia ha crecido muy rápido y ahora está complicado. Creo que este perfil se va a profundizar. Lo que estoy planteando en términos económicos es un modelo que prioriza el desarrollo de infraestructura caminera, ciertos grandes proyectos de energía e industrialización, y que por lo tanto repercute políticamente. No se puede renunciar a una cierta ruta de industrialización. Pero ese es el problema. Cómo haces para que eso no plantee una tensión, un descuido tan grande que pierda de vista la construcción de lo plurinacional desde una visión estratégica.
-Pero el Estado tiene que generar recursos propios para lograr soberanía, ¿cómo se resuelve el lugar de las autonomías indígenas en este modelo de Estado?
Ahí tenemos un dilema. Gramsci decía que los subalternos sólo pueden construir unidad en la ocupación del Estado, que es un tema interesante. Pero en Bolivia hay un gramsciano muy interesante que se llama Javier Zavaleta y que planteó lo siguiente: está bien, los subalternos sólo pueden construir unidad en el Estado y en sostener ahí, en un horizonte más general para que no primen sus intereses particulares, pero también todo Estado niega las masas por mucho que las representen o intenten representarlas. Él tiene la idea de que la democracia debe ser una autorepresentación de las masas. Nos plantea un debate muy interesante práctico y teórico. Desde mi punto de vista estamos viviendo este dilema y es el punto de vista desde la que he elegido preguntarme sobre nuestra realidad. Sólo puedo entender la coyuntura analizando este dilema.
Por ejemplo, hay que atender a los departamentos, como Potosí, donde se han perdido gran cantidad de votos, o evaluar cuánta capacidad hay de cohesionar a la gente que venía de la derecha y que sigue estando en el Parlamento, ¿Es estrategia de hegemonía? ¿Cuál es el costo? Pero tampoco hay que ser fatalista. Hay que poder ver las tensiones de este modelo en desarrollo, las tensiones en las relaciones sociales y políticas. ¿Por qué no avanzamos más en el desarrollo del Estado Plurinacional? Hay que ver donde se han puesto las prioridades y que esas prioridades no mengüen otras visiones y cosmovisiones, y esa es la contradicción en sí misma de lo que se llama, para esta etapa, el capitalismo andino.
-¿Cuál cree que ha sido el rol de las organizaciones sociales en este sentido?
Creo que hay una co-responsabilidad. El Estado juega un papel muy importante en una especie de relación entre tutelaje y subordinación, que no es lo mismo que clientelismo y prebendalismo generalizado. Pero también hay una cierta característica de las organizaciones sociales que frenó el desarrollo del autogobierno. El Estado tiene el monopolio de la fuerza y de las decisiones de gobierno. Hay que salir de la retórica estatalista y de la retórica victimista de las organizaciones. Lo que hay que atender es si tú puedes tomar el Estado o el Estado te toma a ti. A dónde hemos podido transformar al Estado y a donde no.
No es radicalidad, no es antiestatalista. Tampoco es un justo medio. Es tener la capacidad de tener compromiso con las corrientes más autodeterminativas pero con principios de realidad. Si se cae el Evo, ¿qué va a venir? Pues la derecha radicalizada.