Por Juan Manuel De Stéfano
Boca mereció ganar pero no pudo demostrarlo en la red. Está claro que al entrenador –y a los jugadores– les está faltando algo para ganar partidos de esta envergadura.
Llegadas varias, buenas intenciones, búsqueda encomiable, actitud ofensiva, jugadores en campo rival y un error imperdonable que termina costando el partido. Hay varias explicaciones (¿las hay?) para intentar comprender un resultado inexplicable por lo que fue el desarrollo del encuentro: el peso eterno de una camiseta sobre la otra, la –mala– suerte, el bendito fútbol y sus vicisitudes inexplicables. No está mal encararlo por ese lado. Pero lo cierto es que hay patrones que se repiten y comportamientos que no se pueden disimular. Y si Arrubarrena –fundamentalmente– y Boca, no revisan las prestaciones que tienen en partidos determinantes, las seguirán repitiendo una y otra vez. Así como ocurre en la vida misma, si no hay una autocrítica sesuda, el problema continúa ahí. Se podrá elegir echarle la culpa a otros motivos, rodear el inconveniente y traer otros responsables a escena o hacerse cargo del problema real. A Boca y a su entrenador le pesan estos partidos, Arruabarrena demuestra que deberá mejorar mucho para empezar a quebrar esta racha.Está ante una prueba clave en su carrera como entrenador: ser un técnico que realiza buenas campañas y se queda sin nafta al final, o convertirse en un gran entrenador Ante San Lorenzo el equipo hizo casi todo bien, y no solo que no debió perder, claramente lo más justo era un triunfo. Tuvo tres llegadas casi abajo del arco, y otras tantas que -por virtud de Torrico o inclemencia para concretar- se esfumaron. Pro las cosas ocurren por algo, no son casualidad. Los cambios no se hacen, tardan en llegar o son equivocados, así ocurrió en la mayoría de encuentros de esta magnitud. Betancourt ( más allá de su error en el gol de Matos) es un jugador con un futuro notable y jugó un buen primer tiempo pero debería haber salido a los 15 minutos del segundo tiempo. No ocurrió. Palacios fue de lo mejor de Boca y salió a los 75 para dejarle su lugar a Chávez cuando se imponía que jueguen los dos juntos e ir a buscar con todo el triunfo. Falta esa decisión clara, ese mensaje que remueva el espíritu de los jugadores en momentos de zozobra o dudas, y Boca terminó dilapidando otra chance inmejorable para cortarse en el torneo y dejar atrás una patología que no se puede disimular. Se podría indicar- y no sin razón- que lo de San Lorenzo fue muy flojo y ganó de casualidad. Pero lo de Bauza y compañía ya es costumbre, juega casi siempre así y, vale reconocerlo, mal no le va: quedó puntero en soledad a pocas fechas del final del torneo. No es poco, pero desde estas líneas no se defienden este tipo de planteos. Tampoco es cuestión de abonar a ser un kamikaze que ponga 5 delanteros y se descuide atrás todo el tiempo, ni apostar todo al ataque en desmedro de la defensa. El fútbol es defender y atacar bien. El famoso y tan mentado equilibrio, cuenta entre sus máximas la de proporcionar, más o menos, la misma cantidad de hombres para atacar y para retroceder. No hay mucho misterio. Pero volvamos a Boca y a su entrenador; va a tener que haber una verdadera revolución en las formas, en los mensajes, no así en la búsqueda. El Vasco está haciendo un buen trabajo pero le falta el salto de calidad para terminar de asentar la idea y empezar a pensar en ganar algo. La cosecha de puntos desde su asunción es muy buena pero no dio la talla en las grandes citas. Uno de los casos que juegan a favor de Arrubarrena es el partido de ida ante River por el torneo . Cero a cero en el primer tiempo y la mano del entrenador que termina volcando la balanza a favor de Boca. Pavón, Pablo Pérez y Gago fueron las apuestas para torcer el rumbo y dieron un resultado óptimo. El mensaje bajó claro y sin dudas: había que ganar y a eso se apuntaba. Luego, la serie por la Copa devolvería todo a la normalidad: en los partidos importantes cuesta.Y mucho. No hay casualidades tanto en la vida como en el fútbol, las cosas pasan , ocurren por algo; por comportamientos, virtudes, defectos, actitudes frente a un acontecimiento, cráneos fuertes, otros un tanto más débiles, todo cuenta a la hora de la verdad. Y está claro que desde el la cabeza de Boca algo falla, en los partidos importantes siempre faltan cinco pal peso.